[Ensayo] «Los empleados»: La extraña sentimentalidad de los objetos

La nueva sensación escritural del género de la ciencia ficción a nivel internacional, corresponde a los premiados textos de la autora danesa Olga Ravn, y la editorial Anagrama acaba de poner a disposición de los lectores hispanos su segunda y sorprendente novela distópica.

Por Rodrigo Barra Valenzuela

Publicado el 6.6.2023

En enero de este año, se publicó en Anagrama la segunda novela traducida al español de la escritora danesa Olga Ravn, Los empleados. Olga Ravn es poeta y novelista. Nacida en Copenhague en 1986, lanzó en 2012 una colección de poemas y en 2014 una plaquette.

Mientras que en 2015 publicó su primera novela, Celestine, y en 2021 Los empleados, una obra preseleccionada ese mismo año para el International Booker Prize y en 2022 para la edición inaugural del Ursula K. Le Guin Prize for Fiction.

 

Los testimonios de la nave seis mil

En Los empleados se cuentan los acontecimientos de la «nave seis mil», que lleva meses orbitando alrededor de «Reciente Descubrimiento» luego del fin de la vida en la Tierra y la «gran huida». El relato concurre mediante entrevistas hechas a los tripulantes (en su mayoría empleados) de la nave, luego de que el comité decidiera subir a bordo unos extraños objetos que poco a poco irán alterando las relaciones individuales y colectivas de los tripulantes.

Al comienzo del libro se lee:

Los siguientes testimonios fueron recogidos con el propósito de conocer las relaciones establecidas entre empleados y objetos en el interior de las salas. Durante dieciocho meses, la comisión realizó entrevistas a todos los empleados preguntándoles acerca del modo en el que se relacionaban con las salas y con los objetos contenidos en ellas.

Mediante la reproducción exenta de juicio alguno de dichas declaraciones buscábamos conocer el proceso de trabajo en el lugar e investigar las posibles influencias a las que los empleados hubieran podido verse expuesto, así como de qué manera tales influencias, o acaso relaciones, producían cambios permanentes en los empleados, y si podía afirmarse que ello comportaba una disminución o un aumento del rendimiento de los trabajadores, mayor compenetración con el trabajo, adquisición de nuevos conocimientos y cualidades, además de las consecuencias que había supuesto para la producción.

Además de esta nota al inicio y otra al final, el libro está compuesto de una seguidilla de testimonios cortos y numerados que no se identifican salvo por algunas aclaraciones de los entrevistados. Lo que sabemos, es que arriba de la nave seis mil los tripulantes son en gran parte empleados, y que hay un grupo, dirigente, interesado en conocer cómo ha sido la experiencia de éstos una vez que los objetos sin nombre fueron subidos a la nave.

Así, poco a poco, testimonio tras testimonio, en los pasajes y las circunstancias de los empleados se irá develando la imagen de una nave en la que a bordo no navegan solamente humanos, sino también otros «de apariencia humana», humanoides o máquinas subordinadas al sistema de trabajo de la nave.

Habrá entonces una dualidad que recorrerá todo el libro, atravesando a la lectura: mientras los relatos de los humanos en sus testimonios, tristes y de pulso vacío, se perfilan absortos por una vida en la Tierra que no fue, un futuro perdido, las máquinas, en cambio, pareciendo siempre regularse por los marcos de orden de la nave, no dejan de anhelar un advenimiento humano, pues encuentran en la idea de humanidad un contraste a su propia vida subordinada.

 

Una ciencia ficción del trabajo

Los objetos, extraños, ominosos, sensuales, que se resisten a ser nombrados con propiedad, aparecen junto al inicio de la novela por el primer testimonio de un encargado de limpieza.

En efecto, la trama está desde un comienzo difuminada, y ese misterio empuja a quien lee a intentar dimensionar, por medio de estas voces fragmentadas, qué es lo que se trama arriba de la nave seis mil y de dónde proviene esta fuerte atracción que los objetos generan en los tripulantes, que parecen ser un canal sentimental:

«Mi tarea con los objetos de la sala ha tomado una deriva irreal. Me descubro mirándolos ausente durante varios minutos sin ningún propósito. Como si dichos objetos existiesen solo con el fin de despertar particulares sensaciones en mí en virtud de la forma y el material de que están constituidos».

