[Crónica] La insoportable gravedad del ser

El Presidente Gabriel Boric sabe que tiene un gobierno de minoría parlamentaria, y dos años restan, tiempo para que un nuevo proyecto nacional sensato florezca y asuma su responsabilidad de formar un amplio y creíble frente electoral victorioso, poderoso.

Por Omar Pérez Santiago

Publicado el 11.4.2024

Uno se levanta de la cama, abre las cortinas y espera que se cuele la luz por la ventana.

Vivimos en una época donde la fe, las creencias, los enigmas, los misterios y los valores espirituales han disminuido.

Las nuevas generaciones necesitan que la luz de las creencias espirituales entre por su ventana. Sentido de vida. Vitalidad. Imaginación. Los jóvenes tienen la mente más abierta porque tienen tiempo para leer, para soñar despiertos, para imaginar.

El Presidente Gabriel Boric entra a un estadio lleno de gente y espontáneamente recibe una intensa ovación. Mucha gente lo quiere.

¿Por qué?

Con todos los errores e impotencias; con todas sus limitaciones, con todas las dificultades, (la distancia entre lo que pudo ser y lo que ha acabado siendo), Boric ha permitido que Chile tenga una cierta estabilidad institucional.

Sobre todo, Boric ha enfrentado al Chile Negro, la inquietante extrañeza de entrañamiento del ingente vacío político y la emocionalidad negativa que dejó la morrocotuda fractura social.

Gabriel Boric percibe el clima de opinión contemporáneo e intenta llenar ese vacío profundo. Su disposición —su entusiasmo— en expresar sus opiniones en público, en mostrar abiertamente sus puntos de vista. El Presidente Boric influye en los demás.

Si no hubiese sido así, el desenlace del relato sería el aumento del vacío de poder y el fortalecimiento de un encolerizado populismo demoledor de hooligans digitales cada vez más resentidos.

El Presidente está oxigenado. Sus señales son completamente abiertas y públicas. Sabe que los jóvenes quieren escuchar alternativas en la forma de pensar. No quieren estar aislados. Necesita creaciones mentales presentadas con los mecanismos de los sueños y los símbolos.

 

El vacío de los muertos

Por otro lado, los políticos chilenos, a diestra y siniestra, con pocas excepciones, no ejercen liderazgo. No influyen. Digamos las cosas como son.

Los políticos chilenos tienen problemas anaeróbicos, falta de oxígeno que genera pudrición. Su rizosfera no está oxigenada. Sufren de hipoxia, se ven pálidos, azulinos. Tienen entumecimiento u hormigueo en las manos y los pies. Su mente psíquica carece de levedad, flexibilidad, impulso creativo y fiebre innovadora. En resumen, llevan caras de muerto. La insoportable gravedad del ser.

No están vinculados a la naturaleza de los debates actuales. Son taxativos como piedra. Son conservadores. Inútiles: no saben separar las yemas de las claras de los huevos. Están aislados del propio medio social del que proceden.
Esto no lo digo yo, lo dicen ellos mismos.

Según el reciente estudio del Observatorio Latinoamericano de Salud Emocional, el 70% de los diputados entrevistados considera que el nivel de empatía y conexión emocional entre legisladores y ciudadanos es bajo.

Cuando hablan, parlotean solo para su grupo de interés. Quieren arreglarse los bigotes antes de las elecciones. Un puesto o un cargo. El oxígeno sólo les alcanza para adular al petulante de su tribu. Son conservadores y apegados a la racionalidad unidimensional de la política. No tienen fantasías, ni imaginaciones, ni intuiciones, ni visiones, ni fe. Su dura politización es un circo privado que no le importa a nadie.

Así son las cosas.

La hipoxia les causa miopía. No ven que está emergiendo una nueva forma de chilenidad.

Todavía viven en la época de la globalización bipolar que surgió después de la Segunda Guerra Mundial. Creen en la narrativa de la Guerra Fría, en la geopolítica del Capitán América, el soldado que combatió en la Segunda Guerra Mundial y que ha permanecido congelado en hielo durante décadas.

No ven que ha surgido lo multipolar con la suma de China y de la India. Y el surgimiento del neonacionalismo.

En cambio, la juventud hoy lee el popular y premiado libro del chino Liu Cixin o ve la serie de Netflix, basada en sus páginas, El problema de los 3 cuerpos. Los jóvenes saben que en la mecánica orbital de la sociología cósmica, el movimiento de tres cuerpos es muchísimo más complejo.

