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[Ensayo] «Destinos entrecruzados»: La esperanza que hace revivir

Todos nos vamos encontrando a lo largo de la vida terrenal, esa es la sincronía de la cual nos habla Carl Gustav Jung y la que se encuentra en los libros sobre espiritualidad y pensamiento holístico: los acontecimientos que, a veces son causales, suceden simultáneamente y establecen conexiones, para que sus consecuencias se multipliquen.

Por Jaime Hales Dib

Publicado el 12.5.2025

Hace algunos años fui invitado por Iván Bravo a presentar una novela suya. He conocido, además, su primera novela, sus poemas y otros escritos en prosa que constantemente difunde a través de algunas redes sociales.

Repetiré ante ustedes lo que dije en esa oportunidad: Yo soy sólo un escritor y no sé oficiar de crítico literario y mucho menos de profesor de literatura.

Hablo como colega de Iván y como lector empedernido. Hace unos días en una entrevista, la periodista me preguntaba por mi libro favorito. Mi respuesta fue: «son dos, el que estoy leyendo ahora y el que estoy escribiendo».

Sin duda, Iván Bravo ya es un escritor en toda la línea y viéndolo como lo veo, con esa vitalidad impresionante, con su entusiasmo que desborda todos los límites, su capacidad de imaginar, de crear, de hacer, no me cabe duda de que tendremos más libros muy pronto.

Conozco hace ya un buen tiempo la novela Destinos entrecruzados, porque Iván me pidió que opinara sobre ella, cuando recién tenía terminado su primer borrador. No sé si entonces tenía este mismo título, pero es probable que sí.

Si, porque el título es quizás una expresión muy obvia. Todas la vidas humanas se entrecruzan, se atraviesan, se conectan maravillosamente, como si los humanos no fuéramos más que parte de una sola y misma realidad. Y lo somos, de cierta manera.

Por ejemplo, una novela que terminé hace un tiempo y que aún espera respuesta editorial, la iba a titular Vidas cruzadas. O Encrucijada. Pero entonces recordé esta novela de Iván, él me había contado el título que iba a tener cuando la terminó de corregir. Le pregunté si la iba a publicar. «Estoy en eso», me dijo. Caramba, entonces yo debía buscar otro título.

Y no es raro, porque en definitiva todas las vidas de nosotros están cruzadas.

Algunos porque sus almas se pusieron de acuerdo para que así fuera desde el Bardo, esa dimensión espiritual en que las almas planifican su vida como humanos antes de encarnar.

Otros se cruzan porque los espacios son pequeños («El mundo es un pañuelo», dicen las voces populares).

Todos nos vamos encontrando a lo largo de la vida terrenal. Esa es la sincronía de la que nos habla Jung y la que se encuentra en los libros sobre espiritualidad y pensamiento holístico. Los acontecimientos que, a veces son causales, en su mayor parte son sincrónicos: es decir, van sucediendo simultáneamente y estableciendo conexiones, para que las consecuencias se vayan multiplicando.

Hablemos de este obra.

 

En el Chile bien retratado de ese tiempo

Quedé impactado por la historia que cuenta y, como corresponde a una novela que se merece, tiene un relato que va cautivando al lector que, en lugar de ansiar que llegue pronto un desenlace, lo que espera es que la historia siga.

La pregunta de las grandes novelas es siempre: ¿Y qué sigue después de la última página? Las series de Netflix han creado varias temporadas para satisfacer esas ansiedades. Las que se basan en textos ya publicados, impulsan a los escritores a escribir esas segundas o terceras partes, siendo primero el guion y luego la obra literaria.

En estos Destinos entrecruzados, cuando quedan 50 páginas, a los lectores nos surge el deseo vehemente de que súbitamente la novela tenga 150 páginas más.

Con todo, el texto no tiene discursos de relleno, como esos que aparecen en aquellas historias en las que el escritor no sabe cómo seguir avanzando y necesita completar una suma de páginas, con tal de que parezca un libro importante. No sobra nada.

En esta novela, Destinos entrecruzados, con un diálogo muy natural, con descripciones sencillas pero completas, Bravo va desatando un curso de acción en el cual los personajes adquieren vida. Son reales —en la novela por cierto— creíbles, como si se tratara de seres que en lugar de salir de la imaginación del artista, han tenido existencia en las calles del mundo.

Me recuerda eso que decía un escultor, cuando le preguntaron sobre esta capacidad de convertir una piedra cuadrada en una obra de arte. «Mire —dijo al periodista señalando una escultura que tenía en su taller—, ese caballo que ve usted ahí estaba adentro del bloque de piedra y yo lo único que hice fue liberarlo». Él ya existía.

