[Crónica] Entre la ficción y la injuria: El zarpazo de productora Fábula a la memoria de Óscar Peluchonneau

Un nuevo capítulo de la grave crisis ética que padece el cine nacional —esa cuestionable industria a la cual todos los chilenos estamos obligados a financiar a través del Estado—, se vive con la resurrección de la controversia acontecida en 2016 por el estreno en salas del filme «Neruda» del director Pablo Larraín, a raíz de la utilización de nombres correspondientes a personas reales, con el fin de dramatizar un largometraje de ficción audiovisual.

Por Antar Venegas Novakovic

Publicado el 25.12.2025

Lo sucedido a la familia Peluchonneau es un caso más de apropiación —por parte de actores prominentes del mundo cultural chileno—, en torno a nombres, biografías y rasgos identitarios de personas reales, para luego utilizarlos como materia prima narrativa de series y obras audiovisuales destinadas a las plataformas del streaming.

Una violenta expropiación espiritual que los creativos del cine nacional realizan sin consentimiento, sin reconocimiento autoral y sin consideración por los efectos personales, familiares y simbólicos que dicha agresión intelectual produce en la psicología de los afectados.

Todo ello en medio del silencio hiriente del circuito académico propio de las artes escénicas y de la industria cinematográfica locales, quienes por lo demás se ufanan de crear contenidos tan ricos en valores, en ética, y de respeto irrestricto a la dignidad y a los derechos humanos de las personas.

Di con esta historia investigando los llamados «delitos contra el espíritu» —quien roba una obra, roba una vida— una frase que corresponde a uno de los subtítulos del capítulo V de Sobre el plagio de Helene Maurel-Indart, titulado «El plagiario: un personaje de novela».

En el contexto de este testimonio me tiento a decir: «Quien roba un nombre, roba una vida».

«Nos pasó lo mismo con el nombre de mi abuelo Óscar Peluchonneau, estos señores Larraín lo usaron para su película Neruda«, acusa una valiente voz femenina.

Este comentario llamó mi atención y propició el contacto con los Peluchonneau: fue realizado por Paulina Peluchonneau, nieta de Óscar Peluchonneau Bustamante, a propósito de una publicación que compartí en Instagram, vinculada a otro conflicto de propiedad intelectual que actualmente se disputa en sede judicial chilena, el denominado Caso Vampiros Literarios.

Pero esa es otra historia, centrémonos ahora en las controversias del filme Neruda.

 

«Sin pedir permiso ni perdón»

Aquel filme, dirigido por Pablo Larraín y escrito por el dramaturgo Guillermo Calderón Labra (1971) —un prominente profesor de planta de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aborda un episodio de la vida del poeta Pablo Neruda durante su persecución política en 1948 cuando, siendo senador comunista, el gobierno de Gabriel González Videla lo declara fuera de la ley y ordena su captura.

De esta manera, y en la clandestinidad, Pablo Neruda es perseguido por el verídico detective Óscar Peluchonneau, personaje principal de la cinta y narrador en off de parte importante de la historia.

De la sexta propuesta cinematográfica del director chileno nos interesa, particularmente, el personaje del detective Óscar Peluchonneau. Para saber más de esta historia, conversamos con una de sus nietas, quien nos relató un desconocido episodio entre su familia y los fundadores de productora Fábula.

Un hecho, cabe señalar, nuevamente omitido por la prensa cortesana cultural chilena de esos años y de ahora.

En efecto, un par de años antes del estreno de la película Neruda, uno de los hijos de Óscar Peluchonneau Bustamante recibió una llamada de Fábula en la que le decían que iban a hacer una película de Neruda y en la que uno de los personajes principales sería el detective (su padre) y le preguntaron si tenían algún problema con eso.

A lo que el hijo de Óscar respondió que si la caracterización del personaje se adecuaba a la realidad, entonces no habría problema. Ellos quedaron en que se volverían a contactar cuando el proyecto estuviera avanzado, cosa que nunca ocurrió.

Este es parte del relato de Paulina al recordar la primera llamada de uno de los hermanos Larraín. Continúa:

«Como familia descendiente de Óscar nos enteramos por la prensa que la película Neruda se había estrenado en un festival de cine en el extranjero (Cannes, 2016) y que prontamente se iba a estrenar en Chile. Nadie nos contactó. Ni menos nos invitaron al estreno».

