«La número uno»: Cuando la líder es ella

Este filme francés -actualmente en cartelera- tiene aire de thriller, aunque su banda sonora para nada es congruente con su estética dramática, y con una dirección (Tonie Marshall), además de un guion trepidante, que retratan verazmente la naturaleza despiadada de los grupos empresariales en el primer mundo.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 22.1.2019

En un París que los turistas suelen no visitar, anida el corazón de las grandes corporaciones y servicios que luchan despiadadamente por su hegemonía. En ese París fuera de escala, con edificios intimidantes y ultramodernos, un avispero de ejecutivos ensaya sus propias armas de destrucción masiva con sus competidores y rivales, dentro y fuera de los consorcios. En este escenario la sucesión y el destino de una empresa y filiales de energías basadas en el agua, es el escenario para que el reemplazo de una cabeza de dirección empieza a ser el tablero de ajedrez de una guerra entre ejecutivos.

A primera vista es solo una más de muchas escaramuzas por retener y trasmitir el poder, que como se sabe son dos de las tras máximas de la política de Max Weber (alcanzar, retener y trasmitir el poder). Pero esta vez se interpone el anhelo de una ejecutiva, Emmanuelle Blachey (Emmanuel Devos), perfectamente dotada para el puesto, que habla un chino impecable, y que es la negociadora principal de trasferencia de tecnologías ante una delegación que viene a visitarlos y cuyo líder está personificado por Winston Ong.

En este mundo en que lo privado y lo público están entrelazados, propio del modelo francés, las decisiones de sucesión también abarcan al gobierno que, en los acercamientos al Eliseo, refrenda o niega las aspiraciones. Nuestra candidata además es una de las pocas mujeres que puede acceder a las empresas top que carecen justamente de mujeres, y que una asociación femenina (Anne Azolay, Susanne Clément, Francine Bergé) persiste en representar y potenciar.

Pero la candidata es también una persona trabajólica, cuyo matrimonio está pendiente del estrés: su marido Gary (John Lynch) es víctima de esta lucha al quedar sin empleo por maniobras de advertencia. Duerme el mínimo y sufre de depresión. Su madre falleció en el mar, y el padre (Henri Blachey, Sami Frey) es un mujeriego sin culpas, que lleva una relación tensa, aunque cercana con su hija.

La cohorte de empresarios, hombres, que la postulante debe convencer está radicalizada en torno al jefe de la empresa, que ya ha decidido que el mejor destino para ella en el futuro es la de encargada de recursos humanos. Pero ya el anhelo de dirigir y de liderar se ha hecho carne de la ejecutiva, quien tiene a su propio delfín para su antiguo cargo. Sin embargo, los avatares de esta postulación, contrariando los deseos de nombrar a Rivas, un poco adecuado sucesor, van a desatar una serie de eventos de baja estofa, entre ellos enviar videos sobre la hija de una de las apoyos, restar contratos al marido de la heroína, o amenazas respecto del futuro. El candidato de Emmanuelle es descubierto en un acto de corrupción, mientras la candidata otorga entrevistas a la prensa y suma cóctel tras cóctel haciendo lobby.

Esta cascada de corrupción, abusos de poder y asuntos oscuros, hace que nada de la vida propia quede resguardada. La intimidad es parte de la confrontación y promoción al cargo, y descubre que el proceso de selección es nada piadoso con su persona, ni con los otros en juego.

El rechazo a la idea de una dirección feminista, va parejas con las vicisitudes. Algunos ven la causa, otros sus intereses particulares. Al fin y al cabo es la guerra sin cortapisas. Nada que ver con el lenguaje correcto, ni con las pretendidas igualdades hacia afuera. Pero una delación oportuna acerca de una perdida de dineros, el cambio de partido de uno de los hombres del oficialismo (Marc Roisin, Benjamin Biolay), y la fragilidad del gobierno para defender el otro nombre sellan la victoria amarga con una ejecutiva que escenifica su triunfo.

La película tiene aire de thriller, aunque su banda sonora no me pareció congruente, con una dirección (Tonie Marshall) y un guion trepidante retratando la naturaleza despiadada de los grupos empresariales del primer mundo. Mientras tanto, se podrá decir que una mujer ha accedido a una de las empresas top. Es que la aparente calma e inocencia al exterior, no tiene nada que ver con los verdaderos intereses del gobierno francés, los ejecutivos, a la par de la lucha sorda entre los hombres y un grupo de mujeres. Una película despiadada, de un orbe de ejecutivos sin corazón.

 

La número uno (Numéro une, 2017).  Dirección: Tonie Marshall. Guion: Raphaëlle Bacqué, Marion Doussot y Tonie Marshall. Música: Fabien Kourtzer y Mike Kourtze. Fotografía: Julien Roux. Elenco: Emmanuelle Devos, Benjamin Biolay, Sami Frey, John Lynch, Anne Azolay, Susanne Clément, Francine Bergé Richard Berry, Francine Bergé, Anne Azoulay, Bernard Verley, Vinston Ong, y John Lynch. Francia, 2017. 110 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

 

La actriz Emmanuelle Devos en «La número uno» (2017)

 

 

 

 

 

Tráiler: