[Crónica] El retorno a Primera del «viejo y querido» Magallanes

Por fin volvió al fútbol grande de Chile —para la temporada regular a disputarse en 2023— el equipo siempre recordado en sus comentarios dominicales por el desparecido Julio Martínez, y el cual disputará los próximos días, asimismo, la final del torneo de Copa, con otro ilustre de nuestro balompié: la antigua Unión Deportiva Española.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 2.11.2022

El sábado 24/01/1987, Magallanes disputó el que hasta hoy es su último partido en Primera División. En el Estadio Santa Laura, frente a Audax Italiano y ante 1.492 personas, que dejaron apenas 177 mil 600 pesos de recaudación, el cuadro ‘carabelero’ igualó 1-1, en condición de visitante, con anotación de Franz Arancibia.

Los ‘albicelestes’, fundadores del profesionalismo y los primeros tricampeones del fútbol chileno, llegaron a este encuentro ya descendidos a Segunda División (actual Primera B), al igual que su contrincante, lo que transformó el encuentro, en que sólo se disputaba qué equipo terminaba como colista, en un ‘lúgubre espectáculo ante escasa concurrencia’, de ‘monótono desarrollo que sólo se alteró al final’, según el reporte de Juan Carlos Cordero en la revista Triunfo.

Un año después de su participación en Copa Libertadores de América, en la que incluso logró un triunfo en el Estadio Centenario de Montevideo frente a los uruguayos de Bella Vista, Magallanes llegaba al campeonato de Primera División de 1986 luego de terminar en décimo lugar en el torneo de 1985 y de superar apenas a San Luis y Unión La Calera en la Copa Chile.

En el plantel magallánico destacaban el experimentado arquero Adolfo Nef, quien había llegado en 1982 al equipo tras sus pasos por Universidad de Chile —donde integró el Ballet Azul—, Colo-Colo —club en que fue miembro del mítico equipo de 1973— y Universidad Católica; el defensa Eduardo Vilches, formado en el club y quien posteriormente sería campeón de América con Colo-Colo; el talentoso volante Claudio ‘Fino’ Toro, y en delantera, el tridente conformado por Carlos Rojas, el uruguayo Horacio Italiano y el brasileño Joao Ananías.

Respecto al equipo que disputó la Libertadores, ya no estaban Fernando Medina, quien había partido a Everton, el experimentado mediocampista Jaime Vildósola, el brasileño Benedicto Pereira, y los delanteros Rodrigo Santander e Ivo Basay, quien fue el máximo goleador del campeonato de Primera División de 1985.

Ya anteriormente habían dejado el cuadro afincado en San Bernardo Arturo Jáuregui y Luis Pérez, dos de las principales figuras en la clasificación de Magallanes a la mencionada Copa Libertadores de América de 1985.

De esto ya se quejaba durante la temporada 1986 el ‘Gringo’ Nef, quien en conversación con Revista Triunfo se lamentaba: El 83 comenzaron los problemas económicos que han derivado a la crisis actual de financiamiento. Las recaudaciones son muy bajas, y la única forma de sobrevivir es vendiendo jugadores. (…) Cada año se desarmó el equipo, con todo, este cuadro actual no es para estar donde está.

El descenso de Magallanes, equipo que vivió graves problemas económicos durante la temporada y que ocupó el último lugar de la tabla de posiciones casi todo el campeonato, se produjo en la fecha 29, a cinco jornadas del final, luego de la derrota 1 a 2 ante Naval de Talcahuano en el Estadio Municipal de San Bernardo y tras el paso de cinco directores técnicos por la banca ‘carabelera’.

Para la historia, la última oncena de Magallanes en Primera División fue con Adolfo Nef en el arco; Nelson Cuevas, Eduardo Vilches, Emiliano Astorga y Juan Carlos Díaz, en defensa; Héctor Olivos, Octavio Fritz, Claudio Toro y Francisco Eulogio, en mediocampo; Marco Tamayo y Hugo Vera, en delantera.

En el primer tiempo, a los 36 minutos, Alejandro Arancibia reemplazó a Eulogio, mientras que en la segunda parte, a los 16 minutos, Alexis Sandoval ingresó en lugar de Cuevas.

Después de 36 años, Magallanes vuelve a la Primera División del fútbol profesional chileno, luego de una campaña brillante, como en los viejos tiempos, aquellos dorados años 30.

 

Reverdecer la gloria deportiva

Club y equipo modestos, avecindado hoy en día en la comuna de San Bernardo, la misma pequeña patria del poeta Manuel Magallanes Moure, que luce también el apellido epónimo del gran navegante portugués.

Aquí se reforzó su fiel hinchada y creció la bandita carabelera que acompaña las singladuras del esforzado equipo por los verdes mares de las canchas, al son de su música festiva. Hinchas abnegados y pacíficos, que no agreden ni destruyen estadios; espectadores fervientes a la antigua usanza, cuando el fútbol era convocatoria familiar y no disputa bárbara entre odiosos enemigos.

Mi hermano Antonio, cuando niño, era hincha furibundo de Magallanes y lucía la camiseta albiceleste —la misma de Racing de Avellaneda y la Selección Argentina— en las pichangas del barrio Ñuñoa, cuando jugábamos en el Manzanal, frente a nuestra casa de Exequiel Fernández 690.

Años más tarde, descendió Magallanes a la Segunda División y Toño eligió a la Universidad de Chile como su club de Primera; no se lo reprocho, porque él estudiaba en la Casa de Bello y la U aún se identificaba con la universidad, antes de que se apoderaran los maleantes de su parcialidad futbolera.

Años 40, 50, 60, de los clásicos universitarios y las fiestas estudiantiles y culturales. Algo impensado hoy, como una película en blanco y negro rescatada del tesoro de la memoria, cuando rememorábamos las glorias deportivas leyendo la revista Estadio.

Ayer vi el partido en que Magallanes venció a Recoleta 2 a 0, gracias a la tecnología, en mi «estadio» de 50 pulgadas, merced al regalo de mi hija Sol para contar con TNT Sport. Disfruté el match, después de haber visto siete derrotas sucesivas del club de mis amores, la Unión Española, esa «furia roja» que hoy no da ni para berrinche…

Felicito a mi querido hermano Toño, a mi sobrino Rafael y a todos los hinchas y simpatizantes de la ilustrísima academia. Magallanes es nombre de proezas, también sobre el césped, tras esa bola de cuero que aprendimos a querer en la remota infancia.

Como colofón de los recuerdos, agrego el breve comentario de mi hermano mayor, Antonio, que corrobora su afección y refresca la memoria:

Revisando el baúl de los recuerdos, encontré una tarde de septiembre de 1945, en la que mi padre (Cándido Moure Rodríguez), deseando que yo heredara su afición a la Unión Española, me llevó al acogedor Estadio Santa Laura, a ver el partido de la Unión con Magallanes.

Contrariando a los pronósticos, Magallanes jugando elegantemente ganó por 3 a 0, y Cándido no pudo evitar que su primogénito eligiera a la Academia como el club de sus amores.

¡Viva al Manojito de Claveles!

¡Viva Magallanes!

 

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Magallanes campeón de la Primera B 2022.