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«La número uno»: El poder en semitonos femeninos

El filme de la realizadora francesa Tonie Marshall sitúa su trama audiovisual en el omnipresente barrio parisino de «La Défense» (puro acero y cristal), y donde la actuación principal de Emmanuelle Devos arranca aplausos y los juicios de excepcional y superlativa, en esta cinta provista de una tensión dramática «sexista», desde la primera hasta la última secuencia.

Por Alejandra M. Boero Serra

Publicado el 30.1.2019

 

«El fin justifica los medios».
Napoleón Bonaparte

«El faisán del pantano debe hacer 100 pasos para buscar su agua y su comida, pero por nada del mundo querrá que se la sirvan en una caja».
Zhuang Zhou

La directora Toni Marshall, ganadora del César a la mejor dirección por Venus, salón de belleza (1999), nos zambulle en un ámbito cruel y hostil para las mujeres que creen que un puesto de poder en las grandes empresas -en este caso es París- pero aplica al mundo, no tendría por qué ser coto cerrado de los hombres.

La número uno (Numéro une, 2017) es la historia de Emmanuelle Blachey, una ingeniera brillante que por mérito accede al comité ejecutivo de la empresa de energía francesa. Pero también es madre y esposa, roles y elecciones, como la de ser parte de un gigante empresarial, que le demanda dormir un máximo de cuatro horas y energías extras para demostrar que se las apaña con todo.

Uno de los grandes méritos del filme es mostrar desde la prima escena la vulnerabilidad y la firmeza de la que es capaz esta mujer. Otros, no menores, son los de exponer en un lenguaje apto para neófitos la jerga de los poderosos, personajes que dejan al descubierto sus contradicciones -el maniqueísmo queda fuera y cuánto se agradece-, la honestidad con que todos los involucrados juegan su ambición de poder. Ellos y ellas sin excepción. Y eso genera empatía en los espectadores que son libres de escoger de qué lado del mundo se posicionan.

Anthèa es la compañía de agua más importante de Francia y pronto necesitará una nueva cabeza y un cuerpo entrenado en lo más alto del poder. Hay que apostar al todo o nada frente a lo más bajo de las argucias de quienes detentan su cuota y van por más. Acá entra un colectivo de mujeres, también poderosas, que saben que es ya hora de poner en ese sitio a una de ellas para que sea la primera y expanda esa brecha del 10% que hasta el momento «pueden» acceder al Olimpo gestionado por señores de trajes y corbatas impecables, nunca inmaculados. Y la elegida es Emmanuelle.

El delfín ya está elegido y es hombre -comme il faut- y la carrera de esta mujer hacia la cima será dejar la piel y no sólo la propia. Sabe que no está sola aunque la soledad nunca la abandone. Y quien es su contrapartida masculina se lo deja muy en claro: «Todo lo que haga será observado con lupa. Lo pagará 100 veces y caerá sobre sus congéneres… Va a sentirse muy sola…». Con lo que no cuenta este señor es que ella, como tantas Emmanuelles, viven con ese sensación permanentemente: siempre la dificultad estuvo y sigue estando, aún hoy cuando las conquistas adquiridas por el feminismo quedan en déficit. El equipo de apoyo y la «sororidad» no ceja. La corrupción, la extorsión, la manipulación a través de la culpa, lo más sucio y extremo aparecen. Y no es cuestión de quienes ya están en la cúspide. También en quienes se suponen son los afectos, saltan las micro y macro misoginias, ya naturalizadas:

«Es demasiado grande para tí», «Una mujer es sexy cuando no piensa en nada. Cuando se toma el tiempo para serlo», «Deja el nerviosismo a las mujeres», «Como todas las mujeres, tiene antojos, pero después se cansa».

Si hasta la misma protagonista es consciente de su pensar y accionar desde ese punto de vista que la lacera: «…es irritante tener que jugar la carta femenina tan insistentemente. Toda mi vida traté de hacer olvidar que soy una mujer…», » No desear nada, no arriesgar y vivir siempre con un poco de frustración», cuando el padre moribundo se sincera: «Yo nunca deseé lo que no podías obtener». Y: «Honestamente, no creo mucho en la ‘solidaridad femenina’, a lo cual las progresistas que la sostienen, con pragmatismo bien entrenado, responden: «No hace falta. No es una religión. Es una política». Contundentes los discursos que se mueven en las sombras y que salen a la luz en momentos de tensión.

Emmanuelle Devos (la actriz principal) es caleidoscópica, protagonista absoluta (ya lo demostró en tantas actuaciones, recordemos como muestra El tiempo de los amantes, Lee mis labios), lo intenta todo y brilla. En su personaje, camuflada en su traje chaqueta, no esconde su fragilidad ni su entereza. Y si tiene que jugar con las reglas del enemigo lo hace desde una ética y una política subrayadas por una canción infantil: «me aparto, corto, paro, y al final del camino, golpeo». Tal vez en esa lucha impar: «la igualdad de género nos lleve a la diversidad». Una pregunta campea: «¿El mundo será realmente igualitario cuando las mujeres sean tan corruptas como los hombres?». Del otro lado, suponen, una única respuesta: «Han sido corruptas desde María Magdalena. Pero suelen no entender nada del poder, y se comportan… ¿Cómo diría Zhuang Zhou? ¿Cómo gansos?». Toni Marshall, directora y guionista junto a Raphäelle Bacquè (periodista en Le Monde y experta en ciencias políticas) recogen el guante…

Las acompañan artistas excelentes: Benjamin Bioley, Richard Berry, Sami Frey, Suzanne Clément, Anne Azoulay. Lo de Devos es superlativo.

El barrio de «La Défense», acero y cristal por dentro y por fuera, es la locación omnipresente, donde lo que se gana o se pierde, se paga con creces…

Mujeres que quieren cambiar el mundo, hasta no hace tanto, «ancho y ajeno». Ser una más aunque se sepa que el tamiz será más fino, más cortante, sin concesiones y los juicios, inclementes.

Ser y actuar en un mundo donde: «los hombres temen que las mujeres se rían de ellos, las mujeres temen que los hombres las maten» (Margaret Atwood).

La número uno no sale indemne, pero hoy, aquí ,ahora planto cara al sistema, incluso desprotegida, ¡puedo y gano!

«Hay tres motivaciones esenciales: Poder, Sexo y Dinero. Nadie consigue los tres. Como máximo dos», es el mantra de uno de los protagonistas. Las mujeres de La número uno no se contentan con frases hechas: inventan las propias y salen al y del ruedo a decir que motivaciones hay varias y el camino está abierto, no sin desvíos y trampas de propias y ajenos. Es nuestra elección. Bonne chance!

 

Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).

 

La actriz Emmanuelle Devos en «La número uno» (2017)

 

 

 

 

 

La crítica argentina Alejandra M. Boero Serra

 

 

Tráiler:

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