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Escritor Nicolás Poblete y su novela «Dame pan y llámame perro»: «Lo que quise hacer fue un retrato de la figura de la bruja en su actualidad»

El nuevo crédito literario del destacado narrador chileno —el cual acaba de ser lanzado por la Editorial Cuarto Propio— se inspira en un hecho de la crónica policial, ocurrido en la ciudad de Santiago en 2010, pleno año del Bicentenario de la República, cuando dos mujeres (madre e hija) fueron masacradas y devoradas por una jauría de canes en la comuna metropolitana de Peñaflor.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 19.5.2020

Trabajador y constante como pocos, y dueño de una prosa culta y de alta alfabetización intelectual, la extensa bibliografía de Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971), intimida, aunque más allá que por el número de sus publicaciones, debido a la calidad artística y literaria de sus páginas. En efecto, sólo durante los últimos cuatro años ha lanzado la friolera de tres novelas: Concepciones (Furtiva, 2017), Sinestesia (Cuarto Propio, 2019) y hace unas semanas Dame pan y llámame perro (Cuarto Propio, 2020).

Esta última —una obra de sorpresiva y seductora belleza— es la que motiva el diálogo del escritor nacional con el Diario Cine y Literatura, en una conversación donde el prolífico creador también se refirió a la crisis social y política ( y ahora asimismo sanitaria, por la pandemia del Covid-19), que estremece al país desde octubre de 2019.

De hecho, ya se comienza a hablar en los círculos escriturales confinados por el coronavirus, que la categoría artística de la obra es tal, que por sí misma postula a su autor como una carta segura para competir en los galardones más importantes del género —a nivel nacional— de este 2020: en el de Mejores Obras Literarias del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en el Municipal de novela que entrega la comuna de Santiago, y en el Premio Atenea que confiere la Universidad de Concepción (y que esta temporada, sin embargo, correspondería entregar a un volumen de corte «científico»).

La narración de Dame pan y llámame perro se inspira en el caso real de dos mujeres, madre e hija, ambas devoradas por canes, en un hecho ocurrido en la comuna de Peñaflor, durante el año 2010. El argumento de la novela ficcionaliza esta noticia periodística para crear dos personajes principales: la madre, una profesora de historia que sufre de graves crisis psiquiátricas, y su hija (de nombre Clara), una sensual joven que se prepara con el fin de entrar a estudiar medicina veterinaria, mientras paralelamente se interna en el mundo de los animalistas, recolecta dinero a pies descalzos en los vagones del Metro de Santiago por esa causa, y se enamora de un cautivador pero marginal carácter masculino, quien la «sexualiza».

Esa es la excusa dramática a fin de que Poblete Pardo se interne en la honda sensibilidad del mundo femenino, con el objeto de explorar a través de los simbolismos estéticos de la brujería entre nosotros, la carga conductual de una misoginia latente en grandes sectores de la población chilena, y también en la enternecedora soledad de dos mujeres sedientas de amor, y de un reconocimiento afectivo y social por parte de sus pares comunitarios.

 

En pocas novelas tuyas, como en Dame pan y llámame perro, se aprecia un desgarro interior de los personajes tan evidente. ¿A qué se debe el desamparo de Clara y de su madre?, ¿corresponde ese estado de desarraigo psicológico a un plan de estrategia narrativo tuyo, con el fin de situar a estas dos existencias femeninas, casi en la enajenación dramática, en un país que caminaba indiferente y satisfecho de sí mismo, durante el contexto epocal de la obra?

—Es paradójico, porque el desamparo que vemos al leer la novela y entenderlo, no es un sentimiento que ninguna de ellas esté juzgando en ese momento. No hay una conciencia que les haga admitir que están desgarradas. Eso es algo que como lectores podemos ver, porque es una interpretación de lo que ellas viven. Clara está en un estado de hechizo, o sea, desprovista de objetividad; la madre es un ser arcaico resiliente y sabio. En ese sentido sus colapsos y extravagancias contrastan con la época que cursan, es verdad. Aunque el momento que vive el país es contemporáneo, lleno de residuos plásticos, ellas habitan un mundo bastante orgánico, de convivencias primitivas incluso.

 

La locura, la violencia, esa tensión afectiva que habitan en cada una de las páginas de la novela, por instantes nos recuerdan al Faulkner de Ruido y la furia, ¿compartes ese juicio estético?, y si es así, ¿es posible conseguir la lucidez narrativa, a través del uso de un hablante al borde de la irracionalidad?

—No había pensado en Faulkner, que es una referencia tan potente, probablemente somos inconscientes de su influencia, desde el momento en que incluso tenemos la tradición del realismo mágico teñida por su estética. Tenemos una doble (ansiedad de la) influencia. En la novela que citas aparece la voz amorfa del ‘idiota’, con un uso de la onomatopeya muy revelador. En ese sentido hay una postura política que comanda el texto, a la vez que un esfuerzo enorme por dar voz a un personaje tradicionalmente subalterno. Ahora que me hablas de Faulkner, pienso en otro texto de él, que he enseñado: “A Rose for Emily”, un cuento gótico muy oscuro que amerita también una lectura muy política: la guerra civil en los Estados Unidos representada en el sur y el norte, el racismo implícito como prejuicio; la necesidad de un feminismo emergente a partir de una mujer autónoma y capaz de las rebeliones más extremas, ocultas totalmente a las apariencias seudo victorianas que se emulaban en los Estados Unidos en la época.

 

—El salvajismo en contra de los animales, y desplegada por esos mismos mamíferos hacia los seres humanos, ¿plantean un debate ético en torno a la evolución de las especies y a la cohabitación pacífica por parte de éstas en el planeta? Planteo la pregunta, después de haber leído los temas que interpelaron tu escritura, por ejemplo, en tu novela Sinestesia.

—Sin duda que los animales tienen derechos. Eso es algo que se intenta subrayar en la novela, pero esta idea es reciente. Quizá la atención está marcada generacionalmente. Leyendo “Paseo”, de José Donoso, en un curso de literatura con estudiantes, se planteó la pregunta sobre los derechos de los animales y la reacción de las chicas fue, “obvio que tienen derechos”. En ese cuento vemos la conexión entre una mujer y una perra: un lazo tan poderoso, rompe todas las barreras sociales. La discusión sobre los derechos de los animales es reciente, como en algún momento fue la de los derechos del niño, de la mujer, etcétera. En la novela los personajes están traspasados por animalidades, entonces son esta suerte de “ángel y bestia”, tal como lo pueden ser los animales. Asimismo, el intertexto de la novela es el área de la etología, que se dedica al estudio del comportamiento animal. Clara, su protagonista, se inscribe para estudiar medicina veterinaria, otra forma de conectarse a este mundo.

 

—Como pocos literatos chilenos, una gran versatilidad de temas se observa claramente en el conjunto de tu obra, ¿crees que eso te ha jugado en contra para que la crítica especializada y el público lector te reconozca o te sitúe en una ínsula estética que les acomode y que ayude a tu visibilidad mediática, más allá de ser considerado un «escritor de nicho», por muchos?

—La verdad es que creo que tengo mucha suerte de que mis libros sean publicados, cosa que cientos de otras talentosas voces lamentablemente no pueden decir. Lo que más me inspira es elaborar un universo estético y desarrollarlo a través de personajes, historias y lenguaje. A veces las conexiones son tan codificadas, me pregunto si tendrán sentido para otros, o hasta qué punto. Por eso, cuando consigues compartir un texto y recoger opiniones y lecturas, es muy satisfactorio.

 

—Personalmente, y junto con Concepciones, creo que este es tu crédito de mayores logros artísticos en cuanto a la resolución satisfactoria de evidentes problemas y complejidades creativas que se plantean en el desarrollo mismo de la novela, ¿de alguna manera buscabas reflejar la esencia de un Chile, ese del Bicentenario en 2010, orgulloso de sus logros, y que para nada preveía el estallido social e institucional que le sobrevendría diez años después?

—No soy muy consciente de estos procesos, aunque como cualquier persona sensible, capto emocional e intelectualmente lo que ocurre en nuestro entorno. Mi trabajo es más microscópico, me siento llevado por las sinécdoques y metonimias, más que por grandes narrativas. Una de mis madres narrativas, Nadine Gordimer, considerada una escritora muy política y comprometida, dijo muchas veces que lo que ella hacía era contar historias de personas. Cómo el contexto (en su caso el Apartheid en Sudáfrica) influye en tu vida, la moldea, a veces la destruye o te permite una metamorfosis: esos son temas que se infieren de sus novelas y relatos. Ella misma dijo que retratar la vida mínima de un campesino en Sudáfrica, en su día a día, le permitía cursar una denuncia de proporciones, sin nombrar evidentemente nada, a la vez que denunciando toda esa injusticia, corrupción y racismo.

 

En Dame pan y llámame perro existen párrafos de indudable belleza estética, lo que en el relato de episodios que comprenden una violencia casi sobrenatural —en palabras de Marcelo Leonart en la contratapa del libro— a veces producen cierto desconcierto sensitivo en la intimidad del lector, ¿qué buscabas con el despliegue de ese plan creativo?

—Sí, esa fue la intención de los párrafos narrados por Clara, quien está “enamorada”, entonces se halla en un estado de ánimo exaltado que le hace ver todo como sobrenatural. Los párrafos a cargo de ella revelan esa poética que, a veces, llega a lo cursi en su adoración de este cuerpo masculino en el que ella proyecta todo tipo de destinos y escenarios. Hay momentos en que ella misma se avergüenza de pensar lo que está pensando y se abstiene de comentar sus impresiones en voz alta. El personaje de Clara me permitió entrar en ese registro. Ningún otro personaje amerita esta experimentación en la novela.

 

—Llama la atención el rol secundario (en un plano emocional y también presencial) de los caracteres masculinos en la vida de Clara y de su madre, ¿se repite la huida de éstos (de los padres y de los amantes, según corresponda), a fin de verificar ese concepto que la antropóloga Sonia Montecinos, definió como la alegoría del mestizaje chileno, el de la madre y de sus huachos?

—Sí, aunque principalmente lo que quise hacer fue un retrato de la figura de la bruja en su actualidad. Las brujas son ubicuas y traspasan muchas barreras sociales, de clase, de raza, incluso de religión. Acá, por más modernidad, hay dos mujeres viviendo solas. El estigma cae rápidamente. El acontecer de estas dos mujeres está marcado por rituales que las designan como brujas. Asimismo, la imagen de la cueva (una innovación en el Chile colonial), la capacidad de transformar a los hombres en cerdos, el conocimiento respecto al mundo natural, son parte de este universo. La historia de la brujería es también una búsqueda que intenta encontrar los orígenes de la misoginia.

 

—La figura del metro que transita en cada fragmento de la obra, al modo de vagones de un tranvía postmoderno por donde circulan los tipos y las vidas de una sociedad hiperindividualizada, en tal vez el gran acierto simbólico del narrador de Dame pan y llámame perro, ¿cuál era el objetivo formal de la construcción de este vodevil existencial y dramático?

—Las escenas en el metro permiten contrastar el mundo primitivo y arcaico que ronda lo animal, con lo moderno de la urbe santiaguina, que actúa como un crisol. En el metro vemos la abulia urbana, la alienación en forma de pantallas de teléfono o indiferencia tras audífonos, pero también el metro es un mercado donde Clara puede encontrar donantes para su Fundación rescatista. Clara anda descalza en el metro, lo que le permite un contacto más orgánico. En una escena vemos una mata de pelos bamboleando en el metro y haciendo contacto con el pie descalzo de Clara. Ella se pregunta cuántas identidades se habrán unido para conformar ese mechón que deambula por el suelo del metro. Detrás de cada uno de esos pelos hay una persona, una identidad silenciosa.

 

El cuidado estilo escritural de la novela a fin de describir (dibujar en este caso y dada tu cercanía a las artes visuales)los contornos del horror y del desamparo, te conectan -estéticamente- de alguna forma al cine de Michelangelo Antonioni, y al José Donoso de su novela El obsceno pájaro de la noche. ¿Fueron antecedentes válidos para ti, a la hora de establecer los fundamentos artísticos de este título que acabas de publicar?

—La verdad es que no, aunque Donoso es una voz que siempre está ahí, tal como las artes visuales, algo mucho más evidente en Sinestesia. En Dame pan… me inspiró la estructura del collage, sin duda un formato que las artes visuales han trabajado muchísimo, así como ciertos atisbos surrealistas. Los fundamentos más evidentes provienen de la investigación que hice sobre el contexto histórico y las distintas reacciones y notas de prensa que surgieron a partir de la catástrofe de Peñaflor el 2010.

 

—Como comunicador social (eres periodista) y autor de una generación de escritores que abren la tradición literaria de Chile en este siglo XXI, ¿qué significados históricos, tienen para ti, los acontecimientos que sacuden a la República desde el 18 de octubre de 2019?

—Es un tsunami que nos permite resignificar todo: desde el rol de la educación hasta nuestra participación social como sujetos biopolíticos. Generacionalmente es un aprendizaje enorme también. El hecho de ver generaciones más jóvenes manifestándose me permite contrastar mi lugar histórico como hijo de la dictadura. Es muy emocionante compartir un país y luchar por una guía que nos permita dirigirnos hacia un futuro más equitativo. Este es el momento para estar alertas y preguntarnos qué ha pasado para llegar a este estado de excepción. Nuevamente me siento afortunado de tener acceso a voces tan lúcidas que están documentando nuestra crisis de modo muy simultáneo, como las columnas que suben periódicamente las Auch! (Autoras Chilenas), las instalaciones, performances y proyectos audiovisuales que han surgido. Una vez más, la reacción artística se posiciona como un discurso muy importante, por su capacidad de condensación que otras disciplinas no alcanzan.

 

También puedes leer:

Un adelanto de Dame pan y llámame perro, la próxima e inédita novela de Nicolás Poblete Pardo.

 

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«Dame pan y llámame perro», de Nicolás Poblete (Cuarto Propio, 2020)

 

 

Tráiler:

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Crédito de la imagen destacada: Leo Vidal.

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