[Entrevista] Escritor Paco Tarazona: «Los líderes políticos actuales no han leído a Platón»

El autor valenciano presenta su primera novela en castellano titulada «En busca del Papo», una narración hilarante y aguda sobre dos geriatras españoles, quienes llegarán a Chile en la persecución de un mítico periodista a quien idolatran por sus escritos desde su juventud. En ese trayecto de aires identitarios y culturales hacia lo desconocido, los singulares protagonistas también se encontrarán a sí mismos.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 19.11.2021

Paco Tarazona (Sedaví, Valencia, 1971), el seudónimo del doctor en medicina y geriatra Francisco José Tarazona Santabalbina, ha publicado novelas y relatos en valenciano y, ahora, presenta su primera novela en español, una narración con tintes quijotescos en la era digital.

Protagonizada por dos geriatras amigos (quienes adoptan la forma de trolls para inmiscuirse en blogs), la novela nos embarca, junto a ellos, en un periplo que nos hace recorrer gran parte de Chile, con chispeantes, cómicos párrafos que recuerdan la tradición picaresca, la novela de aventura, también la del viaje documentado.

En busca del Papo (Editorial Letrame, 2021) ha sido descrita como: “un cóctel de ironía, aventuras y disfrute literario y un viaje entre lo real y lo virtual”.

La enigmática figura es siempre elusiva. ¿Qué es lo que realmente se está buscando, detrás de la mitificada imagen de este «Papo»? Aquí hay interesantes cruces entre la peregrinación hispánica que acontece en nuestro país, donde se destacan las diferencias culturales, lingüísticas, en un repaso de hablas que incluso hace distinguir particularidades nortinas y sureñas, notablemente el circuito chilote, donde el mito decanta.

Tarazona afirma al Diario Cine y Literatura: “Creo que una sociedad tan tecnificada como la actual corre el riesgo de olvidar a sus grandes referentes en todos los aspectos culturales, especialmente en el literario”.

 

«Fue la ficción la que tomó las riendas»

—Tu novela está traspasada por un amor hacia la música, el sentido del humor. Hay una energía amistosa, celebratoria, vital, que va unida a la noción de viaje. ¿Cómo concebiste este monumental proyecto?

—Creo que has captado muy bien el impulso vital que inspiró la novela. La base de la propia narración es una amistad que trasciende fronteras y que se sustenta en muchos aspectos, entre los cuales, la música, los libros y, especialmente el sentido del humor son los más destacados.

Recuerdo conversaciones con mi amigo Homero Gac, coprotagonista de la novela, en la que le contaba mi intención de redactar este texto y su respuesta era positiva pero expresando las dudas sobre el interés que pudiera despertar en el lector.

Esas palabras me hicieron reflexionar sobre la necesidad de que la narración incluyera los suficientes elementos de ficción para evitar la sensación en el lector de estar delante de una crónica biográfica. A partir de ahí, no sé si fui yo quien estructuró los capítulos o fue la ficción la que tomó las riendas.

 

«Debemos reivindicar a los clásicos, en los que no olvidemos, se sustenta la literatura posterior»

—La narración nos pasea por una larga tradición literaria: John Milton, Calvino, Mistral, Kerouak, Wilde, Chaucer, Dostoievski, Monterroso, Twain, son solo algunos de los nombres que, podríamos decir, se afilian a una determinada “alta cultura”. El tono de escritura docta hace contacto con las nuevas tendencias y formatos que, muchas veces, son vistos con suspicacia. Hay irrupciones de giros idiomáticos, chilenismos, idiolectos, que resaltan ante el tapiz más formal que comanda la novela. Aquí hay un trabajo enciclopédico, e incluso una disposición pedagógica, un afán por atesorar lo que está en peligro de extinción y reivindicarlo. ¿Cuál fue tu estrategia para hacer dialogar estos registros? Asimismo, veo una pugna entre la devoción hacia lo clásico (como el Cid) y la batahola que se precipita con las redes sociales. ¿Qué mundo es este que comienza a metamorfosearse?

—La respuesta a esta pregunta entronca con el sentido de un libro reciente, La llama inmortal de Stephen Crane de Paul Auster. Creo que una sociedad tan tecnificada como la actual corre el riesgo de olvidar a sus grandes referentes en todos los aspectos culturales, especialmente en el literario.

