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[Crítica retro] «El primero de la familia»: Realidades incómodas

Dirigido por el realizador nacional Carlos Leiva Barahona, este filme exhibe como pocos créditos chilenos la miseria de una familia de clase media baja, el hacinamiento en el cual pernoctan sus integrantes, y una vivencia de la sexualidad atormentada y torcida, que recorre a la totalidad de este excelente largometraje.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 13.12.2020

Esta cinta es la prueba de que con escasos recursos y unos minutos menos de metraje se pueden hacer maravillas. La historia transcurre en un barrio periférico y sus personajes resultan arquetípicos.

Podríamos encontrar cientos de casos similares en nuestras poblaciones, no obstante, la película insiste en el naturalismo descarnado para mostrarnos realidades incómodas.

Mientras Aquí no ha pasado nada mostraba el mundo ABC1 y Rara a la clase media progresista, la película de Leiva Barahona se ocupa de las barriadas. Las tres muestran a la sociedad chilena desde distintas aristas, pero El primero de la familia (2016) incorpora a un personaje omnipresente: la miseria.

Cada toma del fotógrafo Felipe Bello está cargada de fealdad, de claustrofobia, pero aquí no hay un estereotipo de la pobreza, es la miseria calando hondo en cada uno de los personajes, mutando su ADN, para convertirlos en otros seres engendrados por la falta de oportunidades.

La familia tiene buenas intenciones, quiere que su primogénito salga de ese entorno y saque la cara por todos los que quedarán atrás.

Pareciera que la familia quisiera ocultarle la miseria, como si fuera retardado y no se diera cuenta que la atención que le han brindado significa que a su hermana la dejaron de lado, la sacrificaron para que él surgiera de entre las aguas servidas que se cuelan desde el alcantarillado.

Más que una metáfora de la descomposición que infunde el entorno sobre la familia, cada una de las historias particulares está contaminada: la madre fue mal operada y no puede acceder a otro tratamiento más que a unas muletas.

El padre recibe un salario insuficiente para llevar a la casa, su mujer no lo respeta, pero en la despedida, cuando el esposo balbucea un discurso por el hijo, la esposa lo mira con emoción, como a otro hombre, nuestro hijo salió «habiloso», vocablo tan chileno dentro de diálogos soberbios.

Tienen el agua hasta el cuello, pero a Tomás le dan unos pocos pesos para que se dé sus gustos en el extranjero. Es el hijo mimado, todo se le permite, pero la miseria, el hacinamiento, quizás fue el alumno más pobre de Medicina.

Introvertido, observa a su hermana con ojos libidinosos, en la oscuridad que lo atrapa y su hermana lo entiende, supuestamente será el primero que salga de esa pocilga, pero Tomás lleva impreso en sus genes algo de lo que no podrá escapar.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013)El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014), El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015), además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Su último libro puesto en circulación es la novela Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: El primero de la familia (2016).

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