La presentación de la editorial Triana en Chile y un adelanto sorpresa

Este texto se leyó en Santiago, un 1 de octubre de 2015, han pasado dos años y con Alejandro hablamos de hacer en un futuro cercano, un libro que mezclara literatura, poesía, y astrología. Tras haber conversado por Messenger o vía e-mail, tengo la alegría de informarles, que ese proyecto que un día se pensó en algún bar del centro de esta ciudad, o me imagino en algún lugar de Buenos Aires, con otros escritores, se llevará a cabo y será un libro bilingüe, que, no me cabe la menor duda, será todo un acierto por parte de la editorial. El libro saldrá en enero de 2018, será presentado en Estados Unidos, Argentina, aquí y esperamos que en otros países también. Son doce autores, cada uno representando a su signo solar. Quiero dejar el formato en suspenso.

Por Pablo Fernández Rojas

Publicado el 27.09.2017

Hace más o menos dos años, luego de acompañar a hacer una movida medio trucha, pero nada tan fuera de la ley, con unos Macbooks al poeta Germán Carrasco, en una estación de metro no muy mainstream, este me dijo que venía una editorial de unos amigos porteños y que quería que leyera algunos libros o que hiciera una presentación pop.

Un par de horas después, le respondí que sí, mientras me pasaba unos cinco o seis títulos de la editorial Triana, en su departamento de la calle Santa Isabel, antes de ir a buscar un local donde vendieran pitcher y completos. Como no encontramos nada más o menos popular, que estuviese cerca del departamento y de nuestros bolsillos, terminamos comiendo un ínfimo crudo picante con alcaparras y mostaza Dijon, acompañadas por unas tostadas y un par de cervezas coloradas de marcas con nombres de difícil, por no decir imposible, pronunciación. Quisimos improvisar una lectura de poemas sueltos que no pudo llevarse a cabo por culpa de una paloma que se cagó en el plato de una de las mujeres sentadas al lado de nuestra mesa.

Con el escándalo y las risas, se nos fue la onda y terminamos hablando de cualquier cosa.

Un par de días después, recuerdo haber estado frente a mi ex computador desconfiando de su eficiencia. Hablo de un netbook, al que se le había muerto la pantalla la semana pasada y que me dejó sin información, porque un día equis, después de la inesperada destrucción y el consiguiente reemplazo de la misma (sigo teniendo problemas con las pantallas), entró a una sesión con un perfil temporal, lo que hizo que perdiera todo archivo no respaldado, entre ellos, apuntes de las lecturas que fui haciendo con cada título leído de la Editorial Triana. Leí y revisé cuanto tutorial habido y por haber y ni rastro de solución para este problema versión Windows 10.

En fin, me dispuse entonces a escribir algo que pareciera una presentación pop.

Escribí:

La escritura a veces se vuelve subjetiva y otras se hace la dormida sobre un sillón de un color definido, específico, en medio de una fiesta.

Contracción y distención, como el músculo cardíaco, la pupila o el rito que la mayoría relacionamos con las prácticas amatorias.

Germán sugirió escribir algo que no sea serio, algo alegre.

Le pregunté si no sería bueno presentar estos libros con una especie de stand up comedy. Él propuso una intervención de los dos, cantando como negras desquiciadas el coro de Sunshine day en la versión de Matt Bianco.

Le dije que era una buena idea, pero que prefería dejarlo para otra ocasión.

El día que conocí a Alejandro Jorge, dueño y editor de la editorial Triana, por ahí a fines de septiembre de 2015, le ofrecí un vaso de vino de un botellón de Exportación y le pregunté qué es lo que tenía en mente o cómo se imaginaba lo que se leería el día D en la chascona. Me dijo que tenía entendido que en el Espacio Estravagario de La Chascona se leían cosas más o menos serias. Esta conversación sucedía en el segundo piso del ex estudio Panal, mientras Tao Lin y Alberto Fuguet le hacían bullying a un Starbucks por estar cerrado en Santiago un día domingo. No lo podían creer, al parecer en este país suceden cosas inexplicables y no nos damos cuenta. O tal vez hacemos como que no nos damos cuenta. En fin.

Un par de días después, escribí; “lo serio no necesariamente ha de ser aburrido, hay personas aburridas que se arriesgan a pasar por fomes pero jamás por tontos o ignorantes. Eso es todo”.

Ahora escribo: “lo divertido no necesariamente ha de ser divertido para todos. Hay personas que se arriesgan a pasar por payasos o ignorantes, pero la cosa se pone seria cuando se les dice que no son escritores o poetas”. Esto me hace recordar el mito del payaso triste, que tanto ha sido abordado desde la ópera «Pagliacci», de Ruggiero Leoncavallo, pasando por Chaplin, o el poema «Reír llorando (Garrick)», de Juan de Dios de Peza, o «La Strada», de Fellini, entre otras alusiones que no vienen al caso nombrar para no latear con un name dropping.

¿A qué iba? Me fui por las ramas. Ah, intentaba encontrar un hilo conductor que calzara con las impresiones que me causaron las distintas escrituras y lecturas que hice en un lapso medianamente corto, pero con la mayor atención posible, porque a