[Crítica] «Incendio controlado momentáneamente»: Ni puño ni letra muerta

El poeta y diseñador chileno Marcelo Uribe L’Amour acaba de lanzar su último libro, este volumen de versos de tiraje breve y casi privado en su distribución, y donde su autor desconfía de los relatos únicos y explosivos como explicación a cualquier análisis crítico y estético de la existencia en estos tiempos violentos.

Por Víctor Ilich

Publicado el 12.5.2021

Hace unos días leí uno de los 200 ejemplares del libro de Marcelo Uribe L’Amour, Incendio controlado momentáneamente. Un libro con una propuesta aparentemente sencilla de entender, pero no tan fácil de ejercitar: practicar el diálogo fructífero en tiempos de crisis, aquel que se sustenta en pensar y actuar en beneficio de otros como criterio rector y prioridad personal.

Lo que demostró mediante esta edición no comercial —no todo es compraventa—, cual testimonio de generosidad. Y aunque es cierto que también existen en la vida diálogos estériles, aquellos que se realizan escuchándose a sí mismo, lo que propone Uribe en este ejercicio literario entraña la invitación a: redescubrir el fuego de dar y darse por los demás.

Suena fácil, pero no lo es.

Desconozco si esto último fue deliberado o no, pero su llamado no me dejó indiferente. Comprenderá que no podré recomendar la lectura de este libro, ya que no está disponible, pero sí puedo destacar aquel gesto, que dice algo más allá de la frontera de lo literario.

Aquello me hizo recordar a los que sostienen que escriben solo para ellos mismos. Siempre me ha llamado la atención esa afirmación. Puede ser una posibilidad, por qué no.

El punto está en que si una persona se determinó a editar y publicar lo que escribió, ese texto, sea cual sea, sale de la esfera íntima y personal a la pública, para darse a conocer y exponerse al mundo.

Por ende, mantener esa aseveración adolece de cierta imprecisión y entraña una contradicción: ¿se sigue escribiendo para uno sin considerar al lector una vez publicado un libro?

Es posible interpretar esto como algo desconsiderado o síntoma de la ceguera a la que alude Uribe L’ Amour en uno de sus textos. Que no citaré para no alimentar la curiosidad… otra especie de fuego.

 

Marcelo Uribe L’Amour

 

Los frutos de su lenguaje

Siguiendo este orden de ideas, no es posible soslayar que también existen los que indican que es prácticamente un axioma afirmar: siempre se escribe para otro, ¿o acaso no existe el diálogo interno con uno mismo?

Ya que aún en el evento de escribir para sí mismo, nunca se es tal. No somos los mismos de hace un año. Algo de seguro ha cambiado. Para bien o para mal.

Pueden pasar meses o años para volver a enfrentar textos íntimos e inéditos, pero aún así el que lee es otro, distinto en algo al que lo escribió. Entonces, no pretendamos encender un fuego sin hacernos cargo de haber provocado un incendio, aunque sea momentáneo o por curiosear.

Uribe escribe utilizando diferentes registros en este poemario íntimo. Se aprecian ejercicios de una voz profética (poéticamente hablando, no es baladí la aclaración en tiempos de falsos profetas en múltiples materias) que sigue algo la senda del Cristo de Elqui, pero sin la retórica parreana, ni seudomesiánica del personaje aludido… hasta abrazar el sentido común, los conocimientos científicamente afianzados y las máximas de la experiencia, mas sin olvidar el lenguaje popular ni evitar algunos coqueteos de galimatías (palabra por sí misma difícil de desentrañar a priori sin ayuda de un diccionario, lo motivo a buscarla), quizás para convocar a los difíciles en darse a entender, como los que dicen incluso escribir para otros, pero que en lo concreto excluyen un importante factor: la claridad.

Dicen que la lengua se jacta de muchas cosas, tanto de las que oculta como de las que disfraza, en realidad, y pareciera que en el mejor de los casos la escritura ayuda como un tamiz para contrarrestar tal arrogancia.

Es así que cuando se nos invita a leer (como ocurrió al obsequiárseme el libro aludido), en la práctica, es un estímulo en principio a dialogar con las ideas de otros y de nosotros mismos, y así reflexionar, ya sea para reafirmar, dubitar, rebatir o, en lo más extremo del abanico de posibilidades, abandonar nuestras creencias, examinando los frutos de nuestros labios, los rastros de nuestros pasos o los residuos de nuestros fuegos.

Es así como este texto implícitamente desconfía de los relatos únicos e incendiarios como explicación a cualquier análisis crítico. Por algo las diferentes voces para aproximarse a la crisis personal, matrimonial y social, que funcionan como una herramienta indispensable para examinar dichos fenómenos en tiempos convulsionados y confusos, en los que se percibe cierto afán por monologizar y monopolizar cualquier debate.

