Este ensayo testimonial —de poco más de 100 páginas—, recoge el relato íntimo, las imágenes, los recuerdos y las peripecias de tres expresos políticos magallánicos (Fernando Lanfranco, Manuel Luis Rodríguez y Marco Antonio Barticevic), quienes se unieron para dar vida y gestar una pieza musical inédita, la cual se inspira en los valores, sueños y esperanzas, de una tragedia histórica tanto chilena como sudamericana.
Por Juan Mihovilovich
Publicado el 4.8.2023
«Yo quisiera estar presente/ en tu amanecer ritual y esperanzado/ para escuchar paternal/ tu grito portentoso/ y ver tus manos cerrarse de ansiedad/ para cuando tu hijo/ el último que será el primero/ alce sus ojos/ y nadie más lo pueda detener/ en su ascensión final/ hacia la luz».
Cantata nuestra madre grande
Desde el encierro de una juventud inconclusa, con el peso de una historia pendiente, con los delirios de un tiempo cercenado, con el espacio forzado, con los sueños hecho trizas y recompuestos, con las muertes de por medio y los cuerpos torturados, con la visión dolida de recuerdos imperfectos, de informes señales auditivas, de espejismos difusos en la retina, de clandestinos amores extraviados, de padres agonizantes y ancestros difuminados en cenizas, de sonrientes colegiales sin rostros, de ancianos que partieron sin retorno, de senderos torcidos donde cayeron tantos sin nombres ni apellidos, por los recodos de la fábula desperdigada, por la noche eterna, por los días transidos, por las caminatas en redondo, por el silencio hecho aullido, por el grito hecho silencio, por la sangre descompuesta, por las ausencias tan presentes, por el destierro de las sombras, por las relegaciones de los libros y de las poesías, por la canción que vino desde lejos, y por la lejanía que estuvo tan cerca, por el cielo hecho prisión, por las aves confinadas en la evocación, por el desierto florido sembrado entre los muros, por las palabras que volaron por las bocas, por los papeles de ayer recuperados, por las cartas que cruzaron los mares y los ríos, por los desharrapados cubiertos de ensueños, por los seres desnudos que llenaron las llanuras, por los ciclos eternos de la naturaleza, por la gravitación estelar a ras del suelo, por los gritos destemplados a medianoche, por el llanto en sordina, por los candelabros sin luz bajo la almohada, por las barracas prisioneras del espanto, por los pasillos constreñidos del miedo, por la quietud de las estrellas parpadeantes, por el equilibrio sin pausas del oleaje, por los hijos que partieron, por los abuelos que no llegaron, por las madres que entretejieron sus dolores, por los hermanos que nunca se abrazaron, y por el abrazo que perduró en la fantasía, por quienes fueron semilla y fruto, por las piedras recortadas y talladas, por los juegos de ajedrez infinitos, por el infinito hecho esperanza en cada movimiento, por los peones que escribieron y los reyes que nunca leyeron, por los dioses que se hicieron carne y la carne que se hizo divina, por la lluvia y la nieve ensangrentada, por los vientos, por las distancias sin nombre, por el reencuentro de las décadas a pesar de los pesares, por las amadas acariciadas en la penumbra, por sus vientres vacíos y el vacío repleto de esperanzas, por el amor, sencillamente por el amor recobrado, por el camino hacia la luz de una madre sempiterna, por el amor de vivir y de agonizar sin pausas, sin temores, cantando y sonriendo, abrazando al fin a la tristeza hermanada en la alegría, en la mirada liberada, en el corazón latiendo más de prisa, en los puentes solidarios, en la fraternidad palpitando en los escombros, en el regreso, al fin en el regreso de quienes han vuelto a renacer, porque nunca partieron del todo ni jamás estuvieron muertos, y por eso hoy de nuevo y para siempre, cantan.
*La Cantata nuestra madre grande —concebida inicialmente en el Campo de Concentración de Isla Dawson en diciembre de 1973 y concluida en la cárcel de Punta Arenas en 1976—, se estrenará el próximo 3 de septiembre en la ciudad de Punta Arenas. La obra fue escrita por Manuel Rodríguez, Fernando Lanfranco es quien hizo la composición musical y Marco Antonio Barticevic fue el encargado de realizar la transcripción a pentagrama de la misma.
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Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante autor chileno de la generación literaria de los 80, nacido en la zona austral de Magallanes.
Entre sus obras destacan las novelas Útero (Zuramerica, 2020), Yo mi hermano (Lom, 2015), Grados de referencia (Lom, 2011) y El contagio de la locura (Lom, 2006, y semifinalista del prestigioso Premio Herralde en España, el año anterior).
De profesión abogado, se desempeñó también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén, hasta el mes de mayo de 2021.
Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y redactor estable del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Manuel Luis Rodríguez Uribe.