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[Crítica] «Los pilares del árbol caído»: Acallar la voz a punta de lumazos

El poemario del autor talquino José Luis Muñoz Barrios (Litoraltura Ediciones, 2021) ofrece una visión condenatoria y criminal de la historia de Chile, a través de versos preñados de un sentimiento estético que el autor de este ensayo a denominado: «el telurismo ulterior de un apocalipsis inminente».

Por Elvis Muñoz Cruz

Publicado el 16.10.2021

Los pilares del árbol caído, por Litoraltura Ediciones (2021, vaya año) José Luis Muñoz Barrios (1986), talquino. El imperio romano acuñó el término Ulterior para referirse a la Hispania ulterior (“alius” – otro; “ter” – contraste; “ior” – más que) tierra alejada de los dominios del imperio, pero que pertenecía a él.

De allí que Ulterior signifique algo así como “eso de más allá, pero que es de acá”. Esa dicotomía enfrenta el hablante del poemario.

En los primeros poemas se hace evidente el distanciamiento paradójico de una voz cercana que se apropia (aunque es también lo propio) “de un paisaje después de una batalla” como refiere la primera ilustración del libro.

Aparece el Tony Caluga, en un canto triunfante frente a la desgracia; reluce la década de los 80, como en una fotografía desgastada y casi abandonada, pero que resurge, en cuanto a sus dilemas político y sociales, en el escenario piñerista y “su bancada de fascistas pencas”. El hablante se recuerda, como en un despertar pesadillezco: “que nunca se han respetado los DDHH en AL”.

El mismo sentir plasma en cuanto al rock, los juegos de azar, “un teclado charcha”, la carencia de las provincias, son todos cantos a una época pasada, pero tan presente aun en la cotidianeidad de los discursos, de las prácticas sociales y de la realidad circundante.

Es un paisaje ulterior, claro, un canto desde acá sobre el allá (del ahora sobre el antes, si lo quieren, aunque eso sería posterior), pero que ambos se pertenecen y se cohabitan.

La voz deambulante de los poemas se debate entre lo “post” y lo “retro”. Y es que vivir en el siglo XXI con los ojos del XX, no es cosa fácil, lo sabemos todos ¿cierto? Todo ha cambiado, pero alto, nada ha cambiado.

Quizás, como Abraham Lillo Machuca, mordemos, también, “las indecisiones de un maquillaje que cubre la tristeza hecho payaso”, acostumbrados a vivir en medio de la “coima y la mala política” de la “tecnología empresarial” en un “flash back interesante de los 80”.

Y así se cae el telón del primer acto, pero no sin antes retrotraernos, muy a la consonancia de los tiempos agitados actuales, a la humillante imagen del “paco” traicionero, y como no llamarse Ibáñez, si de eso se trata este juego de post y retros.

Como si esta remembranza de lo que es la historia chilena estuviese condenada al criminal acto de acallar la voz a punta de lumazos.

 

El peso del espacio geográfico

El giro discursivo que toma la obra responde a una búsqueda de redención, pero condenada al fracaso. “En parrón de paisaje”, “Un lugar donde”, “Atacama”, entre otros, se expresa un telurismo caótico.

Eric Dardel (2013) en su libro El hombre y la tierra plantea la tesis que el ser humano y su libertad es manipulado y amenazado por el entorno geográfico, dice: “Prisionero y, algunas veces ahogado, el ser humano encuentra en ciertos momentos un refugio o un hábitat”.

“Prisionero y ahogado”, así emprende el viaje el hablante al norte de Chile para experimentar un: “cataclismo del no nuevo día, del no nuevo siglo, adivinando el acertijo de borrachos cansados”.

Recorre Atacama: “en medio de sus adobes marchitos”, sintiendo el peso del espacio geográfico, ese telurismo que hemos sentido todos/as ante la naturaleza, pero en el caso del libro esta natura se manifiesta con la mezcla angustiante de la modernidad y sus espacios construidos ¿Cuál es la única salida?

Por una parte, la evocación del suicidio o la llegada de: “la pelá y sus besos de cenicienta”.

En otras palabras, es el espacio, con sus mezclas de naturaleza y adobe, lo que abruma al hablante y lo hace sentir: “un minúsculo peleador hecho furia”.

Desde este sentimiento se entra a una descripción de un mundo y una vida banal.

Un recorrido urbano, rural, poblacional, villano, donde se destaca la pesadumbre, sin embargo, en este recorrido cohabitan personajes, cuyas historias se tejen de forma narrativa (aspecto novedoso que no estaba trabajado como aquí en los libros anteriores).

Aparecen haitianos migrantes, como mariposas veloces en bicicletas, un barman migrante también, un tal Lucho Martínez, con su historia política patriótica y militar que quiere redimir; Nibaldo Cerda, con una conducta sospechosa; Pablo, un kioskero, rockero, ajedrecista; un cuátiko leo marginal (fallecido y abandonado al parecer) con el que se cruzan palabras amenazantes; y un monólogo dirigido a un perro fiel que come pasto. Todos micro relatos que bien podrían ser piezas de un rompecabezas novelesco.

Y así se va cerrando esta obra, con un surtido de ideas apocalípticas, en las que ni el profeta Isaías se salva. Existe un tono futurista de hecatombe explosiva, un torbellino de malos augurios para el planeta.

Y cómo no, si esta pandemia nos tiene abatidos, viviendo entre pantallas, videollamadas y contactos vía mail. Por eso cierra el texto una alusión a una geometría caótica, que nos invita, en el último poema a: “destruir y perdonar”.

Quizás sean estas últimas reflexiones las que le dan sustento al título del libro. Un árbol abatido, derruido, pero que descansa en pilares, no en raíces. Pero que ofrecen también un fundamento sostenedor de una vida pasada.

Nuestro mundo se ha transformado en ello, en un conjunto de experiencias esparcidas, como frutos secos de un árbol caído, que descansa en pilares artificiales que, si bien entregan estabilidad, no tienen la fuerza de una raíz para alimentar los frutos.

Un mundo estéril que ofrece la posibilidad del perdón, del auto perdón humano. Pero no hay que olvidar que un árbol caído, por muchos pilares que tenga, no da sombra.

 

Bibliografía:

—Dardel, E (2013). El hombre y la Tierra. Naturaleza de la realidad geográfica. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

 

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Elvis Muñoz Cruz es el facilitador del Programa PACE de la Universidad Católica del Maule.

 

«Los pilares del árbol caído», de José Luis Muñoz Barrios (Litoraltura Ediciones, 2021)

 

 

Elvis Muñoz Cruz

 

 

Imagen destacada: José Luis Muñoz Barrios.

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