[Ensayo] «Tierra de empusas»: El fresco histórico como terror sobrenatural

La última entrega de la escritora polaca Olga Tokarczuk es una novela de cuidada factura y espléndido poder descriptivo, clásica y moderna, con oscilaciones en su intensidad y profusa en diálogos, no la mejor de su autora, pero una gran lectura para los lectores dispuestos a incursionar en el misterio y los reinos asociados con el inframundo.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 23.8.2025

Dentro del amplio bestiario mitológico grecolatino hay unas criaturas curiosas que acechan desde las sombras, son espíritus femeninos que aparentan ser bestias metamórficas; Aristófanes las describe con patas de perro y bronce, mientras Filóstrato las asimila a los futuros vampiros, haciendo hincapié en que se alimentan de la sangre de jóvenes hermosos.

Estos espíritus ctónicos habitan en los bosques, la noche es su reino y Hécate su matrona. Son estas sirenas terrestres las que narran la última novela de la gran escritora polaca Olga Tokarczuk (1962), premio Nobel, acaso la narradora ctónica por antonomasia de la modernidad, ya que sus libros siempre abordan, de una u otra forma, los espacios liminales, las encrucijadas entre lo real y lo imaginario, entre lo sublime y lo terrorífico.

Con todo, entramos al amplio fresco histórico que es Tierra de empusas, editada por Anagrama, a través de la descripción pormenorizada de los zapatos y vestimentas de nuestro joven protagonista, Mieczyslaw Wojnicz, estudiante de ingeniería de abastecimiento y saneamiento de aguas de Leópolis, como reza su descripción en el apartado de personajes.

Al describirnos esas escamas del mundo que constituyen el mundo material, Tokarczuk nos introduce el paisaje de la Baja Silesia, específicamente de Gorbensdorf y su sanatorio para tuberculosos.

Es el año 1913 y pareciera que volvemos a habitar una novela histórica de Thomas Mann, pero no, aunque aquí los protagonistas también serán una banda de hombres enfermizos con una predilección por los diálogos filosóficos, los debates ideológicos y los comentarios misóginos de ocasión, nos hallamos en el reino de las empusas, circundados por los bosques de los Alpes, por las apariciones de los carboneros y guiados por esa surte de observador ingenuo, casi un príncipe Mishkin introvertido y de una misteriosa sexualidad, que es nuestro Wojnicz.

 

Debates de ideas y conversaciones profundas

Es a través de sus sentidos que experimentamos el impacto inicial de la muerte de la esposa de Wilhelm Opitz, dueño de la pensión de caballeros, un suicidio que parece apenas remover las emociones de los otros caballeros, especialmente del mismo Opitz.

Con esta obertura nos vamos acostumbrando al flujo narrativo, cuyo foco suelen ser los diálogos entre los señores hospedados, entre los cuales Wojnicz se siente como un forastero, afín solamente a un tal Thilo Von Hanh, joven también, y estudiante de Bellas Artes de Berlín, cuya tuberculosis está bastante avanzada.

Esta no es la primera novela histórica de la Tokarczuk, que llevó este género a unas cotas enrarecidas y magníficas con su monumental Los libros de Jacob, pero sí es su primera incursión deliberada en el género del suspenso o el terror sobrenatural.

Claro que, como suele ocurrir en sus libros, la pericia descriptiva va acompañada de debates de ideas y conversaciones profundas que nos remiten a las grandes novelas decimonónicas, otorgando a su prosa un aura clásica, pero con un filo siempre moderno.

En este caso es la inusitada similitud de los debates masculinos, las referencias misóginas y las temáticas que dominan esos diálogos, con la retórica de ciertos sectores políticos, ideológicos y de la misma masculinidad partidista.

Sin embargo, esa fortaleza, que luego aprendemos es una suerte de antología de opiniones misóginas y paráfrasis de autores del canon occidental (desde Hesíodo a Schopenhauer, pasando por Shakespeare, Ovidio y Yates, entre muchos otros), es acaso la apuesta de doble filo que hace de su estrategia narrativa a veces un collage insidioso de lo censurable que hay en las opiniones procaces de los hombres de ayer y hoy.

Esté uno o no de acuerdo con ellas, la narrativa y el ritmo de la obra se resienten un poco de su redundancia.

Por el contrario, es en la exploración de los trances sombríos, de los traumas de infancia de Wojnicz, de sus contradicciones y de su curiosidad quemante, y su afrenta ante el señalamiento que hacen de su persona como una suerte de víctima sacrificial para las empusas; en suma, del contraste entre el fresco histórico y los arrebatos de terror sobrenatural, donde radica la potencia del libro.

Una novela de cuidada factura y espléndido poder descriptivo, clásica y moderna, con oscilaciones en su intensidad y profusa en diálogos. No la mejor de Tokarczuk, pero una gran lectura para los lectores dispuestos a incursionar en el misterio y los reinos ctónicos.

 

 

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Tierra de empusas», de Olga Tokarczuk (Editorial Anagrama, 2025)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Olga Tokarczuk.