«Doubles vies», de Olivier Assayas: Las sutilezas de una indagatoria

Como bien lo dice su título, este largometraje protagonizado por Juliette Binoche habla sobre las dobleces de la vida, y acerca de las relaciones dentro de otros vínculos, de los niveles del amor que van trastocándose con los años y que —al menos en el filme—, nunca se desbordan. En definitiva, se trata de una cinta que reflexiona audiovisualmente en torno al cambio micro y grandilocuente en el cual estamos hoy inmersos. Todavía en cartelera.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 20.6.2019

Doubles vies (2018), película francesa dirigida por Oliver Assayas (1955), fue nominada a varios premios y galardonada con otros, con la siempre bien recibida presencia de Juliette Binoche dentro de su elenco.

Un filme sin pretensiones que hace un exquisito paralelo —muy disimulado— entre lo análogo y lo digital dentro de las relaciones personales y abiertamente expuesto al interior de la industria literaria. Con una permanente disyuntiva sobre el valor hacia lo corpóreo, lo tangible, lo material, frente a lo virtual, digital y más bien etéreo, para generaciones que vivieron la transición, ya que las nuevas generaciones ni el teléfono fijo conocieron.

La trama deambula en el mundo detrás de las editoriales y editores, en el mundo detrás de los escritores, destacando la vida de uno en especial, quien a su vez vive la ficción y la realidad no pudiendo separarlas en su narrativa. Las dobles vidas suceden tanto en los libros como en las relaciones, con una versión material y otra virtual. Es más bien una película sectaria ya que los personajes son de corte intelectual, por lo que quizás para los que busquen adrenalina puedan sentirla tediosa.

Un filme contenido en las emociones, sin grandes pasiones, donde el raciocinio prima ante todo posible imprevisto. Cosa que no se ve mucho en nuestra sociedad, por lo que se tiende a pensar que quizás sea una característica exclusiva de los franceses.

Como bien lo dice su título el largometraje habla sobre las dobleces de la vida, sobre las relaciones dentro de otras relaciones, de los niveles del amor que van trastocándose con los años, y que —al menos en el filme—, nunca se desbordan. Habla del cambio micro y macro donde estamos inmersos.

Se cuestiona el dejar la materia y rendirse a la digitalización en la lectura, se nombra el Kindle y los audio libros, por ejemplo, versus un libro de tapa dura, con una portada sugerente, el papel ahuesado, ese peculiar olor de libros y bibliotecas, hurgando dentro de la estética detrás del libro, como la estética detrás los discos. Se da a conocer otra cara más que envuelve el capitalismo, afectando hasta las entrañas el mundo editorial, que cabe decir lleva mucho más amor al arte que al comercio. Planteándose así un debate que se viene arrastrando desde los inicios de la era digital, se puede comparar con lo que sucedió con la música y la fotografía.

Las generaciones de hoy no conocen lo que significa escuchar un disco completo, ni hablar de que sea un vinilo, incluso un CD, es mucho más común, más fácil, rápido, incluso gratis, bajar una aplicación con el celular —por donde a la vez se nos espía reconocidamente— y conectar x Bluetooth un mini parlante y escuchar la canción que se quiere, saltándose así el proceso completo de entender o al menos intentar comprender como un todo el disco y el proceso creativo que lo llevó a convertirse en tal disco y no en otro. Lo mismo con la fotografía, hoy sacar una foto (imposible de pensar hacerlo con una cámara, a no ser que seas su amante) y tener que esperar que sea revelada, es algo inimaginable, hoy la sacas —nuevamente con el teléfono, que nunca sueltas—,  la miras, ves si te gusta, si es así la dejas, sino la borras y sacas otra, pero luego nada de eso queda como documento.

Ahora bien no hay que desmerecer los grandes avances tecnológicos, sino más bien aprender a utilizarlos en pro de las creaciones literarias, cinematográficas, musicales, científicas, etcétera. Lo que sucede es que este tipo de tecnología apura y empuja a una inmediatez muy poco reflexiva, a lo instantáneo, lo superfluo, las cosas pierden el valor y dejan de participar en el registro/memoria, tan importante de rescatar hoy en día. Y lo desechable gana terreno. Y gana terreno a tal punto que se quiere sacar a la Historia de la malla curricular en la educación.

Por otro lado la globalización, internet, la posibilidad de expansión y expresión permiten un acceso ilimitado a la información, pero allí no existe la utilización de la tecnología en pos de la educación, sino más bien es usada en pos de adormecer al espectador con basura virtual. Porque así somos más fáciles de manejar, irreflexivos y obedientes.

Es por eso que este tipo de películas son bien recibidas ya que instan a la reflexión, exponiendo una realidad que nos sucede y vale agregar que se agradece el silencio y los diálogos, y la ausencia de acción extrema con autos explotando.

Es un filme que se deja ver pausado y que cuestiona de una manera sutil lo que está creciendo sin freno en la superficie.

 

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Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos, y una segunda entrega de poemas, ya bautizada como La jabalina (Ediciones Filacteria, Santiago, 2019).

 

Guillaume Canet en «Doubles vies», del realizador francés Olivier Assayas

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Los actores Juliette Binoche y Vincent Macaigne en Doubles vies (2018).