[Entrevista] Antonia Torres Agüero: «La poesía y el arte son la suma de fracasos»

La autora sureña, y quien ejerciera como Seremi de las Culturas de la Región de Los Ríos en los inicios del actual Gobierno, se refiere en este íntimo diálogo a la veta lírica de su trabajo escritural, el cual ha desarrollado con persistencia durante su trayectoria, y un género en el que ya ha publicado seis elogiados volúmenes.

Por Cecilia Rivera Bascuñán

Publicado el 25.9.2023

Los detalles del mundo (Editorial Aparte, 2022), último libro de poesía publicado por la poeta valdiviana Antonia Torres Agüero (1975), plantea una especie de diálogo con todo eso que se abre paso tras su andar.

Hablamos de un mundo que está representado por aquellos objetos cercanos, pero que son al mismo tiempo eslabones, sílabas de un lenguaje amplio, capaz de asumir la representación de otros paisajes.

En estos poemas está concatenado el universo, aunque de una manera frágil, sin la pretensión de querer abarcarlo todo. Entre estas experiencias vitales sobresale la naturaleza, la poesía y la filiación como elemento central, pues pareciera ser que en estos poemas Antonia Torres detalla una especie de bagaje íntimo, que antes de materializarse deambula por su particular ideario.

La autora sureña —quien se desempeña como académica en la educación superior— es periodista de formación, magíster en literatura en literatura hispanoamericana contemporánea de la Universidad Austral de Chile, y tiene un doctorado en filología románica por la Heinrich-Heine-Universität de Düsseldorf, de Alemania.

Asimismo, Torres tiene una prolífica carrera creativa en el campo de la escritura, entre los cuales destacan los títulos poéticos de Umzug (2012), Las secretas costumbres (2020) y el crédito que motiva esta conversación: Los detalles del mundo (2022).

También ha presentado con gran éxito de crítica y lectoría, las novelas Las vocales del verano (2017) y Libros marcados (2023).

Por último, cabe consignar que Antonia Torres se desempeñó como Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la Región de Los Ríos, durante el primer año (2022) de la presente administración pública, liderada por el Presidente Gabriel Boric Font.

 

«Todas las cosas del mundo hablan y que hay que aprender a escucharlas»

—¿Cuáles son los detalles del mundo que transitan por este libro?

—Sucede que el título es ambicioso y hasta pretencioso. Aquello de «el mundo» es medio panteísta, pero es que sinceramente creo que todas las cosas del mundo hablan y que hay que aprender a escucharlas. Que el secreto palpita allí, al ladito de uno. El espíritu de la creación, por ponerlo en términos poético-teológicos.

Entonces, los detalles son la luz en sus variadas versiones del día o de la época del año, la respiración de los árboles, las olas del lago y su compás. Hasta los húmedos y escondidos órganos vitales de nuestro cuerpo. Solo que todo ese misterio está en silencio. O habla en un susurro que apenas comprendemos.

Todos esos detalles son los restos de una historia que se asoma, como si fueran las bases de un muelle que ha sido destruido por un desastre: vemos los palos que sobrevivieron como indicios y hay entonces que construir un relato que nos sostenga a la orilla.

 

«Lo que importa es que la mirada está cargada de experiencia, no de años»

—Luego de Umzug publicaste una antología que recogía parte de tu obra poética, sin embargo, Los detalles del mundo es un libro que ve la luz a diez años de la publicación de tu último libro inédito y, al mismo tiempo, da cuenta de que a pesar de tu incursión en la narrativa, mantienes vigencia en el oficio de la poesía ¿Qué nuevos procesos de escritura, o qué elementos de la experiencia ingresan en este libro?

—Es una pregunta difícil, porque no soy tan autoconsciente de mis procesos creativos. Los comprendo a medias y a posteriori. Sin embargo, me gusta aquello que dice Rosabetty Muñoz en el texto de contratapa: que el hablante de Los detalles del mundo habla ‘sobre el promontorio de la madurez’. No tanto como una asunto referido a la edad (si bien me acerco ‘a la mitad del camino de la vida’, según la medida dantesca), sino más bien a un estado ajeno al tiempo.

Lo que importa es que la mirada está cargada de experiencia, no de años. Si me apuras, lo nuevo podría ser la mirada. Porque las cosas del mundo siguen siendo las mismas. Y estas seguirán allí mucho tiempo después de que hayamos desaparecido. Entonces, el problema es siempre el de la mirada sobre el mundo y supongo que lo nuevo es lo que vi esta vez.

Y lo que vi en medio del bosque o a orillas del mar es importante porque me proporciona una luz nueva sobre las cosas, la luz del poema. Algo que intenté señalar y en lo que probablemente fracasé. Pero anduve cerca. Así tendrá que venir otro poema sobre ese paisaje o sobre ese asunto. Un poema mío o de quien sea. La poesía y el arte en general son la suma de esos fracasos, pero aun así son un señalamiento necesario. Una indicación. Un apunte.

