[Homenaje] «Las paredes hablan»: La luminosa despedida de Carlos Saura

Este largometraje documental —recién estrenado en España y el cual ha devenido en un legado póstumo, luego de la imprevista muerte de su autor— corresponde a un excelente trabajo audiovisual de campo, y una obra que supone una profunda exploración en torno a la pulsión artística de los que tienen a las murallas como lienzo e inspiración, desde los orígenes mismos de la civilización.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 10.2.2023

«Me gustan los muros que están más destrozados, que tienen señales de que se ha vivido ahí porque estoy añadiendo algo a lo que ya hay, me gusta esa interactuación».
MUSA71, escritora de graffiti

Hablar del recientemente fallecido Carlos Saura (1932 – 2023) es hablar de uno de los más grandes directores españoles de todos los tiempos. De su buen hacer dan fe clásicos dramáticos como La caza (1965), Ana y los lobos (1973), La prima angélica (1974), Cría cuervos (1974), Mamá cumple cien años (1979), Deprisa, deprisa (1981) y La noche oscura (1989).

El realizador aragonés también ha destacado como retratista de la esencia flamenca, allí está su célebre tríada entorno al bailarín Antonio Gades con la lorquiana Bodas de sangre (1981) como máximo exponente. Y en ese honrar el arte musical andaluz por antonomasia se enmarcan también sus documentales Sevillanas (1991) y Flamenco (1995).

Porque el documental es otro género que caracteriza la obra de Saura quien se muestra cómodo explorando temas de interés artístico. Es el caso de este largometraje recién estrenado en España y que ha devenido póstumo, un excelente trabajo de campo que supone una profunda exploración en torno a la pulsión artística de los que tienen a las paredes como lienzo e inspiración.

Un viaje espacio y temporal que de alguna manera enlaza a los primeros pintores prehistóricos con los grafiteros contemporáneos tan separados en el tiempo y sin embargo tan próximos a modo de ouroboros artístico.

Asimismo, este largometraje documental es un recorrido trascendente en bellas imágenes, acertada banda sonora e interesantísimas palabras de artistas y expertos en arte paleolítico con los que Saura dialogó y dialogará siempre gracias a la magia atemporal del cine.

 

Artistas prehistóricos

En efecto, son bellas las imágenes de las distintas cuevas retratadas y sus pinturas abstractas y figurativas en tonos dominantes terrosos que en ocasiones parecen fundirse con las texturas y formas de las impresionantes paredes pétreas que ya de por sí son arte, arte natural.

Y especialmente fascinantes los diálogos tranquilos de Saura con los expertos y estudiosos de la prehistoria que nos ofrecen luz a un período lleno de enigmas.

Para Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo director del Museo de la Evolución Humana de Burgos la conciencia humana (o el despertar de una especie antes dormida que se descubre gracias a que empieza a usar «el ojo que mira hacia adentro» que nos diferencia del resto de las especies terrestres) surge posiblemente con los enterramientos (el descubrimiento de la muerte) y el arte rupestre.

Arsuaga entiende que nuestros antepasados fabularon, deliraron en torno al medio que observaban y en esa imaginación irracional infundieron alma a la naturaleza. De esa pulsión anímica, de esa «magia» —y no de la razón— cree él que nacieron las artes.

En este sentido, el paleoantropólogo afirma que los trazos pintados en las paredes de las cuevas son la punta del iceberg del arte de nuestros antepasados, un arte que va más allá y que empezó con el propio cuerpo (especialmente las máscaras pintadas). Un pintar pieles propias y ajenas que está presente en las culturas indígenas que perduran hoy en día.

En otro orden de cosas, el catedrático Pedro Saura cree que la pintura paleolítica era una actividad individual enfocada al grupo. Entiende que en cada cueva las pinturas son obra de un solo artista (hombre o mujer o incluso niño) que asumía ese rol fundamental por ser el que mejor sabía dibujar del grupo.

 

Lo contemporáneo en resonancia atemporal

El reconocido artista Miquel Barceló opina lo mismo, cree que las pinturas rupestres son obra de artistas individuales. Y nos ilustra sobre las pinturas de la Cueva de Chauvet Pont D’Arc (Francia) que conoce bien y en las que se evidencia «una búsqueda de plasmar el movimiento», así lo entiende él por sus logradas superposiciones de apariencia móvil.