El estreno al que hace referencia Paulina tuvo lugar el domingo 6 de agosto de 2016, en pleno centro de Santiago.

La sección «Vida Social» del diario El Mercurio comenta así la respectiva avant premiere:

«Más de 400 personas se reunieron en cine Hoyts de San Agustín para participar en el ‘Encuentros de El Mercurio‘ centrado en la destacada cinta chilena Neruda. Una avant premiere exclusiva y un panel de conversación compuesto por su director Pablo Larraín, el guionista Guillermo Calderón y los protagonistas Gael García y Luis Gnecco, la actividad no sólo tuvo una gran convocatoria, sino que además facilitó la activa participación del público, generando un interesante diálogo entre los creadores y su audiencia», se lee en las páginas del Decano del periodismo nacional.

La nota es acompañada por veintitrés fotografías de varios de los distinguidos asistentes al encuentro, ninguna de los Peluchonneau.

«Uno de los estrenos —comenta Paulina— ofrecía venta de entradas y conversación con los actores y Fábula al final. Como familia, y dado que nunca fuimos invitados, decidimos comprar entradas e ir juntos a este estreno. Durante la película todos los familiares presentes sentimos una profunda decepción, rabia e impotencia, al ver que la caracterización de Óscar Peluchonneau Bustamante era muy ajena a la realidad, pues se lo presentaba como un ser básico, ignorante e incluso tonto, además de otras cosas inventadas, como que era hijo de una prostituta», dice la nieta del histórico detective al Diario Cine y Literatura.

Para construir el personaje del investigador Óscar Peluchonneau, Pablo Larraín Matte y Guillermo Calderón Labra no solo «agarraron», como diría Gael García, actor encargado de personificar al detective, el nombre de una persona real.

Increíblemente también utilizaron su contexto histórico, y su cargo, para luego ir por una decisión artística insólita: vaciar a Óscar Peluchonneau Bustamante de su personalidad para, antes de devolverlo a su biografía, injertarle otra inventada, absolutamente distinta a la del hombre real.

Así tal cual, «sin pedir permiso ni perdón», Fábula da un zarpazo a Óscar Peluchonneau y su familia, desde la posición privilegiada del arte, amparados en la libertad creativa y la legitimidad institucional que les entregan sus privilegios de estatus y de clase.

Los efectos de esta, la llamaremos, rebiografía de Guillermo Calderón Labra quedaron, como suele pasar en estos casos, bajo un montón de alfombras rojas, entrevistas, preestrenos, festivales, cócteles y otros divertimentos.

Eso, hasta ahora.

 

El cineasta chileno Pablo Larraín Matte en sus comienzos

 

«Un hijo de puta, literalmente»

¿Qué dice el director Pablo Larraín sobre el personaje «Óscar Peluchonneau»?

No mucho.

De la película dice que es un «artefacto nerudiano», un «pastiche de algo que es como Neruda, un poco». También dice que «después de investigar ‘muchísimo’ se dieron cuenta de que era absolutamente imposible comprender a Neruda y meterlo en una película» (The Clinic, 16 de septiembre de 2016).

¿Y Guillermo Calderón Labra? ¿Qué dice?, casi nada.

Curiosamente, es el actor mexicano Gael García Bernal quien, con inexplicable sorna, difunde en distintos medios la deshonra pública propuesta por Larraín y Calderón.

En La Tercera del 20 de diciembre de 2016 García explica que, en su interior, Peluchonneau no es más que: «un monstruo de resentimiento. Es el clásico fascista resentido —continúa—, pero también es algo ridículo. Si lo ves desde lejos, es divertido», explica el intérprete mexicano.

«Peluchonneau —sentencia el famoso actor— vive resentido y enfadado, pues siempre lo tratan como imbécil, y su plan es demostrar que no es tan idiota. Al hacerlo, resulta siendo aún más estúpido. Eso es tragicómico», concluye García.

En distintos medios García comenta, convenientemente, que el detective: «es un completo invento, existió, pero la película lo muestra a su manera. Da pena y risa al mismo tiempo, pobrecito«.

