«Frankissstein», de Jeanette Winterson: La nueva sensación de las letras inglesas

En su última obra -recién lanzada en el Reino Unido- la escritora británica vuelve a insistir en su lucha por ir más allá de lo unívoco. La estrategia narrativa es muy parecida a la que utiliza en sus otros títulos, pero el tema, en cambio, es muy actual: una extravagante recreación de la novela de Mary Shelley, la cual en 2018 cumplió dos siglos (también Ian McEwan anda en estos pasos, con su «Machines Like Me», publicada esta misma temporada en Inglaterra).

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 15.7.2019

Frankissstein es la nueva novela de Jeanette Winterson, una extravagante recreación de la ya clásica obra de Mary Shelley, en plan postmoderno. Frankenstein cumplió 200 años el 2018.

“Había mucha misoginia, homofobia, clasismo”, dice Winterson de los inicios de su carrera literaria, a la vez que agradece el camino trazado por otras antecesoras y lo más pavimentado que parece ahora, a juzgar por la emergencia de una serie de otras voces, como Ali Smith, Sarah Waters o Sally Rooney.

Jeanette Winterson saltó a la fama abruptamente con su revolucionaria novela Fruta prohibida. En su debut de 1985, una narración autoficcional que nos muestra a la chica creciendo como una hija adoptiva en un contexto religioso, pentecostal, leemos: “Regresar después de un tiempo largo te volverá loco, porque la gente que dejaste atrás no quiere pensar en ti como alguien cambiado; te tratarán como siempre lo hicieron; te acusarán de ser indiferente, cuando en realidad solo eres diferente”. En otra de sus novelas, Escrito en el cuerpo, reflexiona: “Lo que arriesgas revela lo que vales”. Esta es una narración cuidadamente escrita para no revelar marcas de género y así presentarnos una voz narrativa carente de una identidad a la que prejuzgar; una voz que se erige como un oráculo incorpóreo que pone a prueba nuestras proyecciones.

En su autobiografía, la escritora inglesa vuelve a explorar su pasado: ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, es la pregunta de la madre a la hija cuando ella, recién cumplidos los dieciséis años, le confiesa haberse enamorado de otra chica. Explica que en casa los libros estaban prohibidos, las amistades eran mal vistas, los besos y abrazos eran gestos extravagantes, y cualquier falta era castigada… En esta memoria, cuyo título lo dice todo, vemos los orígenes de la que será esta emancipada escritora, una pequeña de pelo colorín, rebelde y en busca de su identidad, elocuente al describir su fascinación por otras mujeres, por el cuerpo femenino y por el placer, siempre enarbolado poéticamente en sus narraciones.

En ¿Por qué ser feliz? tenemos a la niña en busca de lecturas, devorando novelas y volúmenes de poemas en la biblioteca del barrio, como una forma de libertad e instrucción: una auto-educación en pos de una liberación. Y es que siempre hay un origen, aquella herida que marca a tantos artistas: ese “escribir desde la herida”. Las heridas no se sanan, sino que se cubren de cicatrices, pero siempre quedan como ese lugar que puede ser herido. “No es lo mismo que la locura, sino saber que eres vulnerable. Tratar de trabajar con eso. Y creo que eso te hace más receptivo hacia el mundo y lo que está ocurriendo”, admite.

En su última novela, Winterson vuelve a insistir en su lucha por ir más allá de lo unívoco. La estrategia narrativa es muy parecida a las que utiliza en sus otras novelas; el tema, en cambio, es muy actual (también Ian McEwan anda en estos pasos, con su Machines like me, también publicada este año en Inglaterra). Frankissstein se presenta con este lema: “Soy lo que soy, pero lo que soy no es una cosa, no es un género. Vivo con lo doble”. La novela comienza con un tono gótico que destaca las percepciones en torno a una de las reuniones más misteriosas de la historia de la literatura: 1816 en el lago Geneva, Suiza, ve la confluencia de Mary Shelley, Percy Shelley, Lord Byron y John Polidori. Es ese verano lluvioso el que abre la novela, con las palabras: “La realidad es soluble en agua”.

Para Frankissstein Winterson enfrentó la investigación del meteóricamente emergente mundo de los sexbots (bots), robots sexuales. En su monstruosa versión Winterson rinde homenaje a la gran Mary Shelley, transportándola al tiempo presente; un tiempo de revoluciones distintas a las que vivía Shelley en aquellos años de auge industrial, pero con la misma intensidad en su reivindicación de los derechos de la mujer, con un sinnúmero de comentarios respecto a los roles de género, a la fluidez genérica que promulga en todas sus narraciones.

Si hace 200 años el conflicto se derivaba de cómo las máquinas comenzaban a sustituir el trabajo humano, en este nuevo moderno Prometeo se enfrenta a las inquietantes profecías de la inteligencia artificial y a los robots sexuales que reemplazan los cuerpos más orgánicos. Sin embargo, Frankissstein es, como todas las narraciones de la escritora inglesa, una historia de amor, como el subtítulo indica. En la novela tenemos a la inédita pareja: Ry (de Mary), transgénero; y el doctor “Stein”: un ensamblaje rescatado hace siglos. Porque, aunque pase de moda, dice ella, sigue escribiendo desde su perspectiva romántica: “Porque todo se relaciona. Todo consiste en nuestra interacción con otros”.

Winterson se propone mostrar: “lo que está ocurriendo ahora y a donde puede eso llegar”. Pero hay humor, paradojas y acertijos en Frankissstein; no solo un horizonte amenazante. Como seres humanos estropearemos tantas cosas. Y, a la luz de la posible suplantación de humanos por robots, “una super-inteligencia”, se pregunta ella, nuestro destino estaría sellado: “¿Por qué algo más inteligente que nosotros habría de proteger algo tan vano, feo, irresponsable, auto-destructivo y estúpido como nosotros?”.

A pesar de que Frankissstein entra en un registro que parece ser una tendencia especialmente popular hoy, estos robots igualmente parecen voceros de algunos de los temas que Winterson ha venido tratando desde sus inicios: la religión y los roles de género. Los dilemas que surgen acá siguen siendo críticos, pero ahora vistos por el prisma ético que el abordaje de la inteligencia artificial amerita, con su promesa vital y el modo en que percibiremos las nociones de género, una vez que los robots entren a interactúar con los seres que los crearon: “Ha tomado todo este tiempo a la humanidad: lentamente progresando hasta este punto, donde podríamos volvernos inmortales, como siempre hemos querido, siempre pensando que lo éramos”.

 

Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura y académico de la Universidad Andrés Bello, y su última novela publicada es Sinestesia (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2019).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

La novela «Frankissstein» (Inglaterra, 2019)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Fotomontaje con el rostro de la escritora inglesa Jeanette Winterson y la portada de Frankissstein (2019).