Escritor Eugenio Norambuena: «Como en 2010, Sebastián Piñera está tratando de censurar para que no se conozca la realidad»

Artista comprometido, el autor nacional de la novela «La familia perfecta» (Cuarto Propio, 2019) es un reivindicador del rol fiscalizador que debe tener un creador literario —cuya acción confronta al mundo a través de la ficción—, con el propósito de intentar construir una cotidianidad diferente y mejor, desde cada espacio humano y personal.

Por Francisco Marín–Naritelli

Publicado el 22.6.2020

“Aquel otoño comenzaron a ser una familia pedaleando en medio de escupos sociales. La vecindad, auspiciada por el rumor de los conserjes del edificio, sacaba conclusiones sobre sus vidas privadas. Decían que la periodista liberal había traído una nana mapuche del sur. Otros inventaban que eran hermanas solteronas, o lesbianas con hijos. Siempre había gente interesada en analizar a las parejas que no eran matrimonios heterosexuales”.
Eugenio Norambuena Pinto

Dueño de una bibliografía de sugerentes y transgresores títulos, Eugenio Norambuena Pinto (Longaví, 1978) es un escritor chileno que ha publicado los libros Mujeres sin pelos en la vagina, antología de cuentos de la chilena audaz (Mago Editores, 2008), obra premiada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Relatos carnívoros (Ocho Libros Editores, 2011) y La fábula de la evolución (Editorial Cuarto Propio, 2014).

También ha sido parte de la Antología del cuento chileno (Mago Editores) y Hombres contra la violencia de género (Editorial Asterión), y ha escrito en los diarios La Nación Domingo, El Ciudadano, Cambio21, Diario 30, Dato Sur, revista La Noche, y en el matutino La Voz Joven, en la Argentina.

Actualmente está dedicado a escribir un libro de cuentos, titulado Los animalitos que huyeron del Edén, con el cual ganó la beca de Creación Literaria del Consejo del Libro y la Lectura (2020).

En esta entrevista con el Diario Cine y Literatura, el creador maulino se refiere a su último libro publicado, La familia perfecta (Cuarto Propio, 2019) una novela con tintes policíacos que problematiza, de forma artera y crítica, la noción de familia en un Chile gris, hipócrita y violento.

La multifacética trayectoria intelectual de Norambuena Pinto —estudió comunicación audiovisual y se perfeccionó en la escritura de guiones—, posibilita que en este dialogo el narrador no deje de lado el análisis de la actualidad, especialmente en lo concerniente a las recientes medidas adoptadas por la autoridad, en medio de la catástrofe sanitaria (y política) provocada por la pandemia del Covid-19 en el país, y las cuales restringen la libertad de prensa y la consecuente libertad de expresión, infringidos en contra de los derechos fundamentales de la ciudadanía:

«La modificación del reglamento que regula los salvoconductos de los periodistas, fotógrafos y comunicadores sociales, de medios independientes. Piñera nuevamente está tratando de censurar para que no se conozca la realidad (como en 2010, cuando clausuró el diario La Nación). Esta restricción prohíbe que toda prensa independiente pueda ejercer sus labores informativas en terreno. Sin embargo, los medios de comunicación masivos, manejados por las élites, si pueden pedir tal permiso», acusa el escritor.

 

—La novela está organizada como un conjunto fragmentado, un puzzle a completar, ¿cómo fue ese trabajo de disposición de capítulos? ¿Por qué ese orden? 

—Comencé a trabajar la historia para una serie nocturna, en un taller de guion, dentro de un canal de televisión. Tiempo después gané un concurso en una radio y fui becado en un taller de guion de cine, impartido por Julio Rojas y Daniel Olave. Ahí trabajé la historia para una película.

La novela nace de la necesidad, entre otras cosas, de mostrar como nuestras vidas están entrelazadas por el destino, como venas enredadas dentro de un cuerpo y cada una alimentando la totalidad. Cuando escribo imagino una película en su magnitud. Primero armo el mundo para luego desarmarlo. Finalmente fue en la literatura donde terminé narrando esta historia tridimensional, un rompecabezas posible de comprender mientras se va armando, dramaturgia del espacio como aprendí de Ramón Griffero. Son distintos universos narrativos dentro de una pieza como en la obra Cinema Utoppia, presentada por primera vez en 1985. Allí, la acción está dividida en tres planos, en los cuales transcurren relatos paralelos en escenarios y contextos distintos. Está la platea de un cine de la década del cuarenta, habitada por personajes desolados que asisten a la exhibición de una película. En la pantalla se proyecta una cinta que transcurre en el departamento de un exiliado en Francia. Un tercer espacio dramático corresponde a lo que ocurre fuera de esa habitación, al otro lado de la ventana, y corresponde a una visión de los bajos fondos parisinos.

