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[Ensayo] «Días mejores»: Afrontar la muerte del ser amado

La serie audiovisual de los realizadores españoles Alejo Flah, Arantxa Echevarria y Jota Linares, sin caer en excesivos sentimentalismos ni menos en dramatismos, transmite de manera brillante el sentir de unos singulares personajes en proceso de duelo.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 26.5.2022

¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
John Donne

Tres directores firman la realización de esta serie española —recientemente estrenada y disponible en la plataforma Prime Video— y creada por los guionistas Cristóbal Garrido y Adolfo Valor. Obra que nos ofrece un retrato honesto en torno a unas personas que comparten su sentir ante la muerte de un ser querido.

La muerte de la persona amada y el proceso de duelo por su pérdida de aquellos a quienes deja, un tema este poco tratado en obras audiovisuales destinadas al gran público y menos aún en series televisivas. Y entiendo que sólo por ese motivo merece respeto y atención.

Y al verla esa apreciación positiva se reafirma, porque Días mejores sin caer en excesivos sentimentalismos ni dramatismos nos transmite brillantemente el sentir de esas personas en proceso de duelo.

El guion es la base de su logrado equilibrio pero también el buen trabajo actoral de esos seres «tocados» por la muerte. Destacar a la siempre brillante Blanca Portillo quien es la doctora Laforet, la psicóloga coordinadora del grupo de duelo y asimismo al excelente Francesc Orella —inolvidable protagonista de la exitosa serie catalana Merlí— que encarna a Luis, uno de los cuatro pacientes a su cargo.

Los otros integrantes del grupo son —por orden de buen hacer— Alba Planas (Graci), Marta Hazas (Sara) y Erick Elias (Pardo).

 

En proceso de aceptación

Cinco personas que se encuentran para ayudarse en su proceso de aceptación de la pérdida del ser querido. Cinco sí, porque también sabremos que la doctora Laforet está «tocada» por la muerte que en su caso es la de su único hijo.

Así que para ella, conducir el grupo es también de alguna manera conducirse a sí misma. La relación con su esposo —también psicólogo— está en crisis por sus formas radicalmente distintas de afrontar la vida tras la peor de las pérdidas.

Mientras el hombre busca salida en el perdón a quien involuntariamente pero irresponsablemente causó la muerte del hijo, Laforet está enrocada en la rabia a un joven que tras cumplir condena sigue destrozado por haber atropellado a su hijo conduciendo bajo los efectos del alcohol.

El drama de Laforet no impide que ayude a los dramas de cada uno de sus pacientes cuyas historias si bien distintas tienen en común el dolor y la impotencia ante los vacíos de la muerte.

La jovencísima Graci ha visto morir de cáncer a su chico, ha estado a su lado con entrega de corazón y quiere cumplir con su promesa de tener un hijo suyo mediante inseminación artificial. Es potente su historia de acompañamiento a la muerte y lo será quizás más su historia tras esa pérdida que la enfrentará a su familia y a sus amigas.

Sara es una doctora que impotente ha visto morir repentinamente a su esposo por infarto. Finge estar mejor de lo que en realidad está y finalmente se da cuenta de que siente un gran vacío, de que no es el hijo sino ella la que más necesita dormir acompañada cada noche de sus vidas en común sin el esposo y padre.

Luis es un empresario de éxito cuya mujer se ha suicidado, tiene tres hijas con las cuales le cuesta relacionarse, especialmente conflictiva es su relación con la mayor quien desafiante le responsabiliza de la muerte de su madre. En parte quizás es así pero descubriremos que la realidad tiene muchos más matices.

Pardo es un músico bohemio que en su priorizar el oficio abandonó a su mujer dejándola al cuidado de sus dos hijos. Ahora regresa al hogar y más que doler la pérdida —hubo amor pero perduró más en ella que en él— tiene que lidiar con un menester que le es ajeno: ser padre de sus hijos adolescentes quienes además lo rechazan por su histórico abandono.

Todas estas vidas se entrecruzan en las sesiones grupales donde cada uno progresivamente se desnuda anímicamente. Y en ese desnudo integral —que no se da fuera— se establecen fuertes vínculos y se entrelazan presentes que apuntan a futuros compartidos.

Futuros que se prevén mejores, los días mejores que evoca el título de una obra con voluntad optimista que es pedagogía humanista.

Porque más allá del dolor profundo y de los inevitables errores humanos que sus personajes reflejan, la serie muestra que es posible seguir adelante e incluso mejorar la forma de relacionarse con uno mismo y con los demás.

 

Honrar y trascender

Y es que en ese desnudo anímico grupal surge o resurge lo mejor de cada persona, el corazón sensible que somos y que quiere abrazar en dolor y en alegría aceptándose y aceptando al otro.

El foco pues en la luz del amor, en el poder transformador y regenerador del amor. Gracias al compartir de corazón paulatinamente se puede llegar a sentirse de nuevo vivo tras una experiencia tan dura como la muerte del ser querido.

Porque la vida sigue, nos falta alguien queridísimo pero por lo general hay otros seres amados que nos acompañan y que también duelen la pérdida.

En este sentido siempre me viene a la memoria la «superviviente del cáncer» Cristina Inés Gill quien superó esa terrible enfermedad pero perdió por ella a una de sus dos niñas y pese al dolor lacerante se propuso vivir para honrarla, en sus palabras:

«Le dije a mi hija: tú puedes irte, yo sonreiré por ti. No hay que tener miedo a morir, sino a vivir mal… La vida está hecha para vivir».

Y en ese vivir honrando al ser que nos dejó, se trasciende su muerte. Como bellamente expresó la escritora chilena Isabel Allende:

«La muerte no existe, la gente muere sólo cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo».

Así, la pedagogía última de la obra audiovisual está en el vivir intensamente a pesar de la muerte o las muertes que tanto nos duelen. Y en el darse cuenta de que con esa actitud honramos su memoria y honramos el privilegio de estar vivos ahora y aquí, porque es sabido que quien bien quiere (quien realmente ama) quiere por encima de todo el bien de sus seres queridos.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Días mejores (2022).

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