Debemos reivindicar a los clásicos, en los que no olvidemos, se sustenta la literatura posterior. Perder esta formación significa empobrecernos como sociedad; asimismo, perder el placer de la lectura debilita la propia capacidad de expresión, especialmente visible en las generaciones más jóvenes.

Ese es el motivo por el que me planteé reivindicar a los grandes autores que influyeron en mí, del mismo modo que me planteé aunar un léxico literario junto a formas más coloquiales, permitiendo de este modo que el lector discerniera la compatibilidad de ambos registros, utilizados adecuadamente en sus contextos respectivos.

Esta compatibilidad es difícil de encontrar, excepto en blogs o webs especializadas, en unas redes sociales bulliciosas y más pendientes de la notoriedad de los impactos que de la calidad ofertada. Creo que ese mundo metamorfosea, y no para bien, diluyendo la lectura crítica y subyugándola a la necesidad de vender los postulados en forma de titular impactante, independientemente de su veracidad.

Concluyo la respuesta volviendo a reflexionar sobre el peligro de extinción que comentabas. Sorolla, por pasarnos a las artes plásticas, al cumplir su encargo de catorce paneles titulado Visión de España para la Hispanic Society of America, recoge en sus obras unas costumbres que ya se están perdiendo en ese momento por el empuje de la industrialización.

Ejerce el magistral de la luz de etnógrafo y deja testimonio, usos y tradiciones que difícilmente van a poder ser contempladas posteriormente. Es muy posible que, imbuido por ese mismo espíritu y con unas dimensiones mucho más humildes, En busca del Papo pretenda mantener la vigencia de una riqueza no valorada.

 

«Siempre me han atraído las novelas de Emmanuel Carrère»

En busca del Papo puede verse como un trabajo de “autoficción” en las resonancias que surgen de la experiencia de viaje, las vivencias, y la forma en que estas se plasman en la narración, con “personajes” que son también “personas” reales. ¿Qué posibilidades hay en esta voz narrativa?

—La verdad es que siempre me han atraído las novelas de Emmanuel Carrère, uno de los grandes exponentes de esa autoficción que comentas y me sedujo, cuando escribí el libro, explorar esa voz narrativa y sumergirme de lleno en las posibilidades literarias de la primera persona del singular.

¿Las ventajas de la autoficción? Permite reivindicar a Wilde y su famoso ensayo sobre la decadencia de la mentira, en el que abandera la defensa de la ficción creativa sobre la narración más o menos novelada de hechos ocurridos con un prisma actual.

También aporta otros recursos como el de captar la atención del lector hacia hechos de los que desconoce su veracidad o su invención. Por último, permite ratificar a Pirandello en La muerte de Matías Pascal cuando afirma que la ficción precede a la realidad.

Tan es así que recientemente en la red social Facebook una gentil señora empezó a buscar al Papo, apelativo al que respondía su gato.

 

«Chile me parece una nación maravillosa»

—El enigmático personaje que se busca, Papo, está vinculado estrechamente con el golpe militar en Chile, el año 1973. ¿Cómo surge esta concepción, unida a la isla de Chiloé como desplazamiento político y territorial? También se acusa su acento, que lo delata como chilote. Háblanos de tu concepción histórica. Haces una revisión de los gobiernos chilenos de las últimas décadas. ¿Cómo percibes el desarrollo político de nuestro país? O, como se le pregunta a él: “Bueno, Paco, ¿qué te parece Chile?”. ¿Qué búsqueda cultural hay detrás de su elusiva figura? ¿Es un acto de justicia, reparación histórica?

—En mis dos visitas a Chile me llamó mucho la atención el paralelismo existente entre las dos transiciones, ambas sin derramamiento de sangre como punto más notable. He estado sentado en la misma mesa con perseguidos por la dictadura y partidarios del régimen pinochetista sin que en ellos objetivara odios atávicos ni resentimientos.

Esa madurez de los protagonistas de aquella época tenía la esperanza de que las generaciones venideras no perpetuaran los mismos errores. La verdad, siempre me ha parecido digna de elogio, en los dos lados del océano y creía que, a través de la novela, podía homenajear esa actitud tan cívica.

Respecto a Chiloé, qué decir de una tierra tan similar a Galicia en paisajes y en costumbres, especialmente ese, ¿cómo llamarlo?, esoterismo latente en el que las meigas no existen, pero haberlas, haylas. Era el sitio ideal para ambientar en territorio chileno, pero no continental, el final de la peregrinación literaria en busca del autor que nunca llegó a ser.

Asimismo, como las transiciones son tiempos de cambios y de ilusiones, muchas de ellas no consumadas, me pareció también el momento histórico más acertado para empezar una de las diversas historias de la novela.

Entroncando con la pregunta sobre el desarrollo político chileno desde entonces hasta la actualidad, sinceramente lo veo muy similar al hispano, especialmente en la ausencia de un relevo político de altura, independientemente de ideologías y credos.

Los líderes políticos actuales, si es que lo son, no han leído a Platón y las repúblicas que proponen, basadas en la necesidad de contentar a los propios para perpetuarse en el poder, poco tienen que ver con la idílica del sabio ateniense.

El resultado es que los ciudadanos sufrimos las consecuencias de sus mediocres acciones y la pagamos a un precio muy alto, especialmente en la pérdida de calidad educativa.

Dejando a una parte el delito de la política, común en más de un país, Chile me parece una nación maravillosa, llena de gente hospitalaria y con un sentido del humor increíble que permite parodiar a los médicos con ese humorista que habla de nuestros servicios clínicos completos palta-mayo por unas cuantas lucas.

Es imposible no sentirse en casa cuando se visita Chile, cayendo en la tentación de equiparar las distintas regiones chilenas con las españolas en una imagen especular que casi parece sacada de un texto de Carroll, lo mismo que ocurre con su gastronomía tan parecida a la nuestra y con palabras tan comunes entre chilenos y valencianos como la de pebre, aunque no signifiquen exactamente lo mismo en valenciano que en el español de Chile.

Por último, la cultura es una búsqueda en sí misma, como el primer camino novelado hacia Itaca y Chile está lleno de sus propias Itacas, literarias, culinarias, enológicas, pictórica y musicales, por citar algunas y sin abarcar todas las que quedan por descubrir.

Por ese motivo detrás del mitificado más que mítico personaje del Papo estás el propio descubrimiento y, por ende, la propia caricatura, porque no es posible madurar sin alcanzar el grado de conocimiento sobre uno mismo que permita la propia parodia.

Así que, más que un acto de reparación histórica o justicia, creo que es simplemente una búsqueda a la usanza de los Perceval, quien desde su inocencia trataba de discernir una verdad desbrozada de intereses espurios.

 

La diversidad chilena en todos los ámbitos

—La novela también puede ser vista como una peregrinación, un documento de viajes, con detallados pasajes de locaciones, con sus respectivos usos y costumbres. ¿Crees que puede verse como literatura de viaje?

—No concebí En busca del Papo como un libro de viajes aunque sí es cierto que la narración brindaba la posibilidad de permitir que el público reparara en la diversidad chilena en todos los ámbitos, en la necesidad observada en la mayor parte de chilenos de contrastar su situación respecto a los teóricos valores de referencia, sin darse cuenta —y creo que no es mala señal— de que su propio empuje les ha permitido equipararse en muchos aspectos a ese mundo del que siempre han estado, o creído estar, aislados.

 

«La literatura chilena no tiene nada que envidiar a la de otros lugares»

—Hay muchas menciones a la literatura chilena reciente, como Bolaño, Rivera Letelier… Hacia el final, en la sección llamada “Ultimátum”, leemos: “Chile quiere verdaderos poetas, sinceros narradores, grandes constructores conscientes de los destinos inconscientes de su Pueblo”. ¿Quiénes son estos gestores?

—Me gusta mucho la pujante literatura chilena actual, como me gusta la de otras partes de Latinoamérica, entre la que destacaría a Carlos Fonseca, discípulo aventajado de Ricardo Piglia.

En la pregunta anterior hablábamos de posicionamientos y equiparaciones y, en ese sentido, la literatura chilena no tiene nada que envidiar a la de otros lugares. Respecto a “Ultimátum”, concebí ese capítulo como un homenaje a Pessoa, por una parte, y una crítica a ciertos comportamientos literarios locales, refiriéndome a los valencianos, en los que priman las vanas honras sobre la propia creación literaria.

Como suele ser más fácil ver el error en el ojo ajeno que en el propio y, estando situada la narración de la novela en Chile, me facilitó encriptar —por usar un léxico propio, aunque no privativo, de ese mundo cibernético—uno de los muchos mensajes codificados que se pueden encontrar en la novela.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«En busca del Papo» (Letrame, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Paco Tarazona.