También dice de él que le faltó algo en su infancia, que es: «un hijo bastardo, nacido en un burdel, un paria de la sociedad, un hijo de puta, literalmente».

Por último, el artista mexicano afirma que Peluchonneau es: «atormentado, ignorante, ridículo, torpe, divertido, estúpido, es tragicómico, y al final nos terminamos riendo de él, sentimos compasión por él».

Luego volveremos al humanista Gael García Bernal.

 

«O sea, perdona, sí existió Óscar Peluchonneau»

Consideremos algunos elementos para explicar el daño causado a la familia Peluchonneau.

El apellido Peluchonneau es poco común, es decir, es uno fácilmente identificable. Los datos personales, el nombre y el cargo, sumados al contexto histórico real en el cual se desenvolvió Peluchonneau, inequívocamente nos remiten a una ‘localización geográfica única y bien definida’ que no es otra más que la familia a la cual pertenece este ahora ‘paria de la sociedad’.

¿Advierte la torpeza? ¿Lo temerario de este absurdo arrojo artístico? Estos Peluchonneau ni siquiera tuvieron la suerte de perderse en un mar de Peluchonneau como podría pasar con el apellido Venegas o García, por ejemplo.

Paulina, la nieta de Óscar, continúa relatando lo sucedido en la avant premiere:

«Al finalizar la película, durante el conversatorio entre actores, Fábula y el público, tomamos la palabra tres de los familiares; un hijo, una nieta (yo) y otro nieto, nos presentamos y expresamos nuestra gran molestia, sorpresa y disconformidad por la manera en que caracterizaron a la persona de nuestro padre y abuelo, las mentiras, la falsedad, lo lejos de la realidad que estaba hecho el personaje. Junto a lo anterior dimos la información de cómo era realmente Óscar Peluchonneau, una persona inteligente, culto, honesto, profesional, abogado, detective, prefecto de investigaciones», agrega la destacada psicóloga.

Si antes de Neruda Óscar Peluchonneau no tenía imagen pública, ¿cuál es el motivo de convertir su estreno en sociedad en un escarnio público?

Es decir, la información que en la actualidad se puede encontrar sobre Óscar Peluchonneau Bustamante es lo que Larraín y Calderón inventaron para crear el personaje y, los que realmente sabían de él, nunca fueron consultados.

Así, y entrevistado por la periodista y columnista Evelyn Erlij en marzo de 2014, Calderón expresó:

«Quiero entrevistar a los viejos. Todavía quedan varios de la época de Neruda, gente que vivió la represión del Partido Comunista y que fue parte un poco de lo que era la élite cultural de la izquierda comunista de Chile. Eso no está muy escrito», explica el dramaturgo.

Erlij apunta a que Pablo y Juan de Dios: «ya habían recopilado bastante material sobre Neruda, por lo que gran parte del trabajo investigativo ya estaba hecho», a la llegada de Calderón.

Lorena Penjean, periodista, guionista e investigadora, recopiló testimonios y documentación histórica y entrevistó a personas cercanas al círculo de Pablo Neruda para dar forma al personaje. No hay registro de que consultara a los Peluchonneau para completar sus antecedentes.

Con todo, los actores del filme saben poco o nada sobre Óscar. El mismo Gael García dice no haber hablado «con ninguno de los hijos de Óscar», para hacer su personaje.

Luis Gnecco corrige a Cecilia Rovaretti en vivo en su programa «Una nueva mañana» de Radio Cooperativa, quien pensaba que Óscar Peluchonneau no existió realmente. El actor se apresura en apuntar:

—O sea, existió, perdona, sí, existió Óscar Peluchonneau, tal cual, pero existió como… era… no sé si uno de los…haber… de los policías que a partir del cual se fundó la PDI, no, no, no sé, no, taría mintiendo, pero de que existió, existió.

En la 14 edición del Festival Internacional de Cine de Morelia el mismo Gnecco comenta, a raíz de la mala crítica que recibió el filme en Chile, que: «tenemos un problema con la ficción en el sentido de no gustarnos lo que hacemos».