Ahora bien, esta no es una obra como algunas novelas que hemos visto en los últimos años, hecha para jóvenes apurados —o apurados que se creen jóvenes— ni para personas que sólo les gusta el cuento, donde hay inicio, nudo y final, en pocas páginas. O pocas líneas. O 100 palabras.

Porque hoy existe cierta narrativa en que lo central es la brevedad. No es la síntesis, como en la poesía. Simplemente brevedad.

Decir en 100 palabras toda una historia.

Por supuesto que esa literatura es difícil de escribir y también tiene su valor.

Iván Bravo no se interesa por lo breve.

Él quiere decirlo todo, sin alargar nada artificialmente, pero sin dejar nada en el tintero. La imaginación del lector es apoyada por un relato muy bien estructurado, con descripciones claras y precisas, con un diálogo verdadero, realista, verosímil.

La obra de Bravo, entonces, es una novela donde todo lo que sucede en sus páginas pudo haber acontecido en la realidad. Destinos entrecruzados transcurre en los años 1959 y 1960 y de ahí adelante, en el Chile muy bien retratado de ese tiempo.

Así, los diálogos son de personas de esa época, con temas y formas que hoy tienen poca importancia, como la caballerosidad, ciertos respetos delicados, cortesías de lenguaje, algo de modestia institucional, las timideces de algunas personas, la dificultades de algunas relaciones de pareja, las actitudes de padres y madres, las rencillas de hermanos, las expectativas de vida.

Es el Chile de los años 60, con sus establecimientos hospitalarios, con sus profesionales, con sus obreros, con las personas sencillas de una época sin la vorágine de la selva contemporánea.

Fue un tiempo en que sucedieron muchas cosas en el país. Entre ellas, dos terremotos terribles, con poco más de 24 horas entre ellos, uno en Concepción y otro en Valdivia.

 

Hechos muy reales y dramáticos

Los personajes se mueven en Santiago y en otras ciudades. Me llamó poderosamente la atención como logró Iván mostrar con tanta rigurosidad el ambiente de cada uno de esos lugares, describiendo parajes y estilos de vida de las personas.

Un estudiante de música, un grupo de médicos, un boxeador, una joven enamorada, funcionarios corruptos, burócratas sin remedio, un vagabundo, una mujer comerciante, militares.

Todos ellos y otros, con sus parientes, amigos y conocidos, se van enlazando con hechos efectivamente acontecidos en esos tiempos, con situaciones que pudimos leer en la prensa de esos años, hechos muy reales y dramáticos.

El mundo, 65 años después, ha cambiado, las personas se comportan de modos diferentes, pero en esencia, la naturaleza humana es la misma y por ello podremos reconocer emociones, realidades y acontecimientos que pueden seguir sucediendo.

Las envidias, la lenidad, la corrupción en sus diversas formas, la brutalidad, los abusos, las ilusiones, la generosidad de los que menos tienen y la avaricia de los poderosos, son improntas que aparecen.

Y sobre todo el amor. El amor de los amigos, el amor de los que sufren por las mismas causas, la solidaridad en todas las escalas, los amores entre personas que arman parejas, el amor con los animales.

También la esperanza que hace revivir a los que ya parecían haber abandonado la existencia.

La novela entretiene, nos revive las añoranzas de un pasado que vivimos los más viejos, enseña a los jóvenes sobre una etapa interesante en la que hasta llegó a haber un Mundial de Fútbol en las ciudades de Chile; nos convocará, a todos los lectores, a vivir la intensidad de los acontecimientos que relata, de las emociones, de acontecimientos que van entretejiendo una maravillosa arpillera donde todos los seres viven y mueren con intensidad particular.

Compren el libro, léanlo, coméntenlo, regálenlo.

Para eso escribimos los escritores: para que otros nos lean.

 

 

 

***

Jaime Hales Dib (1948) es abogado de la Universidad de Chile, poeta, narrador y profesor.

En 1995 fundó la Academia de Estudios Holísticos SYNCRONIA, luego fue agregado cultural en México, y también formó parte del directorio y fue secretario general de la Sociedad de Escritores de Chile.

Además, integró el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, participó en la comisión redactora de la Ley del Libro, fundó la Editorial Casa Doce, ha publicado varios textos de su autoría y ha dado recitales poéticos en diversas ciudades de Chile y en el extranjero (Francia, España, Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay, Argentina y México).

 

«Destinos cruzados» se presentará este viernes en el Café Literario Ñuñoa

 

 

 

«Destinos cruzados» (Editorial Caligrama, 2024)

 

 

 

Jaime Hales Dib

 

 

Imagen destacada: Iván Bravo.

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