[Crónica] Lo hermoso y lo terrible

Las guerras de Ucrania y de la Franja de Gaza, el resurgimiento electoral de los grupos que promueven activamente el belicismo, la segmentación étnica, la persecución de los inmigrantes, sumado todo eso a las situaciones difíciles derivadas del crimen organizado y el comercio de la droga, agudizan las tensiones al interior de las sociedades occidentales.

Por Jaime Hales Dib

Publicado el 6.9.2025

La comunidad Palestina de Chile y el Club Palestino han convocado a los poetas residentes en el país a un concurso temático: «Palestina: Paz y Justicia».

Yo sé que es una reiteración que puede parecer innecesaria, porque sin justicia no puede haber paz. Pero la idea de los convocantes es unir la expresión para que nos desliguemos de las versiones de la paz en las que uno domina a otro, lo que alguien llamó «la paz de los cementerios».

Se invita a poetas con libros publicados y también a los poetas que nunca han publicado, calificados en categorías distintas. Un jurado excepcional integrado por Diamela Eltit, Luis Zaror, Theodoro Elssaca, Faride Zerán, Isabel Baboun y Ana Harcha, tendrá la tarea de seleccionar a los ganadores, que serán publicados en un libro.

Esta iniciativa, que está teniendo buena respuesta, pretende fortalecer la conciencia de que la violencia instalada hace ya tantos años en la llamada Tierra Santa, en la Palestina histórica, debe detenerse y hacerse justicia. Por cierto, lo verdaderamente justo debiera ser la unidad del territorio palestino como era antes de la decisión de partirlo en dos.

Pero eso es casi imposible. Por ahora, los palestinos luchan por tres cosas: primero, recuperar el territorio asignado por Naciones Unidas; segundo, conseguir la paz con el vecino forzado; tercero, impulsar un proceso de desarrollo que permita al pueblo obtener su merecido bienestar.

La brutalidad de la violencia es tanta que cada vez más se extienden movimientos por el mundo pidiendo por la paz. Y en esa tarea, lo primero es que la guerra se detenga y luego buscar todos los entendimientos. Judíos del mundo entero claman en las calles de muchas ciudades: «En nuestro nombre no», para decir a los dirigentes de Israel que ellos actúan por sí mismos y no para defender a los judíos.

En el propio Israel y en muchos lugares, los manifestantes quieren el fin de la guerra y grandes intelectuales de la nación hebrea alzan sus voces contra el intento de exterminación de los palestinos promovido por el actual gobierno de Netanyahu.

Y en este contexto, artistas plásticos, cineastas, escritores del mundo entero se están expresando con su creatividad. Hay que detener la violencia cuanto antes. Lo piden en todo el mundo.

 

Los valores fundamentales de una sociedad armónica

Faltan, sin embargo, los gobiernos de los países más ricos, de mayor potencial bélico, de mayor poder en el planeta. Ninguno de ellos se está jugando por terminar esta situación. ¿Qué esperan? ¿Cuántos muertos más tendrá que haber? ¿O están esperando la eliminación completa de los palestinos?

Con todo, miro con pena y hasta angustia lo que sucede en el mundo. Las guerras y la violencia copan el escenario. En Estados Unidos se vive la irrupción de los sectores más conservadores, con el silencio ominoso de los que perdieron la elección y la estupefacción de los intelectuales que se ven incapaces de reaccionar.

Medidas brutales por temas muy variados sólo para demostrar el poder de un presidente que quiere recuperar el estilo imperialista que dominó en la primera mitad del siglo XX, en el estilo de esos conquistadores del oeste que a punta de pistola resolvían sus conflictos, ocupaban territorios en los que vivían comunidades antiguas, arrasaban con las culturas que no comprendían.

La guerra de Ucrania, el resurgimiento electoral de los grupos que promueven activamente el belicismo, la segmentación étnica, la persecución de los inmigrantes, sumado todo eso a las situaciones difíciles derivadas del crimen organizado y el comercio de la droga, agudizan las tensiones.

Son las resistencias de quienes quieren mantener un orden injusto, gobernar sin contrapesos, todo ello en una especie de desesperación a partir del creciente despertar de muchos sectores por la necesidad de la paz y la justicia.

Estamos en un punto crucial, en los años de las máximas tensiones. Por ello, es indispensable que quienes trabajamos con el arte, sobre todo los poetas, pongamos énfasis en nuestro trabajo respecto de los valores fundamentales de una sociedad armónica: paz, solidaridad, justicia, respeto por las personas.

Ante lo terrible que sucede, la construcción de lo hermoso parece ser indispensable.

Podríamos gritar por las calles: ¡Artistas de todas las artes, poetas de todas las formas, músicos y actores, unidos construiremos un mundo mejor!

Cuando se hacen concursos de poesía, como el que señalé, más allá de esa causa específica, lo que se está haciendo es llamar a las personas a tomar conciencia del papel propio que cada uno puede jugar en hacer el mundo, su mundo, un poco mejor cada día.

A lo terrible, opongamos lo hermoso. Ante la destrucción, propongamos creación. Ante el miedo, actuemos con amor.

 

 

 

 

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Jaime Hales Dib (1948) es un abogado formado en la Universidad de Chile, poeta, narrador y profesor.

En 1995 fundó la Academia de Estudios Holísticos SYNCRONIA, luego fue agregado cultural en México, y también formó parte del directorio y fue secretario general de la Sociedad de Escritores de Chile.

Además, integró el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, participó en la comisión redactora de la Ley del Libro, fundó la Editorial Casa Doce, ha publicado varios textos de su autoría y ha dado recitales poéticos en diversas ciudades de Chile y en el extranjero (Francia, España, Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay, Argentina y México).

En la actualidad es columnista y redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

Hasta el 15 de septiembre se reciben los trabajos para las dos categorías del Concurso de Poesía «Palestina: Paz y Justicia»

 

 

 

Jaime Hales Dib

 

 

Imagen destacada: Banderas de Israel y de Palestina.