El libro de Jaime Hales y de Maru Hernández-Celis describe y explica un método de desarrollo personal, es decir, un movimiento de expansión del propio entendimiento y de la potencia de la divinidad que vive en cada ser humano, y la cual lo ayuda y socorre en el cumplimiento de sus tareas de vida.
Por Rosa Gianini
Publicado el 29.4.2025
El libro que he leído y comento es una obra apasionante, cuya lectura se hace fácil. En la continuidad de la lectura, me ha inspirado mucho el modo en que el relato se va construyendo.
Así, el lector recibe una guía constante a través de la entrega de conocimientos profundos, propuestas de ejercicios para la autorreflexión, validando a la vez la experiencia humana de las personas que participaron en el taller del mismo nombre, «alquimia vital», a lo largo de 20 años.
De este taller se recogen, de tanto en tanto, los relatos de sus participantes para compartirlos con los lectores.
Observo una maestría y una danza constante en el paralelo que se va haciendo a través de sus páginas entre el proceso de alquimia de los metales buscando su transformación en oro y la alquimia vital del ser humano en su desarrollo como ser consciente de sí mismo y del mundo.
La alquimia vital, dicen sus autores: «es un método de desarrollo personal, es decir, un movimiento de expansión de la conciencia y de la potencia de la divinidad que vive en cada ser humano, que lo ayuda en el cumplimiento de sus tareas de vida».
Nos dicen: «Vamos a trabajar con la alquimia».
En este contexto, ellos comparten su propio camino de autoconocimiento y transformación alquímica con el propósito de ayudar a otras personas que transitan por esta senda, buscando la mayor integración de los aspectos finitos e infinitos de su ser y la más excelsa expresión de sí mismos.
De esta forma, el libro contiene un método para ir avanzando hacia el autoconocimiento. Al respecto, los autores comentan que es un método los ha ayudado en su trabajo personal. No es el único, ya que la forma en la cual despertamos a nosotros mismos es personal y se va moldeando a través del camino que se sigue.
La búsqueda del propio conocimiento ha estado presente en la humanidad desde larga data. Los autores señalan: «Nos atrevemos a sostener que durante milenios existieron grupos de personas que trabajaron por una mirada completa del ser humano, entendiendo que los desarrollos civilizatorios debían ir de la mano con una aproximación a la trascendencia y al camino de la perfección. Mientras unos tomaban acciones orientadas al poder temporal, sustentado en la violencia y en la acumulación de riquezas, había otros que buscaban la sabiduría y el entendimiento».
Esta búsqueda continúa en el mundo actual, a pesar de que estaos constantemente distraídos por el ajetreo de la vida exterior, las redes sociales, las altas exigencias del siglo XXI, el dolor de los conflictos bélicos aún presentes con toda la miseria que éstos conllevan.
Sin embargo, y de acuerdo a mi entendimiento, está dentro de nuestro libre albedrío el privilegio de elegir y aprender a escuchar con el oído interior, lo que nos permite obtener nuestras propias respuestas desde nuestra conciencia superior.
Esta escucha activa y honesta, nos conducirá en el momento preciso, ni antes ni después, hacia los espacios, personas y guías adecuados en el mundo exterior.
Un estadio de plenitud y de paz
El viaje del conocimiento de uno mismo, es un viaje sin retorno, que una vez movilizado en nuestro interior sólo buscará seguir hacia adelante. En este proceso, en el libro Alquimia vital, los autores identifican cuatro actos:
Así, en el primer acto, la búsqueda como experiencia eterna y sin retorno.
Luego, en el segundo acto, la búsqueda de la belleza.
Después, en el tercer acto, la prolongación de la vida, la salud, la armonía y la combinación perfecta de la corporalidad en sí misma y con el alma.
En el cuarto acto, la felicidad como estado perpetuo del alma durante la encarnación y en el momento de desencarnar.
¿Qué es lo que buscamos?
Responder las preguntas esenciales: «¿Quién soy? ¿A qué vine? ¿Cuál es mi misión?», nos dicen Maru y Jaime.
Buscamos integrarnos con un estado de plenitud y paz que nace del profundo conocimiento interior.
A partir del capítulo VIII se ofrece a los lectores una serie de guías, ejercicios contemplativos y sugerencias de herramientas que nos permiten ir adentrándonos en nuestro propio conocimiento, a través de la observación atenta de nosotros mismos.
Realizar los ejercicios, responder las preguntar, tomar el tiempo necesario para su reflexión, es de inestimable valor para el «adepto» que transita el camino de la alquimia vital.
¿Y quién es el adepto? En el libro: «se llama adepto al que está en el proceso, que comprende lo que busca y sabe guiar a los que están a su cargo. A esto debemos llegar y saber que cada uno de nosotros vive sus experiencias, pero que accede a la categoría de adepto sólo cuando es capaz de trabajar su propio camino interior, conocer su tarea principal, avanzar en su realización y utilizar los elementos que la divinidad pone a su disposición».
Por lo tanto, concluyo que somos estudiantes y maestros al mismo tiempo, aprendemos de los que han recorrido el camino antes que nosotros y lo comparten como Jaime y Maru. Aprendemos de nuestros estudiantes, así como los padres aprenden de sus hijos. Y cuando nos toca guiar, apoyar, dejamos al aprendiz en libertad para que pueda entrar en nuestro espacio cuando lo solicite y pueda salir con la misma libertad.
En algún momento, los llamaos a despertar son despertados e impulsados a dar los primeros pasos que suelen ser inseguros e inciertos, pero que incitan a una búsqueda cada vez más profunda y extensa, tratando de responder a la gran pregunta de ¿quién soy yo?
