[Homenaje] Pablo Neruda, el amor sin pausa

Editorial Medulia, de Galicia, acaba de publicar el más difundido de los libros del autor nacional, «Veinte poema de amor y una canción desesperada», en lengua gallega, merced a una excelente traducción de X. Amancio Liñares y María Rey, con bellas ilustraciones de Isabel Pintado, en una fina edición en papel cuché y tapa dura, el prólogo o limiar fue escrito por el director de esta plataforma periodística. Esta publicación es parte de los homenajes que se rendirán al creador chileno con motivo de cumplirse, en octubre de 2021, el cincuentenario del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura 1971. «Cine y Literatura» se hace parte de esta celebración, publicando el referido prefacio.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 3.6.2021

«Este libro, doloroso y pastoril, contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur».
Pablo Neruda

Limiar

Junio de 1924. Un mes antes de cumplir sus veinte años de edad, Pablo Neruda publicó, en Editorial Nascimento, Santiago de Chile, la primera edición de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, conjunto de poemas de palpitante erotismo juvenil, imbuidos de tópicos románticos al que el bisoño poeta supo otorgar un acento coloquial, nuevo entonces para ese tipo de poesía en Chile, cuya tradición seguía sujeta a cánones trascendentales y solemnes.

Observamos la intención de un coloquio, pues los versos brotan desde un trasfondo de cierto candor, más tentativos que voluptuosos, con la timidez perturbada de un adolescente deslumbrado por la revelación del amor físico, de ese cuerpo de mujer vuelto “blancas colinas”.

La pacata crítica literaria de entonces no recibió el libro con beneplácito, aduciendo argumentos morales para menoscabarlo. No obstante, los jóvenes lectores de la época se manifestaron regocijados con esta obra, que estaría destinada a ser una de las más populares de Neruda.

El poeta nos dice, en Confieso que he vivido:

—Muchas veces me han preguntado cuándo escribí mi primer poema, cuándo nació en mí la poesía. Trataré de recordarlo. Muy atrás en mi infancia y habiendo apenas aprendido a escribir, sentí una vez una intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semi rimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario. Las puse en limpio en un papel, preso de una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y de tristeza. Era un poema dedicado a mi madre, es decir, a la que conocí por tal, a la angelical madrastra cuya suave sombra protegió toda mi infancia. Completamente incapaz de juzgar mi primera producción, se la llevé a mis padres. Ellos estaban en el comedor, sumergidos en una de esas conversaciones en voz baja que dividen más que un río el mundo de los niños y el de los adultos. Les alargué el papel con las líneas, tembloroso aún con la primera visita de la inspiración. Mi padre, distraídamente, lo tomó en sus manos, distraídamente lo leyó, distraídamente me lo devolvió, diciéndome:

—¿De dónde lo copiaste?

Ni el padre ferroviario ni su mujer, la dulce “Mamadrei” de Pablo, conocerían el éxito universal de sus poemas amorosos y de esos veinte poemas y su desesperada canción.

Búsqueda incansable, sin pausa; idealización del sujeto-objeto amado, abandono a los rigores del olvido y a la esperanza desgarrada del recuerdo, donde la memoria aparece como un tálamo graficado en la contradicción de lo efímero, que se conjuga en la imposible permanencia.

El poeta lo intuye de antemano y lo sabrá después de cerrar el último verso de cada poema. El dolor es el precio de toda versificación amorosa. De ahí nace otra de sus fascinaciones, tan intemporal como huidiza.

El silencio es también parte de este encantamiento femenino, y el poeta así lo expresa a la amada, en un verso al borde de lo prosaico: “Me gustas cuando callas/ porque estás como ausente…”.

En ese mutismo quisiera Pablo desvelar lo misterioso-femenino, uniendo dos de los más antiguos tópicos, iniciados para la poesía universal, quizá, en las Cantigas de amor de la trova galaico-portuguesa, aún presentes en la moderna poesía coloquial y en las vanguardias del posmodernismo contemporáneo. En fin, presentes en toda poesía y en el “eros dulce y amargo”, como lo llama Anne Carson. Y antes, ya lo iluminó Safo.

En estos primeros poemas de Pablo hay un acento becqueriano, invocador de la amada, mediante imágenes y metáforas, tanto orgánico-sensitivas como inspiradas en fenómenos naturales. Nada nuevo, se podría decir, como apuntaron, con reticencia escandalizada, los críticos de la época, incapaces de apreciar siquiera los ecos de una ruptura que el poeta anuncia y emprende mediante el coloquialismo de sus versos, bien matizados de aliteraciones y énfasis sonoros y sensuales, con desenfado candoroso, lo cual es un hallazgo en el difícil subgénero de la llamada “poesía amorosa”.

El genio poético de Pablo Neruda no es libresco, no ha sido provocado por un cúmulo de lecturas eruditas, si no obra de una intuición extraordinaria del lenguaje, que pudiéramos llamar —como otros han hecho— “mágica”, en el sentido de extraer del habla posibilidades nuevas, mediante sucesivas combinaciones y aun transgresiones semánticas.

Es la presencia inequívoca del “duende”, que su amigo Federico descubriría en él, a comienzos de la década de los 30, en Buenos Aires, cuando homenajeaban a otro gran referente del quehacer poético nerudiano, Rubén Darío, el nicaragüense universal, cuyos fulgores modernistas influyeron, tanto al granadino como al hijo del Sur.

El enorme aporte que Pablo Neruda ha hecho al enriquecimiento de la lengua de Castilla aún no ha sido evaluado exhaustivamente, pero podemos apreciarlo, más allá de su inmensa obra, a través del arduo trabajo de las múltiples traducciones a otras lenguas, máxime para idiomas no latinos, como eslavos, germanos e indostánicos.

En 2014, merced al trabajo mancomunado de traductores de Taipei y de China continental, se publicó una edición de cien mil ejemplares de los Veinte poemas, tiraje solo superado a fines de los 40 en la Unión Soviética, donde se hablaba de un millón de libros, volumen descomunal, aunque difícil de comprobar bajo la férrea cautela del “realismo socialista”.

El traductor de poesía es el más osado de todos, porque a menudo el poema resulta intraducible sin alterar su sonido, su ritmo, sus significados y significantes. Y nuestro Pablo acrecienta tales obstáculos si la referencia contrastante del especialista se aboca al castellano de España (español, a secas).

Ahora, ante la extraordinaria noticia de la traducción del hermoso poemario de amor a la lengua de Rosalía, nuestra agradecida complacencia se torna en auténtico júbilo, al apreciar el fino trabajo de María Rey Rey y Amancio Liñares Giraut, que han dado cima a una original versión de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, incorporando los valores prosódicos y musicales del gallego, sin menoscabar forma ni contenido; por el contrario, ampliando sus alcances líricos y estéticos.

Y si ambos traductores no advirtieron que, en el año escogido para su publicación, el enigmático 2021, se cumplirán cincuenta años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura (1971) a Pablo Neruda, nos atrevemos aquí a destacarlo, junto al feliz encomio por el luminoso agasajo.

Al leer esta notable interpretación, en la lengua emigrante y peregrina de Galicia, el enamorado niño del Sur nos diría, con sus propias palabras sobre el amor:

“Amo tus pies porque anduvieron sobre la tierra y sobre el viento y sobre el agua, hasta que me encontraron”.

 

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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de «Lingua e Cultura Galegas».

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.

En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.

 

«Vinte poemas de amor», de Pablo Neruda (Editorial Medulia, 2021)

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Pablo Neruda y Salvador Allende.