[Entrevista] Escritora Laura Baeza: «El terror real es el de las pequeñas violencias»

La autora mexicana —una de las mayores voces femeninas de la nueva narrativa latinoamericana— presenta su último libro de cuentos, titulado «Una grieta en la noche», y dialoga con el Diario «Cine y Literatura» en torno a los núcleos fundamentales de ese proceso creativo suyo, integrado por seis seductoras e inolvidables historias.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 27.11.2022

Una grieta en la noche (Páginas de Espuma, 2022) está conformado por seis relatos, en los que Laura Baeza (1988) despliega un talento que le permite explorar diversos temas y técnicas.

Nacida en el sur de México a finales de los 80, Laura ha publicado los libros de cuentos Ensayo de orquesta (2017) y Época de cerezos (2019). Antologó el volumen Mexicanas, trece narrativas contemporáneas (2021) y, el año pasado, publicó su novela Niebla ardiente (2021), de la que se espera una adaptación audiovisual.

En el presente volumen, Laura se pasea por distintos temas y formatos, en los que resaltan exploraciones en torno a la soledad, las dificultades y promesas que representa inmigración, el instinto de supervivencia, la necesidad de buscar cariño a pesar de los altos costos que esta búsqueda conlleva, la atracción que representa la ciudad, las deudas que cargamos desde nuestra concepción como seres humanos.

En el relato que da título al volumen, Laura se interna por los derroteros del terror. Como indica Lola Ancira: «Baeza igualmente acude a lo fantasmagórico para adjetivar lo sobrecogedor, aquello que dejó una huella, señal o estela que se puede percibir aún».

 

Castillos en el aire

—»Quinto round» presenta una narración de un solo golpe, un solo gran párrafo, que resulta en un texto levemente experimental. No hay puntos aparte, como si la estructura emulara una pelea sin treguas. También en este relato se nos muestra la promesa de un mejor porvenir: los Estados Unidos. Una noche, Juan Francisco anuncia: «que se largaría a Chicago, que cruzaría por Nuevo Laredo con unos centroamericanos y ya le había pagado al compadre su parte del viaje…». Háblanos de estos dos aspectos: el formal y el político (visto desde la terrible realidad de la inmigración ilegal con los EE.UU. como trampa).

—Como mencionas, en este cuento me permití lo que me gusta: poner en palabras una lluvia de golpes. El deporte de contacto está presente en los personajes y en las sílabas, en la respiración de quien narra y fue uno de mis pilares mientras escribía.

A pesar de que el cuento podría tratarse de un boxeador venido a menos, hay otros aspectos que envuelven todo: la violencia en la ciudad, la familia no hegemónica, el abandono, la situación de los migrantes.

Recordemos que, aunque no es un cuento situado en la frontera, en la capital de mi país la situación no es para nada amable, hay precariedad y un sueño de progreso quizás posible del otro lado de la frontera.

Estos adolescentes, el que narra y el que cuenta y vive su propia historia, tienen el ímpetu de la juventud, también aspiran a salir del contexto en el cual viven y con el que no están satisfechos, hacen lo que pueden y, lamentablemente, ese esfuerzo nunca es suficiente.

Así vivimos muchos, o vive la mayoría, con castillos en el aire porque la suerte depende de otros.

 

El abandono sentimental

—»Veintidós días en la vida» nos muestra el vínculo de pareja como un convenio tácito de seres desesperados y solitarios. La voz narrativa, en primera persona, confiesa: «Estoy cansada de ocupar camas e irme, de que ocupen la mía y se vayan. De estar ahí. De esperar. De conformarse». Hacia el final la voz comparte una suerte de aprendizaje: «Poco a poco asimilé ese abandono. He tenido práctica para las despedidas porque siempre ha sido así», que culmina con un enunciado dramático: «Sé que yo estaré bien porque nunca más me quedaré sola». ¿Cuál es el costo de esta soledad que exploras en este relato?

—Es la soledad en muchos niveles, en el físico, en el emocional, en un plano real y otro que existe de una forma no tan convencional. Con este cuento, que es totalmente distinto al anterior y al que le sigue, quería explorar eso, porque mientras más grande y poblada es una ciudad, la soledad es más cruel.

El abandono sentimental está ahí, pero también un masoquismo por parte de la protagonista al buscar siempre el mismo tipo de relaciones, las de la ausencia; así vivimos muchos y lo sabemos, casi nos gusta respirar por las heridas.

 

Explorar la ciudad

—En el cuento «Ruinas» describes sentimientos como la nostalgia, la noción de hogar. También muestras el impulso que hace que uno se vaya del lugar de origen. Vemos la calma del pueblo contrastada con la gran ciudad, esta «mole de concreto, sucia», que se ve como un hoyo negro, una «ciudad desconocida».

—Es una ciudad desconocida y gigante que engulle todo cuanto puede. También es la ciudad de las desapariciones, no solo físicas y que involucran violencia, sino emocionales, de la asimilación. Mis personajes siempre están buscando algo: a sus hijos, a sus padres, el amor, la reconciliación.

Aquí una mujer busca las últimas miradas de su hija, recorre sobre sus pasos un camino que no conoce, y en lugar de encontrar, ella es encontrada. Explorar la ciudad, como sucede con mis personajes y mucho más conmigo, es mirar con otros lo que siempre estuvo ahí pero tiene distinto significado.

 

Cuando el pasado toca la puerta

—En el relato que da título al volumen, repasas el sentimiento de soledad en dos personajes femeninos, madre e hija. La voz narrativa dice: «Mi mamá y yo éramos dos lunas que orbitan juntas pero moviéndose lejos de las demás, por función de gravedad…». Esta relación es distorsionada por la llegada de un accidentado tío, Marco, quien después de un incendio, es acogido en la casa. Su irrupción decanta en un relato de terror, donde vemos una depredación muy antigua, porque es la madre quien ha usurpado el oxígeno en el vientre materno, que compartía con este hermano mellizo, y a ella se la culpa indirectamente por su falta de inteligencia. ¿Cómo concebiste este relato?

—Creo que a partir de este se desencadenaron las demás historias. Mi ciudad tiene lugares fascinantes, las colonias populares albergan muchas historias con las que me siento identificada.

Estas mujeres habitan en una de ellas, la madre sale de un contexto violento en la periferia para sumirse en otro con otro tipo de violencias, las de las multitudes y la soledad a la que la sobrepoblación puede arrastrar, y su hija solo conoce eso. Sobreviven siendo dos y de momento todo está bien hasta que, como siempre sucede, el pasado toca la puerta y nada es como antes.

De nuevo hablo sobre la condición mental de uno de los personajes, la marcada diferencia entre hermanos gemelos que no se parecen en nada porque solo compartieron el vientre y a partir de ahí vienen todos sus males, y cómo la familia no es un espacio seguro y de bondad, sino de miedo latente e inseguridad. El espacio abierto y sus posibilidades versus el confinamiento, su soledad y terror.

En esta historia hay mucho amor entre las dos protagonistas, pero también desconfianza hacia quienes las rodean, para mí ése es el terror real, no el del gore, sino el de las pequeñas violencias.

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, y Subterfugio y los volúmenes de cuentos Frivolidades, Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Una grieta en la noche», de Laura Baeza (Páginas de Espuma, 2022)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Laura Baeza (por Lis de Nazareth).