Así, en su estudio mallorquín confiesa que su carrera es cada vez más un viaje hacia atrás en el tiempo, que se siente en sintonía con el arte de hace treinta mil años. Lo dice junto a unos sugerentes murales traslúcidos a base de trazos simples de tonos tierra que buscan proyectar sombras gracias al sol.

Miquel concluye que los pintores siempre crearon en las paredes y se pregunta cómo escogían las cuevas a pintar nuestros artistas prehistóricos.

No obstante Saura pone más el foco en el arte grafiteto que nace en Nueva York como expresión de rebeldía y autoafirmación de chavales de barrios marginales que se sentían asfixiados ante las grandes limitaciones de la sociedad urbana. Los simbólicos muros como expresión de la dureza, los obstáculos o el presidio que vivenciaban.

Esos muros que coartan libertades son colonizados por firmas artísticas de los sin voz, firmas que evolucionan a figuras de todo tipo. Y esa pulsión artística juvenil se extiende rápidamente por todo nuestro mundo, especialmente en los entornos urbanos.

Para el madrileño SUSO33 el pintar paredes es: «grito de la necesidad de expresión», y a su vez un: «yo estuve aquí o el juego de la identidad». Una opinión que comparten todos los artistas del grafiti a los que Saura da voz en el documental.

Del mismo modo es generalizado el sentir de estos pintores urbanos en torno a los pétreos lienzos que utilizan, les interesan las texturas de las paredes y las respetan estableciendo como un diálogo con ellas, las paredes les «hablan» y les «invitan a dejarse llevar».

En este sentido la artista MUSA71 afirma que se adapta al muro a pintar porque en sus palabras: «es una comunicación con el entorno». Y confiesa que: «me gustan los muros que están más destrozados, que tienen señales de que se ha vivido ahí porque estoy añadiendo algo a lo que ya hay, me gusta esa interactuación».

Y añade que le encantan los lugares abandonados: «pienso en la trayectoria de ese muro que ha tenido una vida y que ha muerto, lo han abandonado y llego yo, hablo con ese muro y vuelvo a darle una nueva vida, y me voy de ahí pensando que soy parte de la historia que desaparecerá con el tiempo y que otra persona quizás a partir de restos de mi obra añadirá su historia a la historia del muro y eso me gusta mucho».

Bellísima expresión de la red de vidas que nos une a todos más allá del tiempo.

 

Danzar y trascender

Resultan fascinantes las imágenes en las que vemos a SUSO33 creando una cara a partir de trazos circulares negros sobre una pared blanquecina en un pintar esencial danzante: «a mí me encanta bailar», comenta a Saura mientras firma su obra en una proyección de su mano (o mano negativa) emulando a nuestros ancestros prehistóricos.

Y también impresionante la escena final en la que se nos muestra el gran mural figurativo obra de SUSO33 ubicado en una pared medianera de su barrio de infancia madrileña; ante las bellas y simples figuras con perspectiva que llenan la gran pared el creador reflexiona sobre el arte mural en el ouroboros temporal que vivencia en humildad:

«Es como si no existiera el tiempo, no dejas de hacer lo que se ha hecho desde hace miles de años, quizás este arte actual por impulso y pasión es como una manera de cierre de ciclo, de volver a los orígenes, de regresar a la necesidad de expresarse que es casi atemporal».

Bella y sabia reflexión que Saura rubrica con una cita que es poética trascendental, conmovedoras palabras del filósofo griego Empédocles (siglo IV a.C.):

«Yo he sido un hombre, una mujer, un pájaro, una planta y un mudo pez que surge del mar».

Y uno entiende que en ese sentir «mágico» del que vivencia el mundo en sí mismo estuvo, está y estará siempre el maestro aragonés.

Gracias Carlos Saura por tanto, especialmente gracias por «despedirte» poniendo luz a las paredes que nos hablan más allá del espacio y el tiempo.

 

*Dedicado a Ferran y Anna Giménez, artistas amigos cuyas miradas ensalzan formas y texturas.

 

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Las paredes hablan (2023).