 

—¿Cuánto de la narrativa donosiana está presente en este libro, partiendo por las alusiones maulinas? ¿Parece un libro hiperbólico en muchos aspectos?

—Donoso no es uno de mis referentes. El libro es una metáfora hiperbólica del Chile actual. Hay un lugar desde donde se habla o escribe, que es transversal a todos los escritores latinoamericanos. Es un registro desde diferentes perspectivas de la memoria biográfica y el espíritu de la época que habitamos, pero cada cual desde su autoría literaria. Crecí en un pueblo llamado Longaví, al sur de Linares, entre campo, montañas, naturaleza, y rodeado de realismo mágico.

 

—Una de las temáticas, quizá la más poderosa, dice relación con el concepto de familia, lo que resulta llamativo a partir de las primeras imágenes que nos ofrece el libro: una iglesia, todo el imaginario católico de culpa, castigo y ¿redención? ¿Cuál fue la genealogía de este libro? ¿Cuál fue tu motivación?

—La novela nace cuando imaginé un cementerio de detenidos desaparecidos, oculto bajo un predio donde se cultivaban verduras, que luego se vendían en el supermercado LÍDER, de ahí en adelante comencé a imaginar el resto. La redención está presente en la anciana fascista, que cambia su vida y asume las violaciones a los derechos humanos que avaló. También el personaje del Torso se redime. Ambos personajes lo hacen ante la figura de la virgen, no de Jesús. Quise mostrar lo arraigado que está en nuestra cultura el imaginario cristiano, y como su simbología interactúa con nuestras vidas. Me interesa reivindicar lo femenino. Un cura puede causarnos terror, machismo patriarcal, pero el de una matriarca como la virgen del Carmen, puede causarnos protección y confianza. La simbología de la matrioshka rusa, como la de una madre que guarda destinos y secretos, también está presente.

 

—El libro está lleno de referencias noventeras: las micros amarillas, Mekano, el mítico personal estéreo, el chocolate Trencito, Venga Conmigo, el suplemento Vida sexual y afectiva del diario La Cuarta, afiches de Trainspotting, la mensajería de Messenger, ¿cómo surge la decisión de situar el relato en ese tiempo que luego salta al 2011?

—Fue la época antes a la aparición de internet. La manera de comunicarnos era diferente, teníamos cierta inocencia que perdimos. Cuando solo existía la televisión y la radio, era más fácil esconder la suciedad. Ahora las redes sociales son el principal enemigo para aquellos que gustan de la censura. La historia transcurre en la época cuando Piñera, en su primer Gobierno, cerró el diario La Nación Domingo, donde yo escribía cuentos. Es una época que me provocó una catarsis literaria.

Lamentablemente el ciclo continúa. Se acaba de conocer la modificación del reglamento que regula los salvoconductos de los periodistas, fotógrafos y comunicadores sociales, de medios independientes. Piñera nuevamente está tratando de censurar para que no se conozca la realidad. Esta restricción prohíbe que toda prensa independiente pueda ejercer sus labores informativas en terreno. Sin embargo, los medios de comunicación masivos, manejados por las élites, si pueden pedir tal permiso.

 

—Un fragmento: “entonces, el dedo índice se le presentó una tarde, humedecido con baba chorreada desde su boquita carmesí. Aquella vez se deleitó mirando el desfile de hombres en el programa de televisión ‘Venga Conmigo’; el magazine del Pollo Fuentes que cada tarde de domingo le devolvía el instinto sabroso de la frivolidad. Lo daban en Canal 13 y no se lo perdía. Fue calentando las quinientas veinticinco líneas de la pantalla, abriendo los ojitos saltones de madura buenamoza, comiendo chocolate Trencito acostada en esa cama de dos plazas donde dormía sola, mientras estimulaba su vagina farandulera al ritmo del desfile de modas”. En este sentido, hay lujuria, decadencia y venganza, el lado b, el mundo de la prostitución entrelazado con las más altas esferas del poder, ¿cómo vas hilando este universo literario con tintes policiales sin caer en caricaturas?

—Soy un escritor que tiene mezcla de detective privado, periodista de investigación, y cineasta con humor negro.

Me gusta navegar por diferentes niveles sociales. Me siento cómodo enfrentando la lujuria y la decadencia en la marginalidad y dentro de la élite. Creo que para no caer en la caricatura debes ser capaz de crear identidad. Elijo humanos y animales que habitan la contracultura, personajes de la sociedad que viven en el underground y son sobrevivientes, esos que no se ven a simple vista pero que son parte de nosotros. Cada personaje es un arquetipo que cumple una función; por ejemplo, David Bowie, el hombre transexual que vive en el barrio, es el arquetipo del protector.

