“El club de señoras”: Del cuarto propio a la necesidad de ser escuchada

La obra de la compañía «La Prudente» es indudablemente un montaje que dará que hablar, aunque será necesario pulir algunos elementos técnicos, y quizá repensar el final de la pieza, la cual es excesivamente intempestivo, dejando a los espectadores invadidos por el cuestionamiento y la incertidumbre. Se exhibe hasta el 20 de julio en la sala Teatro de Bolsillo (calle Erasmo Escala Nº 2185, Metro República, Santiago).

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 16.7.2019

La Compañía de Teatro La Prudente, estrena esta temporada –tras haber presentado el 2018 la comedia negra Prudencia– su segundo montaje, El club de señoras, bajo la dramaturgia y la dirección de Urania Briceño, el que se presenta durante el presente mes de julio en el Teatro de Bolsillo, ubicado en una añosa casona de la calle Erasmo Escala, en pleno barrio Concha y Toro, en el centro de Santiago. Tal referencia no me parece casualidad, dado que la obra aborda la reunión de tres mujeres de la élite santiaguina de los años veinte, para celebrar el aniversario del Club de señoras, mientras sus esposos se encuentran reunidos en el Club de la Unión, debatiendo temas políticos contingentes.

La realización escénica se nutre de dicho marco referencial a modo de excusa para problematizar temas concernientes a la condición de la mujer en la sociedad y develar la lucha de clases, con perspectiva feminista, interseccional y social, lo utiliza también para visibilizar el aporte de las mujeres a la constitución del campo cultural chileno en los albores del siglo XIX, a la vez que para generar un vínculo histórico sobre la difícil posición de la mujer –de distintas clases sociales– en la sociedad, sea en la década del ’20, o en pleno siglo XXI.

«El Club de Señoras» fue una organización de mujeres que surgió en 1915 debido a la incomodidad que sentían ante los privilegios del Club de la Unión, lugar masculino cuyo acceso les estaba restringido, y en donde se hablaban temas vinculados a la política y la economía del país. Surge entonces, como necesidad de las mujeres de la élite de reunirse y compartir lecturas y actividades culturales enriquecedoras para el alma femenina, siguiendo el modelo de las tertulias literarias que estaban de moda hacía décadas en Europa, y que desde fines del siglo XIX ya habían sido realizadas en países latinoamericanos, tal como es el caso de Perú gracias a Manuela Gorriti y en Argentina con Mariquita Sánchez de Thompson. La académica de la Universidad de Chile, Darcie Doll, explica respecto a la conformación de las tertulias o veladas de mujeres:

«Los salones, que tienen su auge hacia 1870 y 1805, corresponden a una forma plenamente decimonónica, momento en que aún no se constituye el campo literario (…) Manuel Vicuña afirma que la principal función de los salones que nos ocupan, aquellos organizados por damas de la oligarquía, es la de propiciar la libertad de las mujeres «al concederle a las anfitrionas una instancia de autoexpresión y desarrollo personal sustraída a las restricciones tradicionales» (Vicuña, 78). Lo anterior, si se toma en cuenta que, aun cuando ya existen instancias de educación formal para las mujeres, especialmente para las damas de la oligarquía, la verdadera educación intelectual constituye un objetivo de segundo orden y, aún más lejos del horizonte, se ubica el objetivo de adquirir una profesión. La educación se rige por un orden de tipo moral, siguiendo el ideario de la domesticidad, es decir, la formación de mujer como madre y dueña de casa, diestra en labores del hogar, y en que el asomo a lo público estaba constreñido a la realización de obras de caridad» [1].

Precisamente aspectos que pretende enfatizar «El Club de Señoras», cuando afirma en sus estatutos que desea: “cultivar todo lo bello y bueno en el alma de la mujer”. Así, la iniciativa del Club contribuyó a problematizar la opresión de la mujer de la élite, junto a las estrategias y discursos de las mujeres de la clase media emergente y del proletariado.

Inés de Echeverría [2] es una de las precursoras del campo cultural en Chile, no solo por su rol como escritora, sino también por la publicación de columnas en diarios como El Mercurio, en donde analizaba y reflexionaba respecto de la condición de la mujer en la sociedad. Además, incidió en la creación del Club de Señoras, en donde participó activamente, hecho que se ficcionaliza y sobre el cual transcurre en el montaje El club de señoras.

Tres mujeres de la aristocracia se reúnen en la casa de Inés Echeverría mientras sus esposos se encuentran debatiendo en el Club de la Unión, allí juegan, comparten, bailan, beben y se disfrazan de hombres a modo de parodia. Allí también escriben, pintan y dialogan sobre sus propias vidas, sus carencias y los deseos de libertad y expresión. Allí se evaden, en el intertanto que dura sus reuniones, del tedio de sus vidas, sus matrimonios arreglados, de las condiciones a las que están destinadas, las prohibiciones que las acechan, y sus im-posibilidades. El Club les sirve de excusa para huir, para reunirse, para tener un cuarto propio junto a otras mujeres, para hablar y ser escuchadas. En el Club elaboran acciones performativas que desestabilizan el orden dentro de aquellas cuatro paredes, acciones trasgresoras que las hacen sentir creativas y libres.

Sin embargo, el paradigma patriarcal y hegemónico que recae sobre las mujeres fuera del Club, es replicado dentro por ellas mismas, quienes reproducen las disposiciones sexo-genéricas que las han coartado. Inés critica la irreverencia de su prima y que sus actitudes no se ajustan a los estatutos del Club, ambas critican y se burlan de su amiga Margarita, a quien consideran una mujer que no piensa y no entiende nada. Posteriormente, las tres mirarán de soslayo, con desconfianza, a Mercedes, la misteriosa mujer que desea ayudar a Inés a elaborar el discurso con que debe agradecer ser considerada miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile [3], casa de estudios que su antepasado Andrés Bello fundó.

Inés desea escribir un discurso de agradecimiento que complazca al público, un discurso en donde su distinción quede en evidencia. Teme que aquellos hombres la critiquen por no ser capaz de dar un buen discurso, por no estar bien arreglada o estarlo en exceso y que eso merme su calidad locucionaria. Es interesante cómo a partir de este hecho, el montaje reflexiona sobre las dificultades que deben enfrentar las mujeres para ser validadas en el mundo laboral, enfrentándose a prejuicios que apuntan hacia falencias y excesos que responden únicamente a construcciones socioculturales y simbólicas que las constriñen y coartan.

Inés busca ayuda en sus amigas, pero no la convencen los temas que éstas quieren abordar. Por un lado, su prima desea abordar el tema de la separación del Estado y de la Iglesia, por la posible libertad que vislumbra en aquello. Por otro, Margarita le propone hablar sobre la libertad creativa y las tendencias artísticas vanguardistas. Ambas desean plasmar sus intereses en el discurso que debe elaborar Inés. Posteriormente, cuando aparece Esther Valdez, pese a las reticencias de las mujeres por incorporarla al Club – por ser una mujer de la clase popular – será ella quien brinde una perspectiva nueva e implante la semilla del cuestionamiento social.

Esther representa a la mujer proletaria, trabaja en la fábrica del padre de Inés, en precarias condiciones laborales, y ha organizado junto a sus compañeras un grupo de lectura y lucha por sus derechos. Desea que su voz y la de ellas sea escuchada, pero no basta con el folletín que publican, necesita que sus demandas lleguen más alto y que cambie el sistema que las oprime. Por eso buscará en el Club de Señoras –debido a su admiración por Inés– el apoyo y plataforma para que ella represente la voz de las mujeres en el discurso que dará.

Las dudas e inquietudes surgen entre Inés, su prima y su amiga, temen en las consecuencias que abordar aquellos temas podrían tener para ellas. Temen que se disuelva el Club y las represalias de sus familias. En otras palabras, temen perder sus privilegios de clase. Es aquí donde el montaje apunta hacia una crítica del feminismo de la “Primera Ola”, cuyo carácter aristócrata y elitista no consideró ni a las mujeres de clases medias ni a las de clases populares. Apuntando hacia una perspectiva feminista de carácter interseccional, que considere en su lucha factores como la raza, la etnia, la clase y el género.

Escénicamente, El club de señoras posee una propuesta dinámica, lúdica, con la incorporación de actos performativos y de elementos disociativos de la época representada, a través de la música, efectos electroscópicos y pelucas. El despliegue escénico de las actrices también es destacable, así como el uso de los implementos escenográficos, la iluminación y el vestuario.

El club de señoras es indudablemente un montaje que dará que hablar, aunque será necesario pulir algunos elementos técnicos, y quizá repensar el final de la obra, el cual es excesivamente intempestivo, dejando a los espectadores invadidos por el cuestionamiento y la incertidumbre de no saber finalmente qué dirá Inés en su discurso.

 

Citas:

[1] Doll Castillo, Darcie. (2007). DESDE LOS SALONES A LA SALA DE CONFERENCIAS: MUJERES ESCRITORAS EN EL PROCESO DE CONSTITUCIÓN DEL CAMPO LITERARIO EN CHILE. Revista chilena de literatura, (71), 83-100. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-22952007000200005

[2] Inés Echeverría de Larraín (Iris) (1868-1949). Integrante de una influyente familia aristocrática, Iris se alzó por derecho propio como una de las voces literarias más importantes y modernas del novecientos. Cultivó diversos géneros y sus artículos de opinión aparecieron en los principales medios de prensa de la época. En: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3461.html

[3] El 1 de diciembre de 1922, Inés Echeverría ocupa la vacante dejada por Enrique Matta Vial, en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Luego, en 1924 Inés dicta la Conferencia «La condición civil de la mujer», en dicha casa de estudios. En: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3461.html#cronologia

 

Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Ficha artística

Compañía: Teatro La Prudente.

Dirección y dramaturgia: Urania Briceño.

Asistencia de dirección: Carolina Llanos.

Elenco: Valentina Sierra, Carolina Llanos, Isabel Palma y Josefa Nef.

Diseño escenografía y gráfico: Paloma Toro.

Realización audiovisual: Pamela González.

Producción: Teatro La Prudente.

Temporada: 5 al 20 de julio de 2019.

Funciones: Jueves, viernes y sábado 20:30 horas. Adhesión: $5.000 general / $3.000 estudiantes y tercera edad.

Sala: Teatro de Bolsillo, calle Erasmo Escala 2185, metro República.

 

El elenco del montaje «El club de señoras»

 

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Teatro La Prudente.