Te aviso que tu malhadada intervención en las deliberaciones del comité doctoral (consumada durante la jornada del lunes 9 de diciembre de 2024), merece una solución justa y necesaria, con el propósito de evitar —injustificadamente— el dolor y el rechinar de dientes de decenas de personas.
Por Micaela Souta
Publicado el 21.2.2025
—¿Cómo va el fin de tu verano? —le pregunto a «El Dekano».
—Bien, aquí en Maitencillo —me responde la autoridad.
—Así es, me fijé que por estos días no estabas ubicable en la Pobla Brava. Aunque he notado que un joven saca a pasear a tu perro café, y que el gato sale a hacer de las suyas por las noches.
—Ja, ja, ja. Salí a disfrutar de unos días estivales, pero sigo con la gestión y la coordinación de la mafia.
—¿A tu asociación ilícita te refieres?
—Se trata de gente honorable, no les faltes el respeto.
—Lo dudo, inventar falsos incidentes de tipo sexual con el fin de obtener objetivos ‘académicos’ y urbanísticos, además de enlodar con una bajeza de tamaña inmoralidad la reputación de terceros, con todo respeto, creo que no es muy honorable, Fiódor Ilich.
—No tenemos otros argumentos, y por lo demás, tú te lo has buscado.
—Ja, ja, ja. Escúchate, Fiódor. ¿Cómo es que yo me lo he buscado? ¿Me lo podrías explicar, por favor?
—No seaí, pesao, güeón, oh, simplemente no se nos ocurre otro tema: tamos con más sequía creativa que los guionistas de la Productora Metáfora.
—Ja, ja, ja.
—No es para la risa —me llama la atención con firmeza Fiódor.
—Claro, ahí le roban las ideas hasta a los muertos. No respetan a nada ni a nadie. La antropología cristiana no existe para ellos, ni ningún tipo de antropología, en verdad. Y mucho de lo que has hecho en mi contra es con el propósito absurdo, en tu delirio malsano, de creer que con eso ibas a ‘parar la causa’ que involucra a tu gente, y dejar libre de polvo y paja al Memo.
—Yiaaaa, pero para despistar esos cabos he involucrado en la estructura de mi mafia a gente de diversos lados, con el objeto de hacer parecer que no es así.
—Te salió mal, se nota que lo hiciste a la rápida, pues de alguna forma todos terminan relacionados con la Pobla Brava de Provi: la señora Maureen, la iñora Carla, el colorín de la Ada, la arrendataria de la Comadre Ketita, los fantásticos Ramírez, el chicoco Silva, la polola del nieto de la Adrianita, los integrantes de la Casa del Tatuaje, los cholitos del minimarket, la Alicita que se cree defensora de los derechos humanos y de respeto al otre, pero que no aplica lo que predica, la hija del Caballero de las Empanás, en fin. Es cansador seguir. Además, en otros diálogos ya hemos abordado con largueza y profusión el tema. Continuaré cuando corresponda.
—¿Cansador o es que simplemente no sabes, perrín?
—¿Quieres que siga?
—Mencionas a la señora Maureen, quien es casi una excéntrica de patio.
—Tú lo dices, no yo.
—Y se te olvidó anotar a la Carmencita y a su nieta.
—Para que caigas en la cuenta de la inmensa inmoralidad de tu actuar, Fiódor Ilich. ¿Cómo provocas que una señora de casi 80 años de edad, con toda esa experiencia de vida a cuestas, le enseñe a su nieta que las mentiras y la execrable difamación sexual en contra de su rival de turno son el camino para salir airosa frente a los problemas y lo avatares que le pueda plantear la existencia?
—No seas ingenuo, ¿ahora te explicas porque tenían más de cinco prostíbulos al interior del condominio?
—Ja, ja, ja. Están todo el día pensando en la leserita, los jetones. Ojo, que todavía les queda un puterío adentro.
—El Presidente de la comunidad me dijo que lo iban a sacar.
—Ese gallo es más turbio que la cresta.
—No difames.
—Ja, ja, ja. A ese güeón que se hace llamar el ‘Presidente’ le revisai el celular y te encontrai con más sorpresas que los triángulos de Bermudas que hay en el iphone del Hermo, poh compadre.
—Le estai poniendo.
—No le pongo. Mira el caso de la iñora Carla.
—¿Por qué le dices iñora y no señora?
—Porque creo que es de Coltauco o de Vichuquén pal interior, la iñora.
—Ja, ja, ja.
—Trabaja en el Templo a la vuelta de la esquina y su moralidad es igual a cero.
—No juzgues a la gente.
—Para nada, no lo hago, simplemente te describo hechos, Fiódor Ilich.
—¿Qué hechos?
—La inmoralidad de la iñora Carla.
—A ver si coincidimos.
—Tiene en el cahuín metida a su hija que es una cabra chica, y a la polola de esta última, ya es como mucho, creo ¿o no?
—Dime más.
—Es otra persona honorable —que como lo hace la Carmencita—, le enseña a su hija chica que mediante el camino del embuste y de la mentira, es que se consiguen los triunfos en el día a día de la vida.
—La gente hace lo que puede, y solo nos defendemos.
—Ves, por algo existe el Sename.
—Ya, para la güeá.
—No pararé hasta que esto se solucione.
—El asunto no está en mis manos.
—Pero voh lo comenzaste, poh.
—Olvídate y da vuelta la página.
—No lo haré, seguiré hasta el final. Me quedé pegado.
—Cambiemos de lado en el cassette. ¿Qué estai leyendo, güeón?
— ‘La noche del oráculo’, de Paul Auster.
—No lo he leído.
—Te haría harto bien, Fiódor Ilich, tenís que ilustrarte más.
—No tengo tiempo. Mis labores y cargas académicas ocupan todo mi tiempo. Apenas ya leo diálogos teatrales.
—Pero se nota que te hay leído completos los textos de Donatien Alphonse François de Sade, y que en la descripción de partusas ficticias no te la gana nadie.
—¿Quién es ese güeón, un cuico francés? Yo soy revolucionario y de la Pobla Brava de Provi, y ni ahí con los nobles y sus güeas antiacadémicas.
—Ja, ja, ja. Sin embargo, no fueron muy académicas tus actuaciones del lunes 9 de diciembre de 2024. Más bien fueron delictuales.
—Era mi deber de decano hacer lo que hice.
—¿En serio?
—Si poh.
—¿Puedes explicarme la fundamentación de esa manera tuya de pensar?
—Dejémoslo para un próximo capítulo, que estoy en Maitencillo y quiero disfrutar de la playita y del mar y de esa agüita salada que me cura del reumatismo. ¡El solcito y su luz me esperan!
Seguimos.
***

«La noche del oráculo», de Paul Auster (Editorial Anagrama, 2024)
Imagen destacada: Paul Auster (1947 – 2024).