[Crítica] «Limpia»: Ese vacío extraño e imprescindible

Una carencia en el cuarto largometraje de ficción de la realizadora chilena Dominga Sotomayor, corresponde a esa visión de clase que no aporta nada personal, y la cual es casi idéntica en todas las obras audiovisuales de origen nacional que abordan el tema de las denominadas «nanas» o asesoras del hogar.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 14.10.2025

No he tenido el privilegio de seguir la carrera completa de Dominga Sotomayor Castillo (40), pero recuerdo muy bien su promisoria ópera prima, De jueves a domingo (2012), la historia de una familia que viaja al norte a plantar un árbol, a reencantarse cuando el amor de un matrimonio ha quedado atrás.

Desde entonces, la directora mezclaba puntos de vista, el de los padres y el de la hija mayor que recibía la carga del conflicto. Un conflicto para nada violento, lo importante para Sotomayor era captar la atmósfera opresiva a pesar de estar en medio de la naturaleza.

Un relato simple, controlada al cien por ciento por la directora, quien ahora vuelve con Limpia, otra historia no tan complicada, donde nuevamente Dominga Sotomayor aporta su punto de vista, un tono sombrío, como pidiendo prestado al cine de terror.

Limpia es una adaptación bien lograda de la novela homónima (2022) de la escritora chilena Alia Trabucco.

Con todo, la temática de las empleadas domésticas (nanas) ha sido bien abordada por el cine chileno. Tenemos como referencia principal La nana (2009) de Sebastián Silva, donde Catalina Saavedra se lucía en el papel de Raquel. Una mujer llevada de sus ideas, de bajo perfil, que escondía una personalidad delirante.

Sin duda que Raquel era un personaje solitario y sus patrones no se inmiscuían.

No olvidar a Play (2005) de Alicia Scherson, una visión más moderna del mundo doméstico, una empleada de origen mapuche, invisibilizada, que observaba la vida desde el prisma de sus patrones.

Las dos cintas aludidas eran introspectivas, la nana vivía en su mundo, en cambio, el personaje de Scherson (Cristina) existía sólo a través de los otros. Es evidente que lo esencial de estas cintas era el punto de vista.

 

La contraposición con «Roma» de Alfonso Cuarón

Limpia (2025) no es la excepción, por un lado, la acertada interpretación de Sotomayor al texto de Alia Trabucco; la directora vuelve a proponer el doble juego de puntos de vista: Estela (la empleada) y Julia (la niña), ambas muy bien interpretadas, debo destacar a Rosa Puga Vittini, en un papel poco usual para una niña, y quien actúa aislada de su núcleo familiar, ensimismada, la que ofrece un extraño vacío imprescindible.

Tengo que hacer un paréntesis. En las tres cintas hay una visión muy pobre de los patrones, una cuestión de clase mirada desde arriba, un poco aburrida, es difícil pensar en madres tan poco complejas, medio tontas, en el caso de Limpia hasta el marido es dibujado como un cobarde insensible.

Volvamos a lo importante. Estela carga con todo el peso de la casa, los quehaceres y el cuidado de la niña. Su rostro, casi invariable, no significa falta de compromiso, simplemente cansancio. Es el punto de vista central de la cinta, ayuda a Julia, es la única persona que la entiende, los padres no se enteran de que su hija es antisocial y muy reservada.

Hay tres secuencias de piscina: inicio, premonición y final. La primera es sólo la niña que no disfruta del agua; en la segunda Estela está soñando e interviene junto a Julia en ese mundo acuático. La película va dando pistas, episodios oscuros: los ratones, el perro que la muerde, la muerte del mismo, hay algo cada vez más siniestro, esa premonición funciona como catalizador de la mala vibra.

En la tercera secuencia, Estela ya no está presente, de hecho, la patrona la echó de la casa. Ella aborda el bus al sur y la llama el guardia del pasaje para contarle la tragedia.

Así, en esta última secuencia, Julia asume plenamente el punto de vista, antes mostrado por omisión, por ejemplo, cuando no jugaba con otros niños o bailando escondida en el cuarto de Estela durante la fiesta de Año Nuevo.

El problema de la personalidad de Julia está latente todo el tiempo, esperando que los adultos se dieran cuenta y en cuanto le falta Estela, simplemente ya nadie la escuchará.

Hay un uso de la cámara lenta, de imágenes oníricas, todas esas escenas son muy precisas. La banda sonora que escucha Estela está muy bien elegida, esa sensación que muchos niños viven, adoptando los gustos musicales de sus cuidadoras.

Es mi obligación comparar el mundo de las empleadas domésticas con aquel que nos mostró Alfonso Cuarón en Roma (2018).

Porque si bien Limpia es un thriller, la visión de Cuarón es mucho más dramática y también más humana. Es un homenaje a las nanas, donde son una más de la familia, también hay diferencias sociales, pero el realizador mexicano no invisibiliza ese mundo paralelo. Roma es una película mucho más compleja y un retrato de época de los años 70, además de contener simbolismos más universales.

Una falencia de Limpia es esa visión de clase que no aporta nada personal, es igual en todas las películas chilenas que abordan el tema. Enriqueciendo a los antagonistas el filme hubiera ganado en profundidad.

Podría significar que la clase alta, los patrones, son todos unos insensibles, pero incluso en ese caso, esa falta de sensibilidad no puede ser exactamente la misma a través de los años.

 

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013), los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014), y las historias ficticias de Pensamiento replicante (Editorial Vicio Impune, 2025).

Otros libros suyos son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023), Vivir atormentado de sentido (Editorial Vicio Impune, 2024) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Limpia (2025).