¿Está todo dicho?: La postmodernidad en contra del proyecto humanista

La modernidad parece algo cosificado y mustio, que fluctuaría entre el Renacimiento y la Revolución Francesa, y en su centro aparecen saludando los filósofos de la Ilustración. Así las cosas disparar contra el proyecto humanista no parece tan difícil: por de pronto la noción hegeliana de la historia -como progreso indefinido- terminaría con en el Estalinismo. Esa escala de notas se puede ensayar también desde el otro lado de Europa: de la Revolución Francesa hasta el Holocausto, pues de la guillotina de Robespierre hay un solo paso hacia los hornos de Auschwitz.

Por Luis Felipe Sauvalle

Publicado el 2.7.2019

Hace ya más de un siglo Dostoievski afirmó que la belleza salvaría al mundo y hoy –en plena postmodernidad– es la belleza la que necesita que la salven. Linda paradoja, ¿no? En esta nota intento explicar en qué radica esta contradicción, y qué rol juega la literatura en todo este entuerto.

Foucault habló de los regímenes de verdad, solo dentro de las cuales se pueden entender las verdades científicas. Tal como el fuego, que para que se encienda necesita de una atmósfera, las verdades científicas requerirían de un régimen de verdad detrás. La verdad no sería más que un producto de un determinado régimen de verdad, que a su vez es un producto, puesto que emanaría de manera directa del poder.

Se nos viene a la cabeza la idea de El gatopardo: es necesario que todo cambie para que todo siga igual. En otras palabras, ese temor que tenían los estructuralistas de ser sorprendidos con los pantalones abajo, de ser tomados por ingenuos, a que no les contaran mentiras, les hizo cerrar sus oídos tanto a mentiras como a no pocas verdades. Tenemos como producto que la necesidad de reinventarse constantemente, como una serpiente cambia de piel, termina siendo más importante que lo que se deja atrás y que el producto de dicha reinvención.

Es natural que la belleza, como todo lo que se ciña a un canon establecido, caiga en el descrédito. Se sospecha de ella. Yo en cambio sospecho (otros ya lo han sospechado) que la postmodernidad no ofrece nada salvo negarlo todo, y que terminará negándose a sí misma (una serpiente que se devora por la cola). La belleza permanecerá latente, sea escondida en el placer de la lectura o sea en otras formas de bellas artes. Ya algunos teóricos –Slavoj Zizek, por de pronto– han apuntado al meollo del asunto: mientras que en teoría la postmodernidad se convierte en una anti-modernidad, en la práctica sus objetivos son bastante más modestos: soslayar los logros de los últimos doscientos o trescientos años de la historia de Occidente.

La modernidad parece algo cosificado y oxidado, que fluctuaría entre el Renacimiento y la Revolución Francesa, y en su centro aparecen saludando los filósofos de la Ilustración. Así las cosas disparar contra el proyecto humanista no parece tan difícil: por de pronto la noción hegeliana de la historia -como progreso indefinido- terminaría en el Estalinismo. Esa escala de notas se puede ensayar también desde el otro lado de Europa: de la Revolución Francesa hasta el Holocausto, pues de la guillotina de Robespierre hay un solo paso hacia los hornos de Auschwitz.

En el ámbito de la literatura, ésta se encontraría supeditada a estructuras variables. Los mismos seres humanos serían producto de un contexto histórico-social (qué más variable que eso), nacidos no constituirían más que una hoja en blanco sobre la cual se puede escribir lo que fuera. El valor de un libro está en las alusiones, en la comunidad a la que representa, su centro está afuera. El autor es un lector más. ¿Y qué nos queda? Una sociedad particionada en sus distintas tribus: en que ni el origen de un problema ni sus implicancias tienen importancia. Una sola cosa importa: para qué lado sopla el viento. Una sociedad de autómatas, sin pasado, por supuesto que carece de espacio para la ficción.

Olvidan que la ficción abre un espacio, nos hace libres.

 

Luis Felipe Sauvalle Torres (Santiago, 1987) es un escritor chileno que obtuvo el Premio Roberto Bolaño -entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y que reconoce las obras inéditas de jóvenes entre los 13 y los 25 años- en forma consecutiva durante las temporadas 2010, 2011 y 2012, en un resonante logro creativo que le valió el renombre y la admiración mítica de variados cenáculos del circuito literario local.

Asimismo, ha participado en la Feria del Libro de Santiago de Chile, como en la de Buenos Aires y ha vivido gran parte de su vida adulta en China y en Europa del Este.

Licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en estudios rusos por la Universidad de Tartu (Estonia) es el autor de las novelas Dynamuss (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2012) y El atolladero (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2014), además de creador del volumen de cuentos Lloren, troyanos (Catarsis, Santiago, 2015).

También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Luis Felipe Sauvalle

 

 

Imagen destacada: El filósofo francés Michel Foucault (1926 – 1984).