Con todo, en este viaje alquímico del despertar de conciencia, es necesaria la claridad del propósito buscado para saber cómo, con qué conocimientos y herramientas se recorrerá el camino de manera perseverante y flexible a la vez, permitiéndonos ir amoldándonos a las exigencias que las circunstancias nos presentan y a las cuales la existencia nos convoca.
A veces practicaremos ejercicios, otras veces ahondaremos en el conocimiento filosófico, otras veces será la vida misma que nos enseñará. A veces el despertar a este camino ocurrirá a través de un sueños, de una experiencia vital significativa, de una crisis personal.
Dentro de lo esencial y a medida que se va produciendo este proceso, el alquimista vital, dicen los autores: «Limpiará, pulirá, reparará el cuerpo y la mente mediante la relajación y la meditación, cultivará el silencio y la observación atenta y consciente».
En algún otro momento de este viaje, se producirá: «la integración de dimensiones que parecían contradictorias entre sí».
Y junto con esta anhelada integración de los opuestos, la experiencia cúlmine del amor, ser parte del todo en la experiencia indisoluble del amor, dejando atrás nuestras propias sombras y temores que nos desintegran y que, inevitablemente, habremos tenido que atravesar y enfrentar.
Fénix vuelve a nacer
Por añadidura, esta experiencia cúlmine del amor incluye necesariamente el perdón, perdonarnos primero a nosotros mismos por nuestros errores, los conocidos y los desconocidos y haber perdonado también al que nos hirió.
En el trabajo del perdón, personalmente me ha ayudado el esfuerzo de volver al amor, diluir y diluir las experiencias y las emociones hasta lograr el regreso a la experiencia amorosa, a la esencia del amor. Volver al amor me ha permitido confiar y continuar, ya que sólo se puede ir hacia adelante, no podemos dejar de ver lo que vemos y anhelamos ver aún más.
Según los autores, sería necesario también reconocer nuestros atributos esenciales en este recorrido, mirar lo mejor que tenemos y con lo que contamos y que nos facilita continuar en el proceso.
Transcribo lo que dice Eloísa, citada en el libro, con la descripción que hace de sus propios atributos esenciales:
«Mi gran capacidad de amar; mi asertividad para enfrentar y resolver situaciones que se me presentan; y mi actitud positiva en la vida; mi confianza frete a los acontecimientos, sean los que sean, confío en que voy a salir adelante, en que siempre hay más alternativas. Quiero destacar el deseo constante y consciente de trabajar mi espiritualidad porque eso da sentido a mi vida y me llena de esa confianza en mí y en la trascendencia. Incluso cuando las cosas no terminan como yo pensaba o quería, valoro lo que vivo diciendo que eso que sucedió era mejor que mi propia inspiración».
Esta declaración, que comparto, es bella, honesta, esencial y refleja muy bien, según mi opinión, al alquimista vital.
Por último, quisiera referirme a las señales. Los autores nos indican que no estanos solos, que desde que nacemos y hasta nuestra partida nos acompañan señales que nos van indicando el camino. Donde nacemos, en qué familia, en qué grupo humano, qué nombre recibimos al nacer, qué experiencias nos toca afrontar, etcétera. Toda la existencia se dispone a hablarnos, conducirnos, desafiarnos, contenernos e impulsarnos.
Es necesario confiar, puesto que de acuerdo a la los autores: «la encarnación del alma en un cuerpo constituye al ser humano. Esa encarnación es fruto de las decisiones en orden a asumir tareas. Para ello, hemos dejado señales que, al recogerlas con precisión, nos dan estos mapas de la vida».
Sabemos que nuestra travesía vital es limitada, un día cruzamos el umbral e inspiramos el primer aliento vital, luego comenzamos el viaje, sin saber cuánto durará y qué habremos realizado. Un día termina nuestro tiempo, nuestro aprendizaje y exhalamos el último aliento vital.
En ese momento, en lo personal, me gustaría poder afirmar: esta soy yo, con mis virtudes y mis defectos, con mis aciertos y mis errores, con mi sabiduría y mi ignorancia, con mis alegrías y mis tristezas y, así, en conciencia y con lo que pude integrar, fui avanzando, aprendiendo, desarrollándome, despertando la chispa divina que habita en mí y aceptándome con mi propia humanidad.
Termino este texto del libro de Jaime Hales y Maru Hernández-Celis Alquimia vital, citando el texto del Ave Fénix contenido en la obra que comento:
«El paso final se conecta con el mito o leyenda del Ave Fénix. Se trata de un ave gigantesca y hermosa que vive hasta 500 años. Al cumplirse ese tiempo se sienta sobre su nido, pone un huevo autoengendrado y lo empolla. Después de un tiempo, el esfuerzo que ha hecho de engendrar y empollar aumenta su temperatura y se enciende espontáneamente un fuego que la consume. Fénix muere en esa hoguera y, cuando sólo quedan brasas y cenizas, el huevo se agita y Fénix vuelve a nacer».
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Rosa Gianini es una psicóloga chilena, terapeuta de adultos, titulada en l Pontificia Universidad Católica de Chile, y quien desde el año 1993 ayuda a que las personas en dolor y crisis emocional recuperen su centro, desarrollándose como seres plenos, felices y seguros de sí mismos.

«Alquimia vital. Un camino para el desarrollo personal» (Editorial Catalonia, 2024)

Rosa Gianini
Imagen destacada: Jaime Hales.