[Crítica] «Tiempo prestado»: Una obra que pertenece a todos los continentes

La producción del autor belga Germain Droogenbroodt, de cuya bibliografía se reúnen en este volumen tres de sus libros («El camino», «Contraluz», y «La efímera flor del tiempo»), ha sido catalogada como una poesía tendida al modo de un extenso puente entre las culturas occidental y oriental.

Por Rafael Carcelén

Publicado el 16.6.2022

Los tres libros aquí recogidos, entre quince de los poemarios publicados, compilan, y sobre todo ofrecen al posible nuevo lector de sus versos, una parte selecta y esencial de la ya dilatada trayectoria poética de Germain Droogenbroodt (1944).

La publicación en 1998 de El camino, marcó un antes y un después en esa trayectoria: si su poesía inicial se decantaba por una temática amorosa (Cuarenta en la pared, su primer libro, de 1984), seguidamente, en ¿Conoces el país? Meditaciones en el Lago de Como, aparecerá su interés por la naturaleza y la meditación de lo trascendente.

Un interés, una creciente curiosidad, que ya nunca abandonarán sus versos. En la misma línea neorromántica se mantendrán Palpable como la ausencia o En el silencio de tus labios, si bien en ellos se instala ya una sed de saber, un anhelo trascendental y metafísico, que será decisivo desde entonces.

Otros dos libros suyos, Conversación con el más allá y Amanece el cantor, dedicados a dos de sus poetas favoritos —el holandés Hans Favery y el español José Ángel Valente— muertos por cáncer, conforman el ciclo dedicado a la muerte y donde la más honda meditación se alterna con la gravedad desgarradora, en un proceso de progresiva asunción serena.

Los tres libros aquí recogidos (El camino, Contraluz, La efímera flor del tiempo) formarían parte del ciclo vitalista, de tonalidad más filosófica y tantas veces mística, de afirmación de la naturaleza y de su potencia generadora, fértil, siempre renaciente.

Cabe señalar, para evitar equívocos, que toda esta diversidad de temas (el amor, la naturaleza, la vida y la muerte) convergerá a menudo y, como en vasos comunicantes, se entrecruzarán en un mismo libro e incluso en un mismo poema.

 

Un lenguaje emotivo

En El camino, Germain Droogenbroodt: «se acerca a la tradición del pensamiento oriental sin abandonar su propia tradición occidental. Mira en su interior para buscar allí la palabra, y la meditación, siempre en pocos versos, encuentra la iluminación o la perplejidad. Poesía escrita desde el desconocimiento y que anhela el conocer, quizá el encuentro de la salvación en la fusión de las partes en un todo. La percepción sorprendida del lector acoge unos poemas que, a través de la imagen, le llegan como iluminaciones filosóficas o sagradas. Se trata de un libro afortunado de poesía de tono metafísico».

Así subrayó el premio Cervantes Francisco Brines la aportación de este singular poemario. Otro poeta, Antonio Enrique, describe los poemas de este libro como: «hermosamente plásticos, absorbentes, casi obsesionantes», obligándole a leerlos y releerlos una y otra vez.

Escrito en marzo de 2002, en Ronda —pintoresca ciudad del sur español donde Rilke compuso en 1913 su Trilogía española—, Contraluz supondrá un repliegue respecto al libro anterior en tanto que confirma el valor de la belleza y lo transcendente por oposición a lo artificial y materialista de un mundo regido por el consumismo y el entretenimiento banal.

Es decir, una luz consumista y espectacular que nos deslumbra, pero que no nos nutre, frente esa otra que ilumina y va nutriendo nuestro interior hasta transformarnos y a la vez acercándonos a lo que de valor hay en el mundo natural que nos rodea.

En el más reciente, La efímera flor del tiempo, de 2016, el lector se adentra en ese mundo donde naturaleza, lirismo y pensamiento conforman ya un territorio personal muy reconocible. Con el tono oracular y la densa brevedad de sus mejores poemas de El camino, encontramos infinidad de imágenes que nos transmiten la fugacidad irreparable que el paso del tiempo conlleva: las de las nubes o el relámpago son aquí premonitorias.

Y lo hace, por un lado, con un lenguaje que va ganando en capacidad afectiva y emotiva y, por otro, con una preponderancia de la fugacidad y la muerte como ejes transversales. Poemas atravesados de una aromática delicadeza, nuestro poeta bien podría afirmar con el argentino Antonio Porchia: «De un árbol de cien años, he mirado las flores, de un día».

Del mismo modo, su estilo es inconfundible en los tres libros. Una naturalidad expresiva llena de gran madurez y hondura, y donde la capacidad de sugerencia o el principio de que menos es más constituyen una poética que, aun sumergida en distintas tradiciones, tiene un aroma muy propio.

Caracterizado por la brevedad, la cortedad del decir, y una extrema contención incluso, que potencian esa serena intensidad, ese equilibrio contemplativo capaz de sumergir al lector, a quien escucha los versos, en su propio mundo interior. Y sin apenas percatarse.

Traducido a veinticinco idiomas, en toda la obra poética de Germain Droogenbroodt es patente el diálogo con las tradiciones más remotas del Vedanta, el budismo zen, el taoísmo, el Antiguo Testamento o la Grecia clásica. Y que, a la vez, nunca renuncia a la experiencia de lo más sensible y cercano.

He ahí la clave para percibir su breve delicadeza, su musical y nutritiva corpulencia: la apertura de todos sus sentidos, la vastedad de su mirada o el no condicionamiento de su decir.

Una poesía tendida como un extenso puente entre las culturas occidental y oriental, que tanto conoce el poeta, traductor él mismo de muchísimos poetas del continente asiático o del Oriente más próximo.

Un puente además como diálogo siempre inacabado, que no ha dejado de tenderse con otras expresiones artísticas como la pintura o la música.

Escribe Anise Koltz, la más prestigiosa poeta de Luxemburgo, a propósito de estos poemas: «una poesía que pertenece a todos los continentes, a todos los tiempos, y que golpea por su sabiduría y su equilibrio».

Disfrútenla en estos tres libros.

 

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Rafael Carcelén (1961) es profesor y escritor. Como poeta, la Universidad de Alicante publicó en 2018 una selección de sus poemas amorosos, Por amor al arte, traducidos al francés por el alumnado de la Facultad de Traducción de dicha Universidad. Como traductor, colabora con el poeta belga Germain Droogenbroodt, afincado en Altea, en la traducción de toda su obra.

También ha realizado, entre otros trabajos referidos a la poesía, la introducción a una selección antológica del poeta portugués Eugenio de Andrade, una antología de poetas nicaragüenses y otra de poetas argentinos del siglo XX.

 

«Tiempo prestado», de Germain Droogenbroodt (Independently Poetry, Cima Collection, 2022)

 

 

Rafael Carcelén

 

 

Imagen destacada: Independently Poetry.