[Crítica] «De la noche a la mañana»: Un cine de autor sin complejos

Este jueves 7 de julio se estrena en las salas locales el largometraje de ficción del director bonaerense Manuel Ferrari —una coproducción entre Chile y Argentina, que cuenta con la actuación de la intérprete nacional Manuela Martelli—, y el cual corresponde al segundo crédito en solitario de su realizador, luego de su ópera prima en el género, titulada «Cómo estar muerto/Como estar muerto» (2008), y después de concebir un par de llamativos documentales en el intertanto.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 6.7.2022

El filme del realizador argentino Manuel Ferrari (1981) sin ser una obra audiovisual con grandes pretensiones artísticas, resiste bien el análisis de un crítico pasada la medianoche, y se transforma en una agradable sorpresa audiovisual desde su meditada y fundamentada simplicidad.

Un juicio que se debe, esencialmente, a la labor de su director como conductor de esta road movie que parte en Buenos Aires, y luego se desplaza desde Santiago hacia los cerros añejos de Valparaíso.

Protagonizada por el actor trasandino Esteban Menis, y secundado por los chilenos Manuela Martelli y Alejandro Goic, desde un trasfondo casual y cotidiano en su formulación dramática, este largometraje ofrece un desarrollo lleno de inesperados giros y sorpresas, los cuales esconden algo más que el improbable viaje con fines académicos que pretende efectuar el arquitecto y profesor bonaerense de esa disciplina, interpretado por Menis, en dirección al puerto chileno, antaño capital del Pacífico Sur.

Filmada en 2019, la resolución de los desafíos técnicos presentes en De la noche a la mañana se transforman en los mejores logros a exhibir por parte de este largometraje de ficción, con una mención especial a la audacia de varias secuencias rodadas en las siempre difíciles calles porteñas, cuando son el centro de la escena, debido a lo «brillante» de su luminosidad y a los miles de ruidos que inundan el sonido ambiente.

En efecto, el diseño de sonido de esta obra alcanza cotas de máxima perfección formal en esos pasajes registrados al fragor de la decadencia de un pasado ilustre, de una urbe que vive presa de la desaparición de su otrora esplendor, y cuando se manifiesta el desarrollo de las diversas pulsiones humanas y citadinas que conforman a su espacio y a su geografía emocional.

 

La estética de Ferrari

Por momentos, el crédito de Ferrari recuerda al Rohmer de los cuentos de las Cuatro estaciones, empeñado en delinear con su cámara la belleza de objetivos arquitectónicos extraviados (la Bolsa de Comercio de la ciudad, el edificio de El Mercurio de Valparaíso) inmemoriales en su ya difuminada importancia, y ahora recorridos por personajes que en su nimiedad y aspiraciones de diversa índole, personifican y simbolizan una manera de ser sudamericanos.

Así como las caracterizaciones del realizador galo buscaban, a través de una forma casi vulgar y ordinaria, de retratar a los tipos constituyentes, para él, de lo «francés» lejos del glamour y del fetichismo grandilocuente de lo monumental.

Acompañado por la adecuada sintonía actoral de Martelli y de Goic, la errancia de Menis en suelo chileno, significado asimismo de sus frustraciones vitales en su padecer diario al otro lado de la Cordillera —pinceladas con brillantez y economía de recursos al inicio del largometraje—, expresan una obra audiovisual construida en sus detalles con una atrayente seguridad y verdadera convicción creativa.

De esta forma, el perdido voyeur sudamericano que es el arquitecto Ignacio en el denominado territorio nacional, se convierte en la metáfora argumental de un hombre que ya cerca de los 40 años, se encuentra demasiado mayor como para empezar otra vez en la prosecución de una nueva perspectiva biográfica, profesional y hasta afectiva, por una enésima oportunidad, de cara y en un salto hacia lo ignoto.

Psicológicamente solo y víctima de una orfandad existencial, el personaje de Ferrari se alza en la visualización de un cine poco dado a grabarse en estas latitudes y el cual nos enseña a un director que con escasos elementos diegéticos, pero que dotado de una gran reflexión escénica, entrega en De la noche a la mañana la promesa de un arte que respira con estilo, mediante la fuerza de una singularísima estética audiovisual, las profundas inquietudes intelectuales de su autor.

 

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: De la noche a la mañana (2019).