[Crítica] «La vida juega conmigo»: Las situaciones límites

En esta novela (Lumen, 2021) se pueden apreciar las fuerzas dramáticas y artísticas que históricamente han marcado los conflictos y las obras de David Grossman: racismo, intolerancia, el odio hacia el otro y sobre todo, violencia en contra de aquellos que son y piensan diferente.

Por Martín Parra Olave

Publicado el 11.7.2021

La última novela del escritor Israelí, David Grossman (Jerusalén, 1954), La vida juega conmigo (Lumen, 2021) está centrada en la vida de tres mujeres: Vera, Nina y Guili, un trío de diferentes generaciones que ofrecen una trama profunda y llena de reflexión.

Además, es importante señalar que esta historia se mezcla con acontecimientos de la vida real: la de Eva Panic-Nahir, mujer que inspira el personaje de Vera, quien fuera amiga del autor y que murió en 2015. Eva fue una sobreviviente al holocausto, y una ciudadana judía nacida en Croacia, que se casó con un oficial serbio, estuvo prisionera y finalmente emigró a Israel.

David Grossman forma parte de lo más granado de la literatura israelí junto al veterano A. B. Yehoshua y el desaparecido Amos Oz. Sus novelas suelen ahondar en el dolor de una tierra en permanente conflicto.

Ahí están los debates morales y el retrato de seres humanos complejos en circunstancias históricas adversas, donde la guerra, la persecución y el desplazamiento parecen ser parte del genoma de un pueblo condenado a vivir alerta y en la férrea defensa de sus ideales y principios.

Grossman ha sido en lo político un constante activista por la creación de dos estados, porque: “la fórmula dos naciones un estado, siendo realista, puede parecer ‘una buena idea’ pero, por desgracia, no es nada factible”, según ha señalado en más de una ocasión.

“Escribo sobre gente que ha experimentado grandes pérdidas o fueron traicionados por su familias y sufrieron un trauma profundo. Elaborar esas historias, no dejar que se fosilicen, contarlo con palabras, analizar el por qué de una forma más madura es liberador. Se trata de añadir capas de humanidad en el relato y establecer una suerte de arqueología humana”, dice convencido de que esta es también una manera de hacer literatura, pues en su obra se puede apreciar el dolor extremo de quienes han pasado por situaciones límites.

 

Los límites de lo humano

Una de las misiones de la literatura sería dejar plasmado por escrito, aquellos acontecimientos para que no sean olvidados, a fin de que un futuro lector se aproxime a situaciones extremas y quizás ancladas en un pasado muy remoto y difíciles de indagar.

Toda vida tiene una encrucijada o un momento épico donde se debe decidir, es el caso de la protagonista de esta historia que tuvo que escoger entre ser torturada durante la dictadura de Tito en la antigua Yugoslavia y perder a su hija, o delatar al serbio del que estaba enamorada.

Una situación extrema, donde los limites de lo humano son puestos a prueba, y donde el carácter juega un papel principal.

¿Qué lleva a los seres humanos a destruir y asesinar por diferencias religiosas o políticas? ¿En qué momento se activa el mecanismo que ve en el otro un peligro mortal? ¿Lleva todo ser humano la semilla del mal dentro de sí?

En La vida juega conmigo se pueden leer las fuerzas dramáticas que históricamente han marcado los conflictos y las novelas del escritor israelí: racismo, intolerancia, el odio hacia el otro y sobre todo, violencia en contra de aquellos que son y piensan diferente.

En definitiva, el último trabajo de Grossman es una narración elaborada y prolija, donde las dimensiones más oscuras de la vida surgen a través de los personajes, hombres, mujeres y niños, que de una u otra forma, son sometidos a las maneras más ominosas de la violencia.

 

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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente es estudiante del doctorado en literatura de la última Casa de Estudios.

 

«La vida juega conmigo», de David Grossman (Lumen, 2021)

 

 

Martín Parra Olave

 

 

Imagen destacada: David Grossman.