La novela es el viaje de la heroína, Carmen, narrada en la clásica narrativa aristotélica.

 

—Está el personaje de Antilaf que encarna en sí misma la criminalización del pueblo mapuche por parte del Estado chileno, la represión, las balas locas, una realidad tenebrosamente actual. También los detenidos desaparecidos, el movimiento estudiantil del 2011, el Sename, ¿buscabas escribir una novela consciente de que el pasado y el presente no son tan distintos? ¿Cuál es el peso de lo contingente, a tu juicio, en una ficción?

—Somos prisioneros de un neoliberalismo despiadado. Tendremos estallidos sociales cada diez años, si no detenemos este ciclo de abusos, injusticias sociales, crímenes contra el pueblo mapuche, estudiantes endeudados con el CAE, mutilados y violados.

Lamentablemente no podemos viajar en el tiempo como en la serie Dark y manipular la historia, nos queda votar por quienes estén dispuestos a hacer de este país uno más igualitario y justo, personas que condenen tajantemente las violaciones a los derechos humanos, que nunca más se permita lo que Piñera ha avalado. Para mí es fundamental que el creador, el arte, fiscalice y critique el mundo a través de la ficción, y, por cierto, tratar de construir una realidad diferente desde cada nicho. En mi caso, mi instrumento de reivindicación es la literatura.

 

—Algo en común de los personajes de La familia perfecta es el desamparo y la fragilidad, y cómo una vecindad se transforma en familia, más allá de normatividades e instituciones, ¿crees que existe, a la luz del estallido de octubre y de la pandemia, una salida comunitaria como sociedad, como país?

—Las familias en general no están conformadas por lazos de sangre, sí, por vecinos, amigos, parientes políticos, familiares que se van concretando a lo largo del camino. Eso es algo que niegan las instituciones políticas y religiosas, donde la base de la conformación de una familia está en el coito, cuyo fin es procrear.

Existen dos tipos de familias: los que ven a Gustavo Gatica como uno de ellos. Pueden sentir el dolor que lo envuelve junto a su familia. Y los otros, los que creen que el estallido social no tiene justificación y es un invento de los comunistas y el K-pop.

La familia de la novela es de las primeras; subversivos que estafan al Estado, engañan al Sename. Entre todos cocinan una olla común para sobrevivir en medio del caos. De a uno son desamparados y frágiles, puede llegar el Estado a patearles la olla, pero unidos, en familia, son poderosos y le ganan al destino. De alguna manera traté de democratizar el mal, al mostrar el fin que tuvo Margarita Yolanda, la representante del Estado.

 

—Otro fragmento: “—¡El guanaco va a pasar por encima! —gritó una mujer que vio el atropello del perro a pocos metros. Marchaba con los estudiantes. Corrió desesperada hacia él. Gritaba y levantaba los brazos para que el camión que lanzaba agua no aplastara al animal. Era Carmen derramando savia materna, abriendo sus alas de águila en extinción, para refugiar al débil dentro de esa selva”. Tu estilo de escritura, al menos en este libro, está compuesto por frases largas, descriptivas y muchas veces poéticas, ¿sientes que es un recurso legítimo y distintivo a la luz de escrituras más bien telegráficas y parcas?  ¿Cómo definirías tu literatura?

—Sinceramente no me doy cuenta de cómo escribo. Lo hago por instinto y no me cuestiono. Solo sé que me apasiona narrar una historia y entregar un mensaje que busque crear un nuevo punto de vista en quien lo reciba, coral, barroco, no lo sé, no sigo estilos ni pertenezco a corrientes literarias, tampoco escribo géneros específicos, mi primera novela fue de ciencia ficción.

Definiría mi escritura como de la resistencia.

 

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Francisco Marín-Naritelli (Talca, Chile, 1986), además de periodista y de magíster en comunicación política (titulado doblemente en la Universidad de Chile) las ejerce también como profesor en la Universidad Andrés Bello y como un prolífico escritor nacional, cuyas últimas publicaciones son el libro de cuentos Interior con ceniza (Ceibo Ediciones, 2018) y el volumen experimental de El perfecto transitivo (Filacteria, 2019).

Igualmente fue el director titular y responsable del Diario Cine y Literatura, entre agosto de 2017 y mayo de 2020.

 

«La familia perfecta» (Cuarto Propio, 2019)

 

 

Eugenio Norambuena Pinto

 

 

Francisco Marín-Naritelli

 

 

Crédito de la imagen destacada: Eugenio Norambuena Pinto.