 

«Otra vida emerge gracias a la literatura»

—»Hallo el brote de un poema tirado a la orilla del camino» parece develar una especie de arte poética. Quizá porque expone una relación silenciosa con la escritura y, al mismo tiempo, la sitúa como un hecho que podría representar la recepción de lo casual por parte del autor, como si la escritura se gestara en algún punto indeterminado del camino. ¿Qué historia se esconde tras este poema?

—Todo poema tiene su historia secreta. Un evento, una circunstancia. Lo que uno hace, creo, es descifrarla a través de la escritura. Intentar descubrir por qué esa experiencia nos resulta tan atractiva, tan intensa e importante. Y así el poema resulta ser la ‘videncia de le evidencia’, como dice un poeta por ahí. A partir del dato real, se revela algo.

Y sí, son casualidades también, como dices tú. Algo que encuentras tirado en un sendero, vagabundeando. Puros tesoros, en el fondo. Entonces, como también digo en un poema, con un poco de suerte, el mundo puede aparecer ante nosotros por medio del lenguaje. Que no es la única forma para que aparezca, claro. Pero sí es la manera en que lo hace para los escritores y para los lectores.

Mi historia detrás de este poema es la misma de siempre en mi relación con la literatura: la manifestación de un mundo por medio del poema. La literatura que intento hacer no se reduce a la vida efectivamente vivida, sino que más bien permite que otra vida emerja gracias a la literatura.

 

«Lo que produce el arte es una mirada y una visión»

—Llama la atención una serie de poemas e imágenes que dibujan escenas de plano familiar, o incluso otras que describen una relación especial con la naturaleza ¿En qué espacios interiores o exteriores fueron construyéndose estos poemas?

—Salgo mucho a caminar a cualquier parte, soy de esa religión. Sola, con amigos, con mis hijos o con mi marido. En ocasiones salgo a caminar con mi casa a cuestas, como los caracoles. Carpa, saco, linterna, pertrechos. Nos perdemos en lugares en donde no hay señal, donde la noche tiene un silencio que inquieta, cerca de las montañas, del mar o de un lago.

Me gusta perderme un poco, aunque mis compañeros de ruta se ríen de mi e insisten en que nunca estuvimos realmente extraviados, que siempre supimos hacia dónde íbamos. Pero resulta que, por un par de horas, no había sendero o la luz gris y pareja de un día encapotado nos hizo perder algunas referencias espaciales.

Y entonces nos quedamos algo liados en una quebrada cerrada por las quilas, o nuestros brazos y manos se quedaban atrapadas en una maraña de lianas y enredaderas. Allí, en medio de esa pequeña desazón, se ven otras cosas. Se piensan otras cosas. Se sienten otras cosas. No exagero cuando digo que muchos textos ha comenzado allí, en esos parajes medio salvajes. Por eso llevo siempre una libreta pequeñísima y un lápiz a esas pequeñas aventuras.

Escribí las primeras páginas del recién aparecido Libros marcados —que no habla de la naturaleza— en una playa solitaria de la costa valdiviana donde acampábamos con mi marido solos, mientras caía la noche, él encendía una fogata y nos rondaba la idea (¡o la realidad!) de un puma, más allá una familia de lobos marinos aullaba sin parar en un pequeño anfiteatro que formaban las rocas de ese hermoso e inquietante lugar.

Los detalles del mundo fueron recogidos también en ese tipo de lugares. Los podría hasta mapear. Luego, la idea de que el espacio no está dado así, sin más, sino que es producido estéticamente, siempre me ha fascinado. Existen porque los artistas los articulamos. He querido registrar esos lugares poéticamente y espero haberlo conseguido.

Decir que el espacio no existe es, por cierto, una exageración y una provocación. Porque, insisto, lo que produce el arte es una mirada y una visión.

 

«El encierro pandémico me sacó de una especie de ensimismamiento»

—Aprovecho de preguntar por los procesos que atravesaste hasta dar con el manuscrito final de Los detalles del mundo.

—El libro se llamó en una primera versión La luz y las horas. Recuerdo estábamos en plena pandemia, en lo personal yo atravesaba por tiempos extraños, bastantes tristes, y se lo envié a la poeta Elvira Hernández para saber su opinión.

Me contestó muy cariñosamente intuyendo mi ánimo, hacia el final de su mensaje me dice: ‘La vida real es una cosa hirsuta y la poética bebe de ahí pero es su contracara y si tienes un título donde está el tiempo y la iluminación vas ganando la mano’.

Ese breve mensaje me alentó mucho, algo que ella probablemente no sepa. Además yo ya había enviado el manuscrito a varios editores y ninguno mostró real interés, al menos no en lo inmediato. Por esos días publiqué con Editorial Aparte la antología Las secretas costumbres (2020) y allí me tenté con poner algunos inéditos como adelanto.

Creo que ese gesto le dio un giro al libro y como su publicación demoraba, en el intertanto escribí y trabajé algunos poemas nuevos, más ‘pandémicos’, si se quiere. Los detalles del mundo es un verso de uno de esos poemas nuevos y creo que responde al espíritu que había adquirido el libro con el tiempo.

Había una primera parte más contemplativa, Las luz y las horas; y una segunda más argumental (por decirlo de algún modo), Los detalles del mundo.

