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[Crítica] «La mantis en el metro», de Germán Carrasco: Una fiesta pública

Este es un libro contra la usura y la hechura neoliberal del lenguaje, un texto que confronta a lo falso, a lo maquillado, y el cual interpela a aquellos estudiantes de medicina de universidades privadas que odian a sus pacientes, y también es una obra que desafía a los funcionarios de la UDP, a esos que están eternamente «a la que salta», encima de los cargos en el centro del poder público.

Por Juan José Podestá

Publicado el 22.6.2021

La tribu de los bosquimanos en África considera sagrada a la mantis, puesto que ésta es quien les roba y entrega  el fuego: quita y brinda aquello que es imprescindible para la vida.

El poeta y ensayista Germán Carrasco (1971), ofrece en La mantis en el metro: Apuntes sobre memoria reciente, poéticas y revuelta (Seix Barral, 2021) un libro que, por una parte, trabaja y artesanea (sic) con un lenguaje lucidísimo, fresco, no impostado (qué grato es leer prosa suelta), pero escamotea toda compasión con el poder y sus perros falderos.

Es este un libro contra la usura, contra la hechura neoliberal del lenguaje, contra lo falso, lo maquillado, contra aquellos estudiantes de medicina de universidades privadas que odian a sus pacientes, o los que están eternamente a la que salta con cargos en las universidades.

Unos versos de la fotógrafa argentina Susana Thénon, sirven de epígrafe a este volumen de veintiún crónicas divididas en cinco apartados: “Hagamos / otros dioses / menos grandes, / menos lejanos / más breves y primarios”.

Y justamente ese clima narrativo impregna a La mantis…: el tono menor, a ratos la coloquialidad pura y dura, la desfachatez de alguien a quien en realidad no le importa mucho perder.

Carrasco no tiene atados con el teclado para emprenderlas contra los poetas de los 90 (de los cuales él es parte), contra la UDP (y los editores de su elitista casa impresora), contra los fachos (íntimos de quienes anteceden en el paréntesis), contra los mojigatos y las mojigatas. En este sentido, el texto es una claraboya de necesaria lucidez en tiempos en que campea el miedo y la delación, el cinismo y los palmoteos de espalda.

Un libro necesario, sin duda, que celebra la palabra y un lenguaje sin concesiones: “La palabra viva e imperfecta para algunos grita de urgencia: nos masacran, pero ya despertamos, como los linchados de los lienzos del (pintor) Leon Golub, y ahora las figuras de esos lienzos dejan su calidad de fantasmas que gritan dentro de galerías y museos, cobran movimiento. Y salen a cobrar” (p. 19).

Las crónicas en este, el último libro de Carrasco, salen a cobrar. Y vaya que lo hacen. No hay miedo a las erratas (acaso deliberadas), y hay un desparpajo poco común, por decir lo menos.

 

«Lean a Adolfo Couve»

Un aspecto que caracteriza al volumen es su permanente referencia a insectos (de hecho, un apartado se llama justamente así), o animales.

En una de las crónicas, Carrasco nos habla de los pumas que han bajado a espacios de las ciudades a los que no están habituados, producto de las actuales condiciones inmobiliarias y climáticas. Esta metáfora nada oscura de bestias en medio de la ciudad, es una constante en el texto, y también en parte de su poética: Pumas en la Alameda (Libros Tadeys, 2020) se llama un poemario del autor, en que los versos muerden, pinchan: “Lean a Adolfo Couve y no a Donoso / Olviden a los viejos melindrosos”, apuntan unos versos.

Existe un vínculo entre estos libros del autor (cómo no): la instalación a diverso nivel (prosa y poesía) de una lengua tábana, que irrita y molesta, que jode la paciencia y no concede nada: absolutamente nada. Los animales del lenguaje han invadido los correctitos salones de la palabra bien pensante.

Estos no sólo son textos ensayísticos “sobre cine, poesía, arte, cultura…”, como reza la contratapa. Hay más: existe un intento en Carrasco de llevar no sé si el lenguaje a un límite, pero sí de extraer de la palabra el zumo justo y necesario (y un poco más allá) de crítica, verdad e incluso insolencia.

Entre tanta crónica de lunes en Las Últimas Noticias sobre el viejo árbol de infancia derribado en el centro de Santiago, abundan en estos urgentes textos imágenes paganas, humorísticas, socarronas, chistes públicos y privados. Y una crítica de la política, así como una política de la crítica.

La mantis en el metro es también un texto abundante en pasajes y reflexiones que acaso enternecen, como las de la primera crónica, titulada “Melody”, sobre una anécdota del autor en sus años de joven escolar ochentero. O como la de los edificios, amorosa en todo el sentido del término. Una belleza.

Carrasco fustiga, y a veces lo hace con candor y en otras con la rabia del que está harto y desea irse a la punta del cerro, como a veces lo hace el propio autor, según podemos leer. Fustiga, y en ese fustigar encontramos pasajes y reflexiones únicos, singulares, preciosos, como cuando relata un encuentro con Jaime Pinos, Pepe Cuevas y la psicóloga Javiera Day en un bar de Valparaíso

La mantis en el metro es todo lo anterior, pero además una fiesta en la que la forma de contar es la protagonista. Un habla que le hace el quite a los lugares comunes, que improvisa sobre la marcha, que zigzaguea como una conversación cualquiera entre dos amigos. Sin esquemas y con hartas chelas heladas. Una fiesta pública entre autor y lector.

 

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Juan José Podestá (Tocopilla, 1979) es escritor y periodista, además de magíster en literatura latinoamericana.

«La mantis en el metro», de Germán Carrasco (Seix Barral de Planeta, 2021)

 

 

Juan José Podestá

 

 

Imagen destacada: Germán Carrasco.

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