Documental «Acá y acullá», de Hernán Khourian: El silencio del genocidio armenio en imágenes

El largometraje de no ficción se estrenará en el contexto del 33º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el cual se desarrollará en el balneario trasandino desde el próximo sábado 10 hasta el día 17 del mes en curso. Aquí, las claves estéticas, audiovisuales e históricas de la obra explicadas por su propio director en exclusiva para el Diario «Cine y Literatura».

Por Hernán Khourian

Publicado el 9.11.2018

Acá y acullá es un documental sobre el genocidio armenio y la diáspora en Argentina. Surge de una necesidad personal: develar el silencio familiar alrededor del genocidio vivido por mis abuelos.

¿En dónde se encuentran las imágenes de una posible memoria sobre el genocidio? ¿Cómo se relatan – y siguen relatando – esas imágenes – recuerdos? Esta pieza es un rompecabezas, una amalgama entre el pasado y el presente. ¿Se puede reconstruir una memoria desde las ruinas, trazos y escombros? ¿Cómo trabajar lo colectivo en este acá y acullá?

El documental está atento a inscribir su alcance narrativo de las ruinas (extracción de las ruinas como lugar de la memoria, los escombros, las huellas, los trazos) de un colectivo y, a la vez, confía en esa rememoración desde un valor personal y subjetivo que nos comunica una emoción tan fuerte como íntima. Se proponen como relatos que se comunican entre sí armando una colección, una constelación.

Allí existe una demanda que viene de lejos, una reserva. Este trabajo puede salvaguardar el patrimonio, los lugares de memoria, un ejercicio que hace posible la rememoración y la vigilancia misma de la memoria. Y eso se pretende construir no solo a partir de los datos históricos sino también del movimiento que los recuerda y los construye en el presente. Así se adopta una escucha atenta a los detalles, a sus redes, a las tramas sensibles formadas por las relaciones entre las cosas.

La memoria está en los vestigios, aparece en los momentos de toma de conciencia y el arte, como lugar mismo de anunciación. Tal es el poder de la construcción de la memoria a través de relatos y situaciones, el poder de la imagen donde las cosas, los tiempos, las vidas, son puestos en contacto, esperan su aparición.

La imagen de este modo desmonta la historia, sería como desarmar un reloj, sus piezas. Así la imagen acontecida se vuelve turbulenta, se desenreda y muestra sus formulaciones, aparece como una operación del conocimiento histórico. Bastará insistir para ver y encontrar el vacío del olvido, una cierta ausencia perturbadora. ¿Cómo se puede narrar lo que se olvidó? ¿Qué es esta pertenencia por la que, si yo hubiera vivido cien años antes, habría sido exterminado?

En el camino surgirán muchas preguntas sobre las marcas de este enterramiento y una proximidad paradojal con aquello de lo que nosotros podríamos ser herederos. Pero, ¿cómo mostrar lo que se entierra? El documental abre su espacio para darle lugar como superficie de inscripción, como acontecimiento. Huellas memoriales, una memoria de la posibilidad generando una potencia de conmemoración. En este sentido, el documentalista es una especie de archivista o coleccionista. Impulsado por la necesidad de atestiguar, no sólo de las víctimas directas, sino de las generaciones siguientes.

Como es una experiencia siempre en estado de inquietud, sin saber la respuesta, el documentalista plantea las preguntas dialogando y toma la observación y la escucha como un descubrimiento, como alguien que abre una caja, que llama o recuerda lo sucedido. Abrir significa ver, comprender, prestando atención, exigiendo, cuestionando y problematizando los procesos (con la imagen y con el otro). Mirar con tacto, buscando lo que nos toca, lo que nos quema, a nosotros y a ellos. Hacer visible ese micromundo (del retratado y del realizador, cerca el uno del otro), mostrando una existencia particular que nos rodea, un intercambio que se abre. Esas partes son las que buscamos.

El pasado ilumina el presente y el presente ilumina el pasado. El sujeto predomina, se afirma en la historia, incluso de manera afectiva. Entre lo sabido y lo vivido, o entre lo vivido y lo sabido está el documental reapropiándose de la experiencia, del tiempo, del relato. Entonces nuestra conciencia del presente está ligada al pasado, un diálogo entre pasado y presente, un cuestionamiento, de una y otra parte.

Por eso, para este documental, vale más el distanciamiento/extrañamiento entre lo vivido (por los sobrevivientes y sus relatos a familiares directos) que los archivos que testimonian el genocidio. Aún corriendo el riesgo de confundir historia con recuerdo, entre los huecos de la memoria y las ruinas. Más que pasar dichos relatos como testimonios valen más en tanto memoria social, familiar de las experiencias vividas por los sobrevivientes con un costo emocional.

La palabra y el discurso in situ nos permitieron la resurrección de los recuerdos, liberando el juego de la reflexión. Algunos dijeron lo que recuerdan, lo que les contaron, lo que imaginan, y otros al hablar, descubrieron que dicen más de lo que querían o creían ser capaces de decir.

Existe un juego que tiene que ver con la traducción de la memoria, conjugando la historia personal de los retratados -con sus preguntas, respuestas y dudas- con los recuerdos de los sobrevivientes que ya no están. Una interferencia entre lo vivido y lo contado, una puesta en el abismo de la imaginación.

 

El largometraje Acá y acullá (2018) se exhibirá en funciones dobles el próximo domingo 11 y lunes 12 de noviembre en el contexto del 33º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

 

Hernán Khourian nació en La Plata, Argentina, en 1972. Es Licenciado en Comunicación Audiovisual en la Facultad de Bellas Artes (UNLP). Completa su formación con el Máster en Documental de Creación en la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona. Ha obtenido diversos premios y becas a nivel nacional e internacional. Constan entre sus obras que ha exhibido tanto en el país como en el exterior: Ojos (1995), Áreas (2000), Las sábanas de Norberto (2003), Puna (2006), Esplín o errar o sin embargo (2007), Memoria (2010), Los silencios y las manos (2014), Acá y acullá (2018).

A su vez se desempeña como docente en la Maestría de Cine Documental de la Universidad del Cine (FUC) y en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

 

El cineasta argentino de origen armenio Hernán Khourian (1972)

 

Sinopsis:

El documental es el resultado de un taller de cine que Hernán Khourian dictó en un colegio armenio en el año 2015, al conmemorarse los 100 años del genocidio armenio. Acá y acullá se va construyendo atravesado por el espacio simbólico del aula, de los discursos y dispositivos de las generaciones y sus representaciones, un entretejido intergeneracional donde se indagan múltiples abordajes, relatos e imágenes a partir del diálogo entre el director y la escritora Ana Arzoumanian, una ex-alumna del colegio Jrimian.

 

Ficha técnica:

Formato original: HD 16:9 (Color and B/W, sound stereo)

Duración: 65 minutos y medio

Dirección, guión y edición: Hernán Khourian

Producción: Paula Zyngierman, Hernán Khourian

Imagen: German Monti, Hernán Khourian

Sonido directo: Guido Ronconi

Diseño sonoro: Guido Ronconi, Hernán Khourian

Postproducción de sonido: Guido Deniro, Guido Ronconi

Coordinación de producción: María Canale y Aylee Ibañez

Sincronización material: Carolina Cappa

Diseño gráfico: Andrés Mendilaharzu

 

 

Tráiler:

Crédito de las fotografías utilizadas: Hernán Khourian.