Las sensaciones provocadas por los objetos no son solo de un asombro distintivo o alguna contemplación alborotada; vamos viendo cómo las palabras de los empleados se revisten de sensibilidad (sólo ante los objetos), donde los aromas o las texturas llegan a conformar lenguajes, los rasgos de los objetos reacciones eróticas o, incluso, un completo miedo hacia ellos, como una duda paranoide sobre su posible vida oculta.

Así, la novela se inscribe en el género de las ficciones de ciencia ficción, pues encontramos motivos, dilemas y escenarios típicos de la tradición, pero no hay que pasar por alto la descripción que se le da en el subtítulo de la novela en inglés (The Employees: A Workplace Novel of the 22nd Century), entendiéndola como novela del trabajo o ciencia ficción del trabajo.

Si en la tradición se distingue en la ciencia ficción una corriente blanda (cercana a las ciencias sociales y las humanidades) y una dura (de estilo y contenido de las ciencias duras o naturales), podríamos leer Los empleados como una reunión de ambas, en la medida que en el trabajo se experimenta el encuentro de las dos esferas.

Desde ahí, la novela no solo «ambienta» o utiliza como recurso el lugar de trabajo, posible de reproducirse como espacio de mera emergencia de relaciones sociales relacionadas a la producción, sino como un lugar donde, fundamentalmente, se traba el conflicto entre la técnica y la vida. En ello el componente sci-fi aparece con toda su fuerza, para empujar la historia hacia el futuro y consigo a las condiciones de alienación.

De esta forma, el testimonio aparecerá como una iteración de marcos de habla circunscritos al campo laboral, caracterizados por una fuerte ausencia del sentimiento —su única potencia es la nostalgia— y un lenguaje que ya parece haber sido revestido por completo de cosificación: «Sé que afirman que no estoy aquí como en una prisión, pero los objetos me han dicho lo contrario». En cambio, será con las máquinas donde una idea de emancipación y de futuro aparecerá.

El componente de los objetos en la historia se vuelve, quizá, la mayor intriga de la novela, pero a la vez pareciera que esa emoción exagerada, erótica y entregada hacia los objetos tampoco se hace tan disímil, pues muchas de las afirmaciones hechas por los empleados podrían ser afirmaciones de hoy respecto a la mercancía.

 

Los testimonios del conflicto

¿Por qué los humanos dicen estar seguro de que los objetos también sienten? ¿Podría ser ser que los objetos no fueran nada particular, salvo que algunos de sus rasgos sean la única manera de hacer sobrevivir la humanidad de los mismos humanos? ¿Una forma de rescatar a la memoria? ¿O simplemente la alienación llegó a tal punto que la excitación frente a esos objetos es lo único que queda de vida?

«Uno de los objetos, diría que del tamaño de un perro más bien pequeño, es lustroso como una larva de otro mundo, pero también es como el talismán que yo llevé en una cadena alrededor del cuello en mi infancia y que siempre lo tenía en la boca y lo chupaba (…) Un recipiente amistoso y seguro que contiene el relato reiterado de una catástrofe».
Es justamente en ese espacio gris y ominoso que Ravn deja a los objetos donde se abre el espacio imaginativo y la posibilidad de una lectura crítica de ellos.

Como se podrá ver, nada resuelve la contradicción fundamental entre «la piel humana» y la «textura lisa» de los objetos. La novela a medida que avanza se irá develando como lo que es: un testimonio aforístico y agonizante de la vida humana a través de los estratos del trabajo. Un testimonio del conflicto de los vivos y los «casi vivos», de la vida y de la técnica.

Todo parece caminar hacia la catástrofe, donde ya la sensibilidad, el nombre, el género, el reconocimiento mutuo, parecen no existir. Lo que hay más allá de la historia es la potencia de la metáfora de la ficción, sumado a la fuerza de un futuro especulado y catastrófico y que Olga Ravn realiza con una poética poco sentimental y radicalmente imaginativa.

«Humanidad a medias, hecha a base de carne y técnica, demasiado viva», dirá el testimonio de una máquina, como una afirmación de ayer, hoy y mañana.

 

 

 

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Rodrigo Barra Valenzuela (1997) es egresado de filosofía, lector y escritor.

 

«Los empleados», de Olga Ravn (Editorial Anagrama, 2023)

 

 

 

Rodrigo Barra Valenzuela

 

 

Imagen destacada: Olga Ravn.