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«Dry Martina»: Una fábula misógina y fallida

El largometraje del director nacional Che Sandoval -todavía en cartelera en la sala de cine arte Alameda de Santiago- es catalogado en este texto como una pieza audiovisual vacía y superficial, provista de un hondo simplismo literario en lo que al tratamiento de temas de género de refiere. Pase y lea.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 22.12.2018

Dry Martina es una coproducción chileno-argentina que fue estrenada en noviembre de este año y cuenta la historia de una cantante pop trasandina y de su supuesta media hermana chilena, la cual va en su búsqueda.

El título crea expectativas cinematográficas que lamentablemente no se cumplen, porque cuando entendemos que éste se refiere a la frigidez de la protagonista, la palabra misoginia aflora.

La trama de este filme se acota solamente a la vida sexual de la cantante trasandina. La que a raíz de una o varias relaciones amorosas fallidas, queda frígida. Por lo que su único tema aparente es la necesidad de saciar ese fuego que no logra ser extinguido. Luego a medida que va avanzando la cinta nos vamos dando cuenta que lo hiper sexual siempre lo llevó a cuestas, siendo más bien un reflejo de ciertos vacíos y procesos internos que no parecen ni pretenden ser resueltos dentro de la película, los cuales son evidenciados de una manera burda y superficial, dejando a la mujer estigmatizada una vez más como un bien de consumo. La trama se va entretejiendo con pequeñas historias que van rellenando de alguna manera los espacios. Su media hermana viene desde Chile acompañada por su novio a Buenos Aires, quien a su vez aprovecha el viaje para ir a un partido de fútbol. Ellos estando ya en tierra argentina deciden terminar la relación, y uno de los motivos es la inestabilidad emocional de la chilena. Se cruzan unas pocas palabras entre el ex novio y la cantante pop, previo al deambular desesperado de la protagonista por las calles porteñas, teñidas de banderas y camisetas de fútbol, en busca de este joven que ha logrado movilizar sus aguas, y sus fantasías, paseo que culmina cuando lo encuentra y logra llevarlo a su cama. Entonces este ex novio pasa a ser el héroe sexual que le arranca de alguna manera el apodo de Dry a Martina. La historia continúa cuando atraviesa la cordillera decidida a encontrarlo nuevamente sin saber siquiera su dirección.

Este tipo de argumento donde se corre tras el amor de la vida podría quizás funcionar en una película de romance, pero aquí Dry Martina se transforma en un diálogo carente de profundidad. Cuando Martina llega a Santiago de Chile, se sienta con su maleta en una plaza a la espera de encontrar a su superhéroe. Sin embargo no pierde tiempo y aprovecha la oportunidad de irse con un otro desconocido a tener sexo mientras éste la ayuda a conseguir la dirección de su salvador. Pareciese que Martina accede al sexo como autoagresión finalmente. En el intertanto hay pequeñas historias rizomáticas que dan cuenta de la vida de su media hermana y su toy boy. Fórmula equivocada para pretender distender un colectivo aún estrecho, saboteado y lleno de qué dirán de nuestra sociedad que piensa que a través de unos planos que enfoquen un acto de sexo oral o un par de tetas y unas líneas deslenguadas se cree que estamos liberados de todo tipo de tapujos y conservadurismos. Es una película algo contraída, que no va más allá.

Tras las cámaras no hay mucho ojo ni corte certero, no hay tomas que ensalcen o dignifiquen las historias ni menos lo femenino. Los diálogos se sienten un tanto forzados, al igual que la actuación de los personajes, con excepción de Patricio Contreras.

Por lo que nos vemos entrampados en un filme que permanentemente pide segundas oportunidades. Las que se dan sólo por el hecho de estar a la espera de que algo suceda.

Este tipo de largometrajes finalmente nos deja con una sensación de vacío inexplicable que invade sin ser buscado. Más hoy en día que el tema de la igualdad de género está con la herida aún muy abierta.

 

Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos, y una segunda entrega de poemas, ya bautizada como La jabalina (Ediciones Filacteria, Santiago, 2019).

 

 

 

Uno de los aspectos más rescatables de esta cinta de Ché Sandoval es la actuación de Geraldine Neary (a la izquierda)

 

 

La poeta y crítica chilena, Alejandra Coz Rosenfeld

 

 

Tráiler:

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