Creo que el encierro de la pandemia fue para algunos de nosotros una paradoja: yo nunca salí tanto al aire libre como esos meses. Tuve tantas reuniones, fiestas, encuentros en el afuera que algo de eso quedó consignado en este libro.

A mí el encierro pandémico me sacó de una especie de ensimismamiento.

 

Selección de Los detalles del mundo

A lo lejos a orillas del río
parejas de jóvenes al atardecer.

Estoy en un balcón
mi amiga se cruza ante mí con las tazas y el café

¿se puede ver la felicidad?

De pronto
ya no tengo peso sobre ellos
ya no palpa mi mirada esos cuerpos
no toca la soltura de su tiempo.

La sonrisa de mi amiga ignora
que me ha robado la postal del desapego
que ha cerrado las persianas
a una brisa de hermosa indiferencia
a la blanca confianza en un sol que muere y resucita.

Al sonreír nos ha exiliado a ambas
a la noche de una edad secreta.

Hallo el brote de un poema tirado a la orilla del camino
lo escondo en algún sitio, tal vez en mi alforja.
Es primavera, el cielo aún no lo sabe.

Tomo el vástago olvidado y lo afilo durante días
hasta que asoma una especie de raíz
en remojo, le rezo y espero.

Es primavera y el cielo parece ignorarlo
anoche las lluvias arrastraron un cadáver
hoy ha llegado a los pies de mi cama flotando como un leño.

Hundo su tallo en la tierra húmeda del jardín
mientras me siento a escuchar el poema que crece.

La primavera es un parque sin palabras
senderos que se cruzan
árboles y relatos que se agarran
raíces como trampas que deforman la lectura.

Quien haya besado la hoja verde de un poema
no necesita más
quien haya puesto su frescor sobre los párpados
calma la fiebre de la mirada

y sin embargo
todas las primaveras llegan tarde.

Se asoma dudando
el poema leído a tropiezos y en voz alta
espigando entre las ramas
apenas comprendido

así es como de pronto aparece:
herido, lloriqueando tras un arbusto
en el hueco donde se esconde un animalito

el brote de un poema
tirado sin querer
a la orilla del camino.

 

La luz del amanecer mancha el suelo del bosque
prolongándolo más allá de lo que él mismo puede comprender.

Algunos árboles avergonzados dan la espalda al sol.

Cabizbajos, no soportan en su sombría envergadura
el calor de una idea mayor que ellos.
No saben, no entienden el brillo de la inteligencia ajena.

La luz del amanecer mancha el suelo del bosque
de sombras que se prolongan e inundan la casa
señalando un camino que tiñe el día con gotas de noche.

Un grupo de árboles
como adolescentes que traman algo en una esquina
se apiñan para darle la espalda al sol del alba
empozados en su encono, protegidos en su pacto.

Al atardecer, el mismo joven bosque ya no puede negar el boato
la insolente orquesta, la enceguecedora estridencia del sol:
como una bofetada lo castiga y le recuerda
las tinieblas ciegas allí donde acaba el mundo.

 

Enseñas cocina como si enseñaras dicción
ensayas un paso en falso para conocer la caída
enseñas con señas para borrar tus huellas
te ensañas con alguien para ensayar.

Enseñas un idioma y lo desafinas
un instrumento
te ensañas con tu imagen
en el espejo la maquillas
coloreas y detallas.

Al escribir te asfixias
al mirar te atragantas
al respirar te equivocas.

Te confirmas al leer y te conformas
escribes un diario y te extravías
enseñas palabras y te silencias.

Hablas un idioma extranjero
lo descompaginas
tomas un libro
lo olvidas

amas a alguien
repartes en dos el dolor.

 

Alguien escribe un poema
alguien ahora mismo está escribiendo:

una pequeña historia que sube al cielo en forma de humo o vapor
una historia breve que luego caerá con la lluvia
una historia ínfima que nos recuerda:

que es otoño que llueve que sale el sol
que los hongos aparecen de pronto
como preguntas extrañas e inesperadas.

Alguien escribe y cuenta que ha nacido una niña
ahora mismo se escucha el rasguño de un lápiz sobre el papel
alguien escribe y escribe
y la niña ha cumplido quince años
y los demás nos quedamos en silencio mirándola
aturdidos y estremecidos a la vez
al borde del llanto o de la risa.

Alguien escribe:
este momento es un lugar que ignoras
un claro de luz en el bosque que ilumina un recuerdo que será
un instante que oscurece aquello que perdemos sin saberlo.

Alguien escribe
fuma
recorre la habitación de punta a cabo

alguien fuma
alguien camina
alguien dicta
baja los brazos

se rinde.

 

 

***

Cecilia Rivera Bascuñán (Castro 1988) es abogada, diplomada en escritura creativa. Autora del libro Plaza Brasil (Hued Ediciones, 2019). Colabora con la revista Ruta 5.

 

«Los detalles del mundo», de Antonia Torres Agüero (Editorial Aparte, 2022)

 

 

Imagen destacada: Antonia Torres Agüero.