[Estreno] «Tangerine»: Ardiente conflicto en una prendida Navidad

El filme del realizador estadounidense Sean Baker —pese al retraso con el cual se exhibe comercialmente en Chile, y gracias a una oportunidad audiovisual que nos brinda la plataforma de streaming de Centroartealameda.tv— es una experiencia que vale la pena sentir en la piel.

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 18.12.2020

Cuando escribí sobre Lina de Lima (González, 2019) mencioné lo trillada que se ha vuelto la “Blanca Navidad” en el cine. Léase: Santa Claus, calles nevadas, regalos, razones por la que esta historia, con todo y su simpleza, vuelve tan refrescante el concepto, más considerando que está pensada en nuestro propio contexto.

Esto mismo puede decirse de Tangerine (2015), del oriundo de Summit, Nueva Jersey, Sean Baker. Obra independiente grabada en las calles de Los Angeles, que nos narra cómo una joven transgénero, quien venía de salir de la cárcel (por prostitución), se entera que su novio le era infiel con otra chica de la ciudad.

Todo esto, desencadenando una frenética búsqueda, con una protagonista enfurecida, dispuesta a arrastrar del cabello a esa amante por todo California.

A simple vista, es cierto que parece otro rollo sacado de Pasiones (2004), y realmente, aunque la trama se contextualice un día antes de Navidad, el director no hizo mucho énfasis en la fiesta, salvo por ciertas escenas.

Pero es justamente ese aspecto el que le da personalidad a esta obra.

Para empezar, aunque suene obvio, Baker se desligó a nivel maestro del tropo “Blanca Navidad”, partiendo por el escenario, cuyo clima difiere bastante del que muestran en la Costa Este. A esto se suma que la luz del sol no fue filtrada durante las filmaciones, lo cual capta el sofocante calor del ambiente, al punto que la audiencia también puede sentirlo. Mismo efecto expuesto en Crack 2: alto voltaje (Neveldine y Taylor, 2009).

Por otro lado, tenemos el hecho de que el metraje fue filmado con un Iphone 6, lo que si bien, a simple vista, refleja las limitaciones de un relato independiente, en este caso cumple un efecto y es captar el lado más marginal de la ciudad.

Después de todo, hablamos del entorno del colectivo trans y travesti, cuya única forma de vivir es por medio del comercio sexual.

Esta decisión de trabajo tan austera sería similar al del rodaje de Perro bomba (Cáceres, 2019), que también proyecta dicha marginalidad bajo esta técnica. Una captura con más aspecto de un cazanoticias, volviendo la experiencia algo más cercano a un hecho real.

 

El amor en código trans

Al mismo tiempo, cabe destacar que esta película no vacila al denunciar la hipocresía frente a la prostitución, concepto que veríamos retratado en un personaje secundario, en paralelo a la búsqueda de esta joven trans. Nos referimos a cierto taxista, que entre sus rondas busca servicios de dichas scorts (prostitutas).

Con dicho personaje, Baker expone el fetichismo que ronda tras la comunidad trans y travesti, con hombres, aparentemente casados, con fantasías de hallar mujeres con miembro viril, donde me atrevería a decir (por experiencia propia) que es una forma de liberar sentimientos reprimidos socialmente rechazados.

Lo triste de este taxista, así como de cierto extra que congenia con una amiga de la protagonista (también scort), es que nos exponen dos vicios aún vigentes en nuestra sociedad. El primero, como es obvio, la cosificación de las personas trans, viniendo de los mismos que luego las llaman “maricones”.

Y el segundo es la irresponsabilidad emocional de ciertos hombres casados, que no son capaces de decirle a su pareja: “no, ya no te quiero” y cortar por lo sano.

En vez de eso, se juegan el miembro en una doble vida, cuya mentira tendrá que saberse tarde o temprano, resultando mucho peor que todo el proceso que implica un trámite de divorcio (qué temas más originales para tratar en Navidad).

Ahora bien, ya hablando de las actuaciones, tanto la protagonista como sus cercanas (interpretada por Kitana Kiki Rodríguez) captan esa esencia audaz, consecuencia de vivir de la calle. Ese sentido de supervivencia en una sociedad que les ha marginado, pero que sigue utilizando sus servicios sexuales, algo que las involucradas han sabido llevar con ingenio y dignidad.

Asimismo, Rodríguez sabe condensar toda la rabia que implica enterarse de aquella infidelidad, manteniendo ese sentimiento de manera constante.

Es más, a cada paso que da, se siente como esa ira crece, lo cual puede notarse hasta cuando choca el suelo con sus tacones. Al ver esto, los espectadores solo pueden pensar una cosa: alguien va a morir.

Justo por esto, así como todo lo mencionado, es que esta película es tan recomendable, más si eres de esas personas que cada año ve El regalo prometido (Levant, 1996), pero que necesita un cambio de aire, porque justo eso es lo que Baker nos ofrece. Una historia diferente. Una que se ve diferente y se narra diferente.

Una experiencia que vale la pena sentir en la piel.

 

*Si usted desea visionar el largometraje de ficción Tangerine, por favor siga este enlace.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero quien ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.

Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine.

También es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y licenciado en educación y profesor de educación básica de la Universidad Católica Silva Henríquez.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: Tangerine (2015).