 

Videntes de realidades

Mientras, las nuevas generaciones esperan sueños, leyendas y ensoñaciones. Que entre la luz por la ventana.
Los sueños reconocen que los dioses interfieren en los destinos humanos (en la mejor tradición literaria épica). Los sueños reconocen el rol de las deidades y de los presagios, el arte del disimulo y los repliegues o momentos vacíos.

Déjame poner algunos ejemplos:

Alejandro Magno creía que su gloria se la había predestinado Zeus. Pone a los dioses de su lado. De igual modo, su gran enemigo, Darío, el emperador de los persas, era supersticioso y un eclipse de luna lo asustaba antes de ir a la guerra.

El libertador José de San Martín era católico a su modo. Tenía alma liberal y fluidas relaciones con la masonería, la Logia Lautarina, pero sabía que la Iglesia Católica ayudaba a la unidad nacional.

El político John Kennedy estaba agradecido del exquisito glamour de su esposa, Jacqueline Kennedy, que impuso su calidez, la cultura francesa y la moda neoyorkina en la cultura pop de EE.UU. El estilo, el aura importa. Sabían que los sueños también son el arte de manejar la moda y las apariencias, que no es algo solo racional.

Los reyes que más tiempo han gobernado eran expertos en manejar las apariencias, la liviandad del poder, las habilidades blandas. Luis XIV de Francia gobernó 72 años. La reina Isabel I gobernó más de cuatro décadas. Francisco José I de Austria fue emperador por casi 68 años. Juan II de Liechtenstein gobernó 70 años.

Recientemente, la reina Isabel II gobernó 70 años, bajo diversos gobiernos. Fue experta en administrar las apariencias. Por ejemplo, cuidar que las mujeres de su familia no mostraran los calzones en las discotecas de Londres.

No es gazmoñería. Es administrar lo que se oculta bajo la superficie.

Las apariencias tienen efectos en la psiquis y en la opinión de la gente que vota. Porcentajes de votos con los que se ganan y se pierden las elecciones.

Para manejar las apariencias los gobernantes recurren a veces a prácticas espirituales o mágicas o artes maleficorum. Es decir, los mecanismos de los sueños.

Conocen el efecto halo. El término «efecto halo» fue acuñado por el psicólogo americano Edward Thorndike en 1920. Observó que los profesores tendían a evaluar a los estudiantes de manera más favorable si tenían un buen aspecto físico.

Las apariencias también hablan de los sueños: en los años 60, los hombres con melena estaban diciendo algo, la minifalda decía algo.

 

La variante Boric

El Presidente Boric ocupa el vacío de poder y trata de buscar su variante. Además, trata de manejar las apariencias.

¿Para qué?

Para ganar tiempo y mantenerse aireado. Pues el Presidente Gabriel Boric sabe que tiene un gobierno de minoría parlamentaria.

Y dos años restan. Dos años.

Tiempo para que un nuevo proyecto nacional sensato florezca y asuma su responsabilidad de formar un amplio y creíble frente electoral victorioso, poderoso.

¿Para qué?

Para soñar con un prodigioso Chile familiar, para institucionalizar un futuro donde se incluya a todos, una nueva chilenidad. Una nueva realidad más estable, más transversal y con una preeminencia cultural más sólida.

Para llenar el vacío existencial de modo estable y para que Chile prospere.

¿Lo logrará?

Gabriel Boric, como persona individual, sabe que tiene tiempo. Es joven. 38 años.

(La juventud en sí no es un mérito. A no ser que uno sea Presidente de la República. Eso le da intensidad).

Por eso, Gabriel Boric está sereno, él no reduce todo al aquí y ahora, conoce el significado del mañana.

La juventud se levanta de la cama, abre las cortinas y espera que entre la luz por la ventana. Hay un largo día de trabajo.

 

 

 

 

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Omar Pérez Santiago es un escritor y cronista chileno que egresó de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de Chile, y el cual luego estudió historia económica en la Universidad de Lund (Suecia).

Sus últimos libros publicados son: Julia, la belleza y el sentido de la vida (novela), El pezón de Sei Shonagon (novela), Caricias, poemas de amor de Michael Strunge (traducción), Allende, el retorno (novela), Introducción para inquietos, de Tomas Tranströmer (traducción, 2011), Nefilim en Alhué y otros relatos sobre la muerte (cuentos, 2011), Breve historia del cómic en Chile (2007) y Escritores de la guerra. Vigencia de una generación de narradores chilenos (ensayo, 2007).

 

Omar Pérez Santiago

 

 

Imagen destacada: Gabriel Boric Font.