 

El actor mexicano y protagonista del filme «Neruda», Gael García Bernal

 

«Es que su nombre es muy bueno»

Esto de qué es ficción y cómo productora Fábula la utiliza en su trabajo cinematográfico, da para escribir un libro. Por el momento diremos que en lo que respecta al personaje de Óscar Peluchonneau en Neruda la distancia entre ficción y realidad es muy corta y, a menor distancia ficcional, mayor responsabilidad ética y legal del autor.

A todo esto, para que se haga una idea del «interesante diálogo entre los creadores y su audiencia» en el cine Hoyts, el actor Luis Gnecco vocifera esta frase en pleno intercambio, mientras los Peluchonneau, previa compra de sus entradas, defendían la honra familiar:

— ¿Y no habrá un familiar de Neruda en el público?

Del mismo conversatorio, frente a los 400 asistentes, Paulina Peluchonneau, recuerda:

«Los Larraín primero se excusaron diciendo que el cine es ficción, y que la película era ficción, basada en hechos de la realidad. Les dije que nosotros éramos perfectamente capaces de distinguir la ficción de la realidad y pregunté por qué no habían utilizado un nombre de ficción en vez del nombre real. Ellos, en forma algo burlona respondieron textual ‘es que su nombre es muy bueno’«.

Retomemos lo de Gael García. Paulina describe la reacción del actor mexicano luego del conversatorio:

«Estaba choqueado, impactado, desconcertado al ver entre el público a los hijos y nietos de su personaje, y algo avergonzado, pidió disculpas y manifestó no saber que había familiares vivos y menos presentes entre el público», recuerda la nieta del Prefecto de Investigaciones.

Luego, en fechas posteriores al encuentro, luego de la vergüenza y de las disculpas ofrecidas en persona a los Peluchonneau, Gael García parece solazarse explicando los detalles de su personaje: «un paria de la sociedad, literalmente un hijo de puta».

Esta última idea, cuenta García, aparece antes de comenzar a filmar la película: «necesitaba que se entendiera más el resentimiento, se entendiera más la situación de paria».

García, además, acusa a los Peluchonneau, de irrumpir en una de las exhibiciones del filme (Notimex). Así se refiere a la avant premiere que comentamos aquí:

«Fue una trampa muy delicada porque llegaron a hablar de la película en una presentación pública y pudo haber sido en privado».

Con todo, el actor mexicano es el encargado de presentar en sociedad al nuevo Óscar, la versión pública del hombre real. Fábula en pleno, en compañía de los actores principales, promociona en conferencias de prensa, entrevistas y shorts para Instagram el llamado «artefacto nerudiano», con su propuesta de Óscar Peluchonneau incluida.

Me pregunto, ¿cómo una familia diré, normal, se defiende de esto?

Fábula tiene prestigio internacional. Tiene acceso a festivales FIAPF y a plataformas como Netflix y Amazon. Tiene legitimidad institucional e impunidad artística, es decir, desde el arte, eventualmente, pueden hacer o decir lo que sea.

Una especie de chipe libre o permiso para actuar sin limitaciones. Hacer, por ejemplo, que, en el guion creado por Guillermo Calderón Labra, el mismo personaje que comentamos en este texto, diga de él en una de las escenas del filme, que es: «un hijo de infección venérea». Juzgue usted.

Trágicamente, para las familias enfrentadas a estos casos, «defenderse» es «atacar» a este mundo. Al mundo de los actores, de los directores, de los dramaturgos. Un mundo sofisticado y sensible.

Cualquier reclamo se descompone, oliendo rápidamente a «censura». El más mínimo intento de justicia se avista como el vuelo del «carroñero» en busca de dinero o de sus quince minutos de fama. O, como una «trampa muy delicada», motivada acaso por la incomprensión o algún resentimiento.

Todo este, lo llamaremos, amablemente, esfuerzo audiovisual de Fábula, es apoyado por todos nosotros a través de nuestros impuestos. Esa es la legitimidad institucional en acción, que transforma una obra, entre muchas, en ahora un relato autorizado con financiamiento público, programación y premios, cobertura de crítica especializada y circulación internacional.

En efecto, es así como una familia normal termina pagando con dinero de su bolsillo (y el de nosotros) el precio de su propia deshonra. Esta, que hemos llamado, la rebiografía de Óscar Peluchonneau.

