La primera entrega de un total de siete que la Editorial Anagrama proyecta en torno a esta monumental novela de la autora danesa Solvej Balle, presenta al personaje de Tara, un ser etéreo con sentidos exaltados, en particular el oído, que la mantiene alerta a las más mínimas alteraciones sónicas, tales como «percibir» el transcurso de las horas.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 30.5.2025
El volumen del tiempo I, traducción de Victoria Alonso, es la primera entrega de una extensa novela que proyecta futuros tomos (siete en total).
De esta manera, se nos presenta a Tara, un ser etéreo con sentidos exaltados, en particular el oído, que la mantiene alerta a las más mínimas alteraciones sónicas, gracias a las cuales percibe el transcurso del tiempo, que es lo que necesita después de quedar fijada a una fecha exacta: el 18 de noviembre.
Es difícil saber (y quizá esta es una virtud que anula nuestra expectativa de locación e identificación) si el «estar» de Tara es zen, alienado, o su desconexión se puede adjudicar a un estado alterado por algún trastorno médico, espiritual, o producto de una visión contenida en un espectro. O quizá el limbo en el que flota el alma de Tara sugiere que su alma está atrapada en este mundo, porque se resiste a partir hacia lo desconocido.
«He perdido la esperanza de despertarme el diecinueve de noviembre, y tampoco recuerdo el diecisiete de noviembre, que fue ayer», explica Tara, integrando poco a poco la suspensión temporal en la que se ha transformado su vida.
En un momento ella se ve a sí misma como un fantasma, también como un monstruo, finalmente como un animal. «O tal vez ambos seamos fantasmas, pienso esperanzada. A lo mejor todo se reduce a una alucinación. Soy un fenómeno que cree que es un monstruo», dice.
Con todo, este «ambos» incluye a Thomas, con quien Tara comparte su vida y su trabajo. Ellos son libreros especialistas en el siglo XVIII. Esto puede verse como un dato cabalístico, o no. En este proyecto narrativo lo elusivo es la norma. Hay pura sugerencia, nada de certezas. La narración está matizada por la bruma, la niebla, la lluvia. «Brumoso» es un adjetivo recurrente en la novela.
Asimismo, la «trama» está fuera de escena, como pueden verse las tramas de Clarice Lispector o Samuel Beckett, y la narración se aboca a lo paradójico y a lo místico.
El existir se experimenta en soledad
Es posible ver el trayecto de Tara como un proceso espiritual, un duelo curioso o una crisis existencial. Así, su relación con Thomas comienza a tambalear con su metamorfosis, y se revela como mera transacción. La de ellos es una relación funcional, híper rutinaria:
«En cuanto nos desviamos de simples cuestiones prácticas, la charla se transforma inadvertidamente en una especie de enlace de sonidos, un amortiguado murmullo amoroso», explica.
Y, a continuación: «Paulatinamente hemos ido aprendiendo a dividir las tareas entre nosotros, atenernos a cuestiones de tipo práctico y charlar solo cuando sea imprescindible». Y, respecto al conflicto que ella carga, el haberse quedado fijada en esa fecha, dice: «No podíamos compartir el dieciocho de noviembre. Era un día con el que debía cargar yo sola».
Planteándose avenidas para lidiar con su predicamento vital, e intentando interpretar mensajes de su inconsciente, Tara medita: «Quizá sea el lenguaje el que se clausura, de modo que despertamos sin palabras, o únicamente con aquellas referidas a lo más próximo: mañana, ahora, aquí, despierto, luz. A lo mejor despertamos sin frases».
Despojándose cada vez de más capas, Tara se abre a revelaciones espirituales. El lenguaje, la escritura se percibe como tabla de salvación que otorga sentido y significado: «Tal vez mis frases no sean sino repetidas llamadas a un servicio de rescate en el que nadie atiende el teléfono».
El existir se experimenta en soledad. El ser se pliega al entorno más orgánico, al clima, a los cambios en el cielo. Los movimientos de las nubes le indican el paso del tiempo, después de que «el tiempo se ha roto», como reitera Tara:
«Fluyo a través del día. Me dejo fluir con los sonidos, igual que un líquido, y los líquidos fluyen hacia el lugar donde haya espacio».
En su proceso de individuación, Tara comparte: «De pronto te das cuenta de que toda la previsibilidad del mundo puede cesar, en el que sientes como si se hubiera activado súbitamente un estado de alerta existencial, un pánico silencioso que no provoca en ti la huida o un grito de socorro, que no precisa ambulancias ni una intervención urgente».
Muy pocas cosas pasan en esta primera entrega, pero hay algunos movimientos clave, como el afán de Tara por encontrar un no-lugar («Resulta maravilloso haber encontrado un lugar en el que no se pueda lograr nada»). En esta emancipación ella inicia la búsqueda de una casa, a la vez que comprende que ya ingresó en esa dimensión desconocida, la de vivir en un día y no en un lugar: «Resido en el dieciocho de noviembre».
Luego, Tara compra un telescopio para observar las estrellas: «¿Soy una oveja que mira las estrellas o un monstruo diminuto vestido con lana?», se pregunta. La escena final de la narración es conmovedora por la sutileza con la que se plantea el logro de la individuación y nos muestra a Tara sentada en un café.
Entonces, reflexiona: «me di cuenta de que yo ocupaba toda una mesa para cuatro personas, me trasladé a otra más pequeña en la parte trasera del local».
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en las revistas The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

«El volumen del tiempo I», de Solvej Balle (Editorial Anagrama, 2024)

Nicolás Poblete Pardo
Imagen destacada: Solvej Balle.