[Ensayo] «Las trillizas de Belleville»: Una crítica a la sociedad del bienestar francesa

El recordado filme de animación del realizador Sylvain Chomet se vale de la extravagancia y la acidez para denunciar que el progreso material no es sinónimo de una sociedad mejor. Pero también nos propone que en medio de un mundo consumista y que menosprecia lo antiguo, se pueden encontrar ejemplos de perseverancia como la música, el deporte y el amor de una abuela por su nieto.

Por Gabriel Anich Sfeir

Publicado el 27.5.2020

Los dibujos animados son una forma particular de hacer cine, tanto comercial como artístico. Antes que los hermanos Lumière presentaran el cinematógrafo en 1895, el inventor Charles-Émile Reynaud patentó en 1888 el teatro óptico para proyectar imágenes en movimiento conocidas como Pantomimes Lumineuses (pantomimas luminosas), estrenadas a partir de 1892.

Tanto en cine como en televisión los dibujos animados o cartoons han cautivado a niños y adultos en sus más diversas manifestaciones. Así, en EE. UU., los personajes creados por Walt Disney (Mickey Mouse, Donald Duck), Tex Avery (Bugs Bunny) y el dúo Hanna-Barbera (Tom y Jerry) son verdaderos íconos de la cultura occidental.

En Japón ocurre lo mismo con el anime, que va de la adaptación de populares mangas hasta la obra de Hayao Miyazaki en Studio Ghibli. Más recientemente, la animación por computadora ha creado piezas de arte como es el caso de las películas de Pixar.

Comentaremos hoy el filme Las trillizas de Belleville (Les Triplettes de Belleville, 2003), coproducción entre Francia, Bélgica y Canadá dirigida por el animador y guionista de cómics francés Sylvain Chomet (1963).

Se estrenó fuera de concurso en el Festival de Cannes en mayo de 2003, obteniendo la aclamación de la crítica y numerosos premios a nivel mundial. Fue nominada a dos premios Oscar en las categorías de Mejor Película Animada y de Mejor Canción Original por Belleville Rendez-Vous, con letra del propio Chomet y música del canadiense Benoît Charest.

 

«Las trillizas de Belleville» (2003)

 

París en disparatado crecimiento

A finales de la década de 1950, Madame Souza es una anciana que vive en París junto a su nieto huérfano Champion y su fiel perro Bruno. La señora fomenta a su nieto la práctica del ciclismo, quien ya de adulto participa en el célebre Tour de France.

Sin embargo, durante la carrera Champion es secuestrado por miembros de la mafia marsellesa y llevado a la ciudad de Belleville, en América del Norte. Souza y Bruno siguen al muchacho al otro lado del océano, donde se unen a un trío de antiguas cantantes del music hall de los años 30, las Trillizas de Belleville, para salvar al ciclista de las garras de los gánsteres.

Esta entretenida historia se sostiene en imágenes impecablemente animadas y sostenidas por pocos diálogos. Ante la pantalla se nos presentan personajes tan simpáticos como humanos. Los atípicos héroes de Belleville, que rompen con cualquier arquetipo, son un grupo de ancianas, un ciclista delgaducho y un perro gordo.

Los mundos en que transcurre el filme están pintados con total sátira y elementos grotescos. Souza vive en un suburbio de París, que pronto es absorbido por la ciudad en disparado crecimiento. Su antigua casa es rozada por la línea del Metro, al cual ladra el can Bruno cuando pasan los trenes repletos de pasajeros.

Pero Chomet crea la ciudad de Belleville, una amalgama de Nueva York y Montreal, plagada de altísimos rascacielos, mafiosos cuadrados y personas obesas, donde la comida rápida y la contaminación están a la orden del día.

Belleville es la urbe que en su día albergó a las famosas trillizas de Belleville. El prólogo de la película comienza con uno de sus shows, interpretando el swing Belleville Rendez-Vous junto a otras figuras de los años 20 y 30, como Josephine Baker, Django Reinhardt y Fred Astaire.

Pero años después la ciudad ha caído en decadencia y es sede de una poderosa mafia, la que ha secuestrado a Champion.

 

Influencias cinematográficas: Jacques Tati

Las trillizas han caído en el olvido también, viviendo en un sector marginal de Belleville y cantando en clubes nocturnos para subsistir, pero conservando el sentido del humor y acogiendo a la anciana Souza. Ella es quien ha cumplido el rol de madre respecto de Champion y hará lo imposible por encontrarlo, como lo demuestra al seguir el gran barco de la mafia en un bote a pedales.

Chomet es también un evidente admirador de la obra del comediante Jacques Tati, realizando incluso una película basada en un argumento suyo jamás llevado a la pantalla, El ilusionista (L’Ilussioniste, 2010).

En el caso de Belleville es posible ver alusiones a películas como Día de fiesta (Jour de fête, 1949) y Las vacaciones del señor Hulot (Les vacances de Monsieur Hulot, 1953). Claro está, el animador sigue al humorista en los diálogos mínimos y la melancolía por el pasado, así como su crítica de la modernización industrial.

Finalmente, Las trillizas de Belleville se vale de la extravagancia y la acidez para denunciar que el progreso material no es sinónimo de una sociedad mejor.

Pero también nos propone que en medio de un mundo consumista y que menosprecia lo antiguo, se pueden encontrar ejemplos de perseverancia como la música, el deporte y el amor de una abuela por su nieto.

 

*Reseña autorizada para ser publicada exclusivamente en Diario Cine y Literatura.

 

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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es licenciado en ciencias jurídicas y sociales por la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Gabriel Anich Sfeir

Imagen destacada: Las trillizas de Belleville (2003).