Decir aquí que Neruda recibió varios cientos de millones de pesos a través del Fondo de Fomento Audiovisual, dineros que cubren todo tipo de gastos; escritura de guion, producción, asistencia a festivales, promoción, incluso montos no menores entregados para lo que pudiera llamarse «no te quedes sin plata en el aeropuerto», o algo así.

Cualquiera puede encontrar esta información en el Registro Central de Colaboradores del Estado. Para su búsqueda considere el nombre de la empresa que desea revisar y todos los emprendimientos relacionadas a esta.

 

La ficción no neutraliza el agravio

«Al retirarnos muy enojados —continúa Paulina Peluchonneau — luego de momentos de alta tensión en la sala, luego de toda esta discusión frente a todo el público, se nos acercó Pablo Larraín para disculparse y solicitar conversar en otro momento».

«Después, al día siguiente, muy temprano, mi padre, Óscar Peluchonneau Cádiz, recibe una llamada de Pablo para juntarse a conversar, lo que se concretó en un par de días», prosigue la psicóloga.

«Ellos ofrecieron disculpas, y que en adelante agregarían en los créditos una frase alusiva a que la historia y los personajes eran ficticios. Creo que lo anterior nunca ocurrió y si bien toda la situación ameritaba hacer una querella penal, los hijos decidieron no llevarla adelante, por todo el trabajo, desgaste y costo que ello implicaba», confiesa la nieta del mancillado Prefecto de Investigaciones.

Con todo, el zarpazo es un movimiento rápido, sin aviso. Te deja helado, desorientado, confundido. En estos casos, conviene dejarlo claro, guardar silencio luego del golpe, suele ser una forma de resistencia o de protección, pero nunca una renuncia al derecho ni una negación del daño sufrido por las familias.

La ficción no neutraliza el agravio. El nombre propio es parte de los atributos de nuestra personalidad, carga con los muertos y los vivos de nuestra familia, condensa las historias y nos proyecta socialmente.

En el caso de una persona fallecida, como es lo ocurrido con Óscar Peluchonneau Bustamante, no es que, al morir, su nombre se convierta en un bien disponible. No funciona así, puesto que, esto es determinante, el nombre arrastra la biografía real, desplazando la deshonra a la familia que le sobrevive.

Basta ponerse, aunque sea por un instante, en el lugar de quienes ven el nombre real de un familiar —incluso ya fallecido— convertido en un personaje ajeno, sin control, sin consentimiento. Imaginar esa situación permite comprender con claridad lo sensible que resulta intervenir identidades reales.

Situaciones de este tipo, que involucran a productora Fábula, ya han sido reconocidas como problemáticas, como ocurrió en el caso de Jorge Segovia frente a Amazon, que derivó en el millonario retiro de la serie El Presidente, desde el streaming, precisamente por el uso de un nombre real y la atribución de rasgos que se estimaron lesivos en sedes judiciales europeas.

Otro caso de uso de nombres reales no autorizado es el de la serie sobre el caso Matute en donde la misma empresa insistió en utilizar los nombres reales de la familia Matute Johns al parecer, para producir otra «ficción», situación que terminó con la familia reclamando en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de Chile.

En fin, cada vez que Neruda es vista por alguien, el daño se actualiza al modo de la vulneración de un derecho en forma permanente. Es por eso que debemos aprender y considerar al otro, en absolutamente todo lo que hacemos.

Para el futuro, para esos próximos guiones que nos ofrecerán nuestros directores y dramaturgos, tener en cuenta que el uso del nombre de una persona viva o fallecida —cuando no es estrictamente necesario para el interés público, más aún, cuando es utilizado como vehículo de deshonra, cuando es poco común y la familia es identificable, cuando su uso es evitable y, por lo tanto, el daño moral, absolutamente previsible—, muy probablemente, traspasar ese límite, signifique convertir un acto creativo en un delito de carácter tanto civil como penal.

 

 

 

 

 

 

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Antar Venegas Novakovic (1972) es un escultor, diseñador y mueblista chileno.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Antar Venegas Novakovic

 

 

Imagen destacada: Óscar Peluchonneau Bustamante y Guillermo Calderón Labra.