[Crónica] Contrasentidos porteños

En el Club Alemán de Valparaíso todos los muros de una inmensa sala están cubiertos por cuadros de distinto tamaño de la artista chilena Lenka Chelén Franulic, una obra que ha estado expuesta en grandes lugares de América y Europa, y a cuyo estilo y estética se la conoce como «naif»: colorida, sutil, simulando una mirada ingenua y casi infantil, llena de pequeños detalles y mostrando una recreación de espacios reales, de un puerto, una ciudad, un parque.

Por Jaime Hales Dib

Publicado el 6.6.2025

Está amaneciendo en Reñaca y vemos los primeros rayos de sol que caen sobre Valparaíso. Mientras tomamos desayuno, Maru me propone que vayamos a ver la exposición de Pinturas de Lenka Chelén, en el Club Alemán del puerto.

Luego de atender mis consultas de Tarot en la mañana, salimos cerca de las 12 y tomamos la ruta que bordea el mar. El día está hermoso, el cielo muy celeste, el sol brillando —aunque la temperatura no pasa de los 16 grados— el océano de un azul intenso. Poco viento. El camino está despejado y salvo aquellos locos que no saben que la velocidad en la ciudad no puede ser superior a los 50 kilómetros por hora, nada interrumpe nuestra tranquilidad.

Valparaíso es una ciudad pintoresca. No soy hincha, pero sé apreciar que es una ciudad como ninguna otra en Chile y probablemente pocas en el mundo. En ella conviven riqueza y pobreza, lujo y sencillez, intentos de cuidados urbanos en los más hermosos edificios, pero que exhiben un descuido total de los muros de las plantas bajas, expuestos a la barbarie callejera.

En esta ciudad pasan cosas insólitas: como que con fondos fiscales se financie a un artista que hace su obra con objetos patrimoniales robados por él mismo y sus amigos en edificios y otros lugares protegidos. Es decir, el Estado financia a quien daña los bienes que el mismo Estado debe proteger. Notable.

Así, este hecho sólo se puede equiparar a esa señora abogado que, cuando le preguntaron por qué no había ayudado al ministro de la cartera haciéndole ver que un decreto era manifiestamente contrario a la Constitución, dijo:

—Porque yo sólo debía informar si se había cumplido con todas las firmas del documento.

Eso se exacerba en esta ciudad, donde todo está entremezclado. Podríamos hablar de la riqueza del desorden y, si algunas intervenciones no fueran tan horrendas, alguien podría agregar que en este desbarajuste urbano se aprecia la belleza de la vida de los porteños y sus visitantes.

 

La intensidad de la existencia

Vamos en busca del Club Alemán. Para ello hay que avanzar por una avenida que abruptamente está cortada por barreras, que no explican nada ni dan alternativa. Damos muchas vueltas en busca de la Calle Salvador Donoso número 1337.

Tomamos, desde Eleuterio Ramírez, la calle Chacabuco, luego de cruzar Yungay (no puedo evitar preguntarme por qué Chile está lleno de calles con nombres de lugares bélicos o militares y muy pocos de artistas o intelectuales) avanzamos por Chacabuco y de pronto Maru me dice:

—Esta es Salvador Donoso.

Sin aviso, la calle cambió de nombre. Difícil estacionarse. Toda la calle tiene letreros que prohíben el aparcamiento, pero el lado izquierdo (donde la ley prohíbe estacionar a menos que esté expresamente permitido), está repleto de automóviles. Finalmente, una cuadras más lejos, encontramos un espacio, al lado izquierdo ciertamente, pero ése es un lugar de pago.

Caminamos hasta el Club Alemán, una enorme casona, muy antigua, cuyo estado de conservación deja mucho que desear. Los muros exteriores, la antigua puerta, las ventanas, que debieron gozar de esplendor en una época lejana, ahora se aprecian muy deteriorados.

El letrero que anuncia que allí dentro funciona un lugar para comer, no es propio de una institución que tiene 187 años de antigüedad y que agrupa a la colonia alemana de la zona, incluyendo a las grandes navieras.

Un mesonero muy amable, no sabe que allí hay exposiciones de arte y no ha escuchado de nuestra pintora. Le pregunta a otra persona, un hombre que ignora la cortesía y nos dice que hay dos exposiciones, pero una no se puede ver porque están reparando el salón.

—Veamos si pueden ver la otra. Tengo que hacer un llamado por teléfono.

Maru es más paciente que yo. Camino por los pasillos y miro el fino y muy bien tenido piso de madera. Es lo único en buen estado de uso y conservación, además de la alfombra que cubre una majestuosa escalera por donde el improvisado guía nos lleva al recinto de la exposición disponible.

¡Es la de Lenka Chelén!

Todos los muros de una inmensa sala están cubiertos por cuadros de distinto tamaño de la artista chilena. Su pintura, que ha estado expuesta en grandes lugares de América y Europa, se la conoce como «naif». Colorida, sutil, simulando una mirada ingenua y casi infantil, llena de pequeños detalles y mostrando una recreación de espacios reales, de un puerto, una ciudad, un parque.

Otros cuadros representan acciones de los pueblos, actividades diversas, casi todo impregnado de una intensa alegría de vivir, que nos invita a descubrir en los pequeños detalles la intensidad de la existencia.

Fotografío a Maru delante del cuadro que a mí más me gusta y ella a mí en el que se llevaría para su casa.

 

El mar azul intenso

Hermosas obras en un gran salón que, salvo el lucido piso de madera, demuestra un descuido imperdonable que se traduce en falta de respeto por el arte y por la artista. En los muros, al lado de los cuadros e incluso ocultando parte de algunos, se apilan cubiertas de mesas, sillas, trapos y manteles, letreros en desuso.

No hay una mesa con un libro para dejar comentarios, no hay un panel destacando la exposición, ni en la puerta del edificio ni adentro, no hay información sobre quién es la artista. El arte siempre debe ser exhibido en un espacio armónico que le proporcione un marco apropiado; no es el caso del Club Alemán.

Lenka Chelén Franulic, honra al puerto exponiendo sus cuadros. Ella, artista de 82 años, tiene una lista interminable de exposiciones y premios recibidos por su creación, tanto en Chile como en el extranjero. Me pregunto: ¿Cómo se tratará en esta ciudad, en este Club Alemán, a los pintores que están empezando su camino?

Pero este es el contrasentido: la belleza de su obra es como un rayo de luz y alegría en medio del desorden, del deterioro, de la falta de preocupación. Los que entregan el espacio para exponer no se dan cuenta de lo que están recibiendo, del favor que les hace la pintora. En la decadencia de este espacio, la obra de Lenka permite decir que aún hay vida en el arte y arte en la vida.

El atochamiento para regresar por el mismo camino, fue compensado —otro contrasentido— con la enorme belleza de grandes edificios antiguos, cientos de gaviotas en los techos de construcciones abandonadas y el mar azul intenso que es otro gran regalo de este día.

 

 

 

 

 

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Jaime Hales Dib (1948) es abogado formado en la Universidad de Chile, poeta, narrador y profesor.

En 1995 fundó la Academia de Estudios Holísticos SYNCRONIA, luego fue agregado cultural en México, y también formó parte del directorio y fue secretario general de la Sociedad de Escritores de Chile.

Además, integró el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, participó en la comisión redactora de la Ley del Libro, fundó la Editorial Casa Doce, ha publicado varios textos de su autoría y ha dado recitales poéticos en diversas ciudades de Chile y en el extranjero (Francia, España, Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay, Argentina y México).

 

Jaime Hales Dib

 

 

Imagen destacada: Maru (por Jaime Hales).