[Crítica] «Auge y caída del ruiseñor»: Los abismos ignotos de Rosita Serrano

Con la soberbia interpretación de la actriz nacional Silvanna Gajardo en el rol de la famosa cantante chilena de las décadas de 1930 y de 1940, se exhibe este completo montaje escénico, hasta el próximo domingo 30 de abril, en el Centro Cultural Gabriel Mistral (GAM), de la ciudad de Santiago.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 18.4.2022

El Colectivo MakinaDos (integrado por los actores chilenos Amalá Saint-Pierre y Francisco Paco López) trae al escrutinio mediático la existencia de María Esther Aldunate del Campo (1912 – 1997), más conocida por su nombre artístico Rosita Serrano, y quien triunfara como cantante y en menor medida como actriz en la Alemania nazi (1933 – 1945), cuando la industria discográfica y cinematográfica de ese país era tan grande y pujante en comparación, sin ir más lejos, con la estadounidense de Hollywood.

Así las cosas, la verdad es que Serrano ha sido la artista escénica y musical de origen chileno, a nivel popular, de mayor éxito en el primer mundo moderno. Lo cual, no obstante, contrasta con el desconocimiento que se tiene en torno a su carrera y sobre su biografía en general.

Bajo esa argumentación, la puesta en escena de MakinaDos tiene el encanto dramático del misterio y de auscultar en el olvido acerca de una mujer cuyos inmensos triunfos musicales han sido soslayados por el juicio ético e ideológico que tiene de ella la posteridad.

En efecto, la reflexión escénica que propone la dramaturgia del mencionado Colectivo, y la dirección de Patricio Pimienta ahonda en esa disyuntiva y también en las problemáticas íntimas de Serrano (la relación con su madre, la famosa soprano nacional Sofía del Campo, la soledad de su infancia y de su juventud vividas en Chile, la imposibilidad de la estabilidad afectiva y personal en la bonanza, pese a su belleza física y a sus talentos creativos, en fin), devienen de un trabajo cuidadoso en su planificación y en sus ínfimos detalles literarios, sonoros, y desde luego visuales.

Para refrendar esas minucias, destacamos en escena la aparición grabada de Carmen Barros, y la acertada y siempre presente musicalización de Orlando Alfaro, la cual sin duda propicia esa atmósfera clandestina en la cual parece desarrollarse la trayectoria de una cantante acosada por sus fantasmas y quiebres internos, diríamos que en todo ámbito, y de quien siempre entrega la impresión, en su condición de ser humano, de moverse al borde del precipicio, como debiéndole algo al destino.

En ese sentido, la iluminación y su contraste con fondos oscuros, refuerzan la idea de juicio ético e histórico que se ciernen al modo de una conclusión de lo que fue la existencia pública de una mujer que tuvo a Europa en sus manos y en el centro de la atención mediática, debida a una fama y a una carrera construidas desde la nada y gracias a lo fortuito y a la casualidad.

La régie de esta obra contempla elementos de tramoya y de movimientos con el propósito de remarcar las contradicciones de una mujer que quizás jugó a dos bandas hasta que le fue posible, en beneficio propio: su adscripción a la sociedad del espectáculo nazi, y por otro lado su polémica actividad benéfica y de ayuda a quienes eran perseguido por ese mismo régimen que le facilitó la fama y el estatus de estrella comparable (en su momento) a Joséphine Baker y a la francesa Édith Piaf.

Esos matices son abordados con sensibilidad y una profundidad llamativas en su conceptualización experimental, donde la única objeción de nuestra parte resulta del registro tragicómico elegido por los autores a fin de expresar esas turbulencias emocionales, morales, y finalmente existenciales de la diva chilena.

Sin embargo, por considerables pasajes de la trama, ese registro, especialmente al inicio de la obra, lejos de facilitar la comprensión en torno a la trama, aleja a los espectadores de la intimidad y de la complicidad que se persigue con la narración del relato diegético.

Las actuaciones del elenco, no obstante, dan el tono dramático, y el rol protagónico de Silvanna Gajardo es un hallazgo y una sorpresa para quienes desconocían su multifacético talento y a su figura profesional.

El Colectivo MakinaDos, finalmente, tributa de una especial manera, y con la complejidad y altura de miras necesarias, a la historia musical y actoral chilena, en un profundo (por los escalones de análisis involucrados), reconocimiento a la enigmática Rosita Serrano, sin olvidar lo controvertido de sus opciones políticas, que conscientes o no, la confinaron al olvido y a la amnesia popular, al modo de un castigo explícito, por parte de la memoria de sus compatriotas.

 

Ficha técnica:

Una obra del Colectivo MakinaDos.

Idea original y dramaturgia: Amalá Saint-Pierre y Francisco Paco López.

Dirección: Patricio Pimienta.

Elenco: Silvanna Gajardo, Orlando Alfaro, Amalá Saint-Pierre, Francisco Paco López, y la participación especial de Carmen Barros.

Vestuario y diseño de escenografía: Nicoletta Fuentealba.

Iluminación: Gonzalo Muñoz.

Musicalización: Orlando Alfaro y canciones de Rosita Serrano.

Asistente de puesta en escena: Gabriela Labra.

Comunicaciones: Claudia Palominos.

Producción: Carolina Cabezas.

Coordenadas: Desde el 10 al 30 de abril, jueves y sábado, a las 20 horas, domingo, a las 19 horas. Sala A1, Edificio A, Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, Alameda N°227, Santiago.

 

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La intérprete nacional Silvanna Gajardo desarrolla una actuación inolvidable y de primer nivel en «Auge y caída del ruiseñor»

 

 

El director Patricio Pimienta

 

 

Imagen destacada: Auge y caída del ruiseñor (2022).