No es exagerado, entonces, decir que es un llamado a desconfiar de cualquiera que se autoproclame. Cualquiera que sea el título, el color, la anchura o la profundidad de sus palabras, sin evidencias demostrables de los frutos de su lenguaje.

Desde el defensor de la libertad, pero que impide sin prohibiciones explícitas la manifestación de la opinión de los demás —como por ejemplo al escudarse en citar el recurso de la opinión mayoritaria y otras falacias de naturaleza argumental— hasta el que ridiculiza cualquier cosa con cierto aire de superioridad.

Y si la lengua es capaz de iniciar un gran fuego, en esta ocasión la escritura de Uribe trata de controlar, aunque sea momentáneamente, esos alcances, poniendo cerco a sus reflexiones en forma de libro, quizás a fin de evitar explotar y provocar un descontrolado incendio.

Una práctica nada despreciable, en estos tiempos violentos, si de llamar a la acción se trata.

 

Marcelo Uribe L’Amour

 

Compartir el fuego

A propósito del ejemplar que recibí, todos numerados y firmados por su autor, el que leí fue el número 73, un número que sigue pesando hasta el día de hoy sobre nuestra historia, cualquiera que sea la balanza que se use.

Y como no creo en las supersticiones ni en las casualidades, me puse a escribir esta antirreseña pensando en Marcelo y las paradojas, en usted y en la necesidad de controlar la lengua una vez más.

Y en no menospreciar los tirajes pequeños ni los comienzos humildes de las semillas, como tampoco desatender los fuegos aparentemente aislados en el desierto, capaces de provocar otros tipos de incendio.

L’ Amour esta vez hizo honor a su apellido y compartió de su fuego. Ojalá se propague por gracia hasta agotar stock y se anime a encender otra edición, ya no por amor al prójimo, sino por el que está más allá.

 

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Víctor Ilich nació en Santiago de Chile en 1978. Egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, en la cual estudió becado. Abogado y juez de garantía en la Región de O’Higgins. Autor de más de una docena de obras literarias. Algunas de ellas han sido prologadas y comentadas por destacados académicos, escritores y críticos como Hugo Zepeda Coll, Thomas Harris, Andrés Morales, Alfredo Lewin y Juan Mihovilovich.

Entre sus obras se puede citar Infrarrojo, poemario presentado por el académico, escritor, poeta y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Juan Antonio Massone del Campo, quien le ha antologado, Réquiem para un hombre vivo, poemario dedicado al poeta Juan Guzmán Cruchaga (presentado por el ministro de la Corte Suprema y escritor Carlos Aránguiz Zúñiga y el ex ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Juan Guzmán Tapia).

Su bibliografía también incluye: La insurrección de la palabra, Arte de un ocaso vital, Baladas de un ruiseñor (poemario erótico romántico), Dragón, escorpiones y palomas, Hojas de té, La letra mata (un texto que resucita la palabra), y El silencio de los jueces, un volumen para sazonar el corazón, prologado, en su primera edición, entre otros, por Sergio Muñoz Gajardo, quien fuese presidente de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia (2014-2015).

Asimismo hizo circular a Disparates, un poemario relativo a la libertad de expresión y a los prejuicios (2016), y Cada día tiene su afán (2017), que procura motivar en la lucha en contra del cáncer, presentado por Haroldo Brito Cruz, quien también fue presidente del máximo tribunal del país, con ocasión de la celebración del Día Internacional del Libro.

Y, además, ha lanzado el poemario titulado Toma de razón, en coautoría con Roberto Contreras Olivares, poeta y ministro de la Corte de Apelaciones de San Miguel, presentado en Hanga Roa, Isla de Pascua, en agosto de 2017.

En abril de 2018 junto a otros tres jueces penales publicó el libro Duda, texto fruto del taller literario que impartió, al cual luego de terminar denominó “Ni tan exacto ni tan literal”.

También, en octubre de 2019, en pleno estallido social, público Venga tu reino, poemario prologado por Felipe Berríos, S..J. y Alfredo Pérez Alencart, poeta y docente de la Universidad de Salamanca.

Por último, en marzo de 2020, publicó el libro Al derecho y al revés, que recopila las columnas de opinión y crítica literaria escritas bajo el alero del diario El Heraldo de Linares, quien patrocinó su cuidada edición, en un libro prologado por Lamberto Cisternas Rocha, quien fuese vocero de la Corte Suprema.

«Incendio controlado momentáneamente», de Marcelo Uribe L’Amour (Autoedición, 2021)

 

 

Víctor Ilich

 

 

Crédito de la imagen destacada: Marcelo Uribe L’Amour.