«Festival Stravinsky: 6to Festival de coreógrafos», en el Municipal de Santiago: Una relectura controvertida

El bien y el mal, la vida y la muerte, la resurrección con su imaginería cristiana, la tradición folklórica de la Rusia profunda. Todos son temas que se abordan y motivos que se exploran tanto desde lo musical como desde la materialidad del cuerpo humano, en esta nueva producción del coliseo de la calle Agustinas, y que tuvo al Ballet de Santiago como protagonista.

Por Luis Felipe Sauvalle

Publicado el 5.8.2019

Reinaba un clima de anticipación en el Municipal el último sábado, que estaba absolutamente repleto. Eran dos piezas –fundamentales en la obra de Igor Stravinsky– y que ya componen parte del repertorio de la orquesta. Por un lado El pájaro de fuego, y tras el intermedio La consagración de la primavera. En una muestra dirigida por Marcia Haydée, veterana de la compañía del Marques de Cuevas, el elenco del Municipal presentaría una controvertida lectura de la ya de por sí controvertida pieza de Stravinski. En cuanto a la reposición, correría por cuenta del ruso Zaitsev y la coreóloga Brownen Curry.

Cuando se descorrió el telón y comenzaron a sonar los primeros acordes de El pájaro de fuego de inmediato se hizo patente que estábamos ante un espectáculo de primera calidad. Tanto la iluminación –cálida, con algunos toques para resaltar el bosque encantado en que transcurre la historia– como la escenografía de inmediato envolvían al espectador. Tal como afirmó la directora Haydée en la víspera, la propuesta supone una mezcla del estilo clásico con algunos –o más de algunos–elementos contemporáneos.

Los espectadores entonces asisten a su lectura de una síntesis entre ballet clásico y danza moderna. Esto quedaba patente, por ejemplo en el particular rol de Kastchei, que ya no es una especie de Gandalf, que en el original es casi parte del decorado, sino que se transforma en un “personaje bailado” (y con destreza, por Gustavo Echeverría). Fuera de eso, el argumento es esencialmente el mismo: un príncipe (Emmanuel Vázquez) que se sirve del Pájaro de Fuego (encarnado por Andreza Randisek, cuya fuerza interpretativa continúa sorprendiendo) para liberar a su princesa (Katherine Rodríguez), quien desde hace años es presa del mentado hechicero.

El punto de mayor interés de la jornada sin embargo estuvo en la segunda parte, con la escenificación de La consagración de la primavera. Brilló la orquestación, que estuvo a cargo del director Pedro Pablo Prudencio, y que abrió con ese fagot en sus tonos más agudos, que parece acudir al espectador desde muy lejos. Respecto a la coreografía, ésta nace de Glent Tetley en 1974. La versión es una relectura de la coreografía original, pues si la pieza misma estuvo concebida por un joven Stravinsky y Mikhail Fokine para ofrecer al público lo que puede ser el femicidio más sublime de la historia (en el argumento original es una joven la que se ofrece como sacrificio ritual a los dioses a cambio de la fertilidad de la tierra), en esta versión es un hombre (el magallánico Rodrigo Guzmán) quien debe bailar hasta morir. Es aquí donde quizá más resaltan aquellos elementos que el coreógrafo Glen Tetley se pasó la vida intentando sintetizar: lo clásico, con una técnica pulcra, y lo contemporáneo, que por momentos adquiere visos de danza moderna, y por otros reminiscencias del yoga.

Las entradas del resto del elenco acentúan la potencia de la melodía, con sus cuerdas que suenan más como percusión. También se entienden los bailarines muy bien con los vientos, que en la Consagración… más que servir el clásico rol humorístico tienen elementos evocativos.

El bien y el mal. La vida y la muerte. La resurrección con su imaginería cristiana. La tradición folklórica de la Rusia profunda. Todos son temas que se abordan y motivos que se exploran tanto desde lo musical como desde la materialidad del cuerpo humano. A este respecto, la interpretación de Guzmán es destacable. La coreografía, aunque por momentos en exceso performática, es igualmente una alternativa a la versión original de Mikhail Fokine.

Los dos puntos más altos de la carrera del compositor ruso llevado a las tablas del municipal, en una mezcla de tradiciones que se lleva a cabo con elegancia.

Funciones hasta el 7 de agosto.

 

Luis Felipe Sauvalle Torres (Santiago, 1987) es un escritor chileno que obtuvo el Premio Roberto Bolaño -entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y que reconoce las obras inéditas de jóvenes entre los 13 y los 25 años- en forma consecutiva durante las temporadas 2010, 2011 y 2012, en un resonante logro creativo que le valió el renombre y la admiración mítica de variados cenáculos del circuito literario local.

Asimismo, ha participado en la Feria del Libro de Santiago de Chile, como en la de Buenos Aires y ha vivido gran parte de su vida adulta en China y en Europa del Este.

Licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en estudios rusos por la Universidad de Tartu (Estonia) es el autor de las novelas Dynamuss (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2012), El atolladero (Ediciones Chancacazo, Santiago, 2014), y de la inédita Intermezzo (Cine y Literatura, 2019), además de creador del volumen de cuentos Lloren, troyanos (Catarsis, Santiago, 2015).

También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Rodrigo Guzmán

 

 

Luis Felipe Sauvalle

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile.