El montajista, un protagonista de la pre producción en el cine

Este profesional audiovisual utiliza un lenguaje exquisito, que puede acelerar, retardar, disminuir, acrecentar en imagen y sonido, junto a cortes y fundidos, siendo quien cocina el guiso finalmente, en pocas palabras es el «chef» que prueba la obra y da los toques maestros finales.

Por Jasmín Valdés Rastello

Publicado el 15.3.2018

El montajista siempre se ha definido como el personaje que interviene en la etapa final de las películas, como un individuo incógnito, que por arte de magia y apoyado de la tecnología logra unificar y dar coherencia a todo lo que se filmó en la etapa de rodaje. Este profesional que pocas veces es considerado como un potencial en la escritura del guión técnico, es sin embargo, más influyente en la calidad de las películas que lo que muchos intuyen. Es un personaje que además de variar el sentido y la profundidad de una secuencia fílmica, conoce los tiempos emocionales, sabe abrir y cerrar la escena en el momento y modo adecuado, y muchas veces darle completo sentido a algo que no lo poseía.

El montajista utiliza un lenguaje exquisito, que puede acelerar, retardar, disminuir, acrecentar en imagen y sonido, junto a cortes y fundidos, siendo quien cocina el guiso finalmente, en pocas palabras es el «chef» que prueba la obra y da los toques maestros finales. Pero para que esto ocurra no basta simplemente con filmar, hay algo más.

Existen numerosos directores y productores que sólo recurren al montajista cuando se dan cuenta que algo «no encaja» en la edición, hay otros también que piensan fehacientemente que el montajista es el responsable absoluto de un mal resultado en la versión final de un filme y aseguran haber filmado todo correctamente, y por último están los más comunes, aquellos que al cometer un error en el rodaje, inocentemente proponen que sea arreglado posteriormente por el montajista.

Esta imagen desvalorizada del verdadero rol del montajista ha sido permanentemente cuestionada, sobre todo por directores de fotografía que han encontrado un verdadero aporte al escribir sus guiones técnicos en compañía de quien en un futuro próximo será el encargado de hilar y reconstruir la narración, y esto se debe a que los directores de fotografía tienen muy claro que no sirve de nada filmar hermosos planos que luego no encajarán en la secuencia, debido a que no se pensó antes en el ritmo de la escena, o en los planos alternativos, o el estilo de montaje a utilizar, y un sin fin de detalles que se pueden solucionar a priori, con una llamada propuesta de montaje.

Es fácil darse cuenta cuando en una película, serie de televisión o cualquier contenido audiovisual hubo un montajista que participó desde el comienzo, por una serie de indicios que se delatan inmediatamente al analizar no sólo las características técnicas, si no que las intenciones intelectuales de la narración. Cuando todo estaba imaginado y planeado minuciosamente desde antes, los estilos de montaje fluyen como un baile sincronizado que complace y entretiene al espectador, logrando los objetivos dramáticos y narrativos y por consecuencia: la emoción y la comprensión del espectador.

Son pocos los productores Latinoamericanos que tienen la virtud de considerar a un montajista antes de filmar, muchas veces argumentando la falta presupuesto, pero en realidad, en la mayoría de los casos la contratación de un profesional del montaje puede significar un tremendo ahorro de dinero a la hora de filmar y por supuesto disminuir las incontables horas de trabajo en el momento de la edición y la post producción.

Se hace cada vez más urgente la necesidad de crear un ambiente de trabajo completo y minucioso en torno al cine latinoamericano, que fluya hacia la comprensión de este lenguaje que, muchas veces sin recursos y a diferencia de la filmografía norteamericana, narra las temáticas más profundas e influyentes de la sociedad y del medio audiovisual.

El nacimiento de la propuesta concreta de incluir a los montajistas como verdaderos autores dramáticos de las obras, no solo como solucionadores de problemas, se ha dado muchas veces a lo largo de la historia del cine, eternas discusiones que siempre han varado en lo mismo: el montajista es un trabajador que corresponde a la etapa de la pre producción. Por lo que es de esperar que la nueva sensibilidad cinematográfica reconozca el aporte del montaje.

Incitar la lectura que aborda la temática del montaje puede ayudar a comprender mucho más profundamente la cultura cinematográfica y orientar a futuros directores, fotógrafos y por supuesto a los sonidistas, directores de arte, peluqueros y todo el equipo de producción, en este extenso camino de emociones que es el cine, autores como Serguéi Mijáilovich Eizenshtéin, más conocido como Serguéi Eisenstein con sus libros «El sentido del cine» y «La forma del cine» son una completa guía a través de los estilos y su utilización.

En un aspecto más técnico sobre el uso de sistemas de sonido y celuloide está el maestro chileno Rafael Sánchez con su libro «Montaje cinematográfico, arte de movimiento», donde narra una completa travesía para encontrar la mejor técnica de compaginación. En cualquiera de los casos, sea montajista o no el lector, comprender el montaje es un excelente estímulo para la creación de obras cinematográficas y literarias, y por qué no, darle un nuevo sentido a todo lo que nos rodea.

 

 

Imagen destacada: El actor finlandés Elmer Bäck en un fotograma del largometraje «Eisenstein in Guanajuato» (2015), del director inglés Peter Greenaway