«Derechos de propiedad»: Rincones con oxígeno

El libro del poeta nortino Juan José Podestá —todo un suceso editorial del Chile pandémico— es un recuento de nostalgias y de pérdidas por emprendimientos fallidos (tanto materiales como amorosos), que se expresan a través de un sentimiento que busca en la medida de su palabra, la razón de su existencia cierta y efectiva.

Por Germán Carrasco

Publicado el 5.9.2020

El dinero habla, cumple deseos, deseos de parejas enamoradas, sueños, la alcancía que cuando niños teníamos hasta llegar a comprarse eso que nos hacía brillar los ojos. El amor como la mayor y más riesgosa de las apuestas, dice en su comienzo el poemario Derechos de propiedad (Editorial Aparte, 2020).

La poesía huye —ante tanta metáfora inmensista, ante los discursos totalizantes o escritos desde identidades fijas— y  se esconde en la democracia del intercambio sin alarde, en los rincones con oxígeno que escapan al capitalismo.

El poema encuentra su medida en lugares lejanos al foco de los marcos teóricos con toda su prosa devaluada. La palabra aspira al intercambio, a ser una moneda de uso; aspira a ser circulante, sencillo, change, vuelto.

Los narradores piensan en un mercado; los poetas pensamos comer un mariscal con una buena amistad en el mercado de cualquier ciudad con mar, afortunadamente (como señala el poema sobre el gasto de dinero en la página 19). La palabra como un papel con signos inscritos, como un billete. Se ha escrito mucho al respecto, Pound estaba definitivamente obsesionado, Stein, Williams. Potlatch de Arturo Carrera. De todos los estilos.

Desde el derroche barroco–tropical–ostentoso que hay en la fascinación de Darío con el oro —o el bling bling de los reggaetoneros— hasta su contraparte: el arte de arreglárselas con poco del que habla Creeley en algunos poemas, la presencia de la eterna amenaza de la escasez que no puede sino ser escrita en verso menor y envuelta como un regalo. Marx, en una cervecería bávara, da lo mismo si es literal o fake la cita que hace Podestá: “crees en el amor como propiedad divina porque amas”.

Veo por momentos la levedad de Creeley cuyo ancestro es Williams, y esa versificación de algunos poemas de Anwandter, la sílaba como centavo en la alcancía del poema, el rechazo al subrayado y a la prominencia.

Esa es casi una tradición que quizás empieza con las Odas de Neruda mezcladas con Williams y el Millán de Virus. Una poesía no del ahorro mezquino sino de la voz baja, que se hace cargo de los grandes temas como el amor y la muerte sin sobredramatizar, sin subrayar, sin impostar. En verso decididamente menor.

Hay una tradición de ese tipo de poesía, a la que suscribe este libro, una tradición queda obliterada por la prepotencia del carpetazo, lo exclamativo, la dañina figura de la voz única. «Nunca hice bien la pega de cajero», por ejemplo, es un poema muy tenue en algo así como recuento de pérdidas con una especie de culpa risueña. No es el refocilarse en la queja, en la nostalgia, es mucho más que eso. O, afortunadamente, menos que eso.

Veamos: “estrellas fulguran como emprendimientos/frente a nosotros/la madrugada nos hunde/con su letra chica”. O el poema «Sólo tú conocías el giro de la firma», otro de mis preferidos del libro, de amor por supuesto.

Aquí está la apuesta o inversión de la pareja, en donde la amada intentaba enseñarle a hacer números para salvar la Pyme del amor, un emprendimiento fallido que es revisitado en el poema, otra vez con cierta sabiduría y una leve y risueña nostalgia por lo que no pudo dar dividendos.

 

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Germán Carrasco (Santiago, 1971) es un multipremiado poeta chileno de la llamada «generación de los 90».

 

«Derechos de propiedad», de Juan José Podestá (Editorial Aparte, 2020)

 

 

Germán Carrasco

 

 

Imagen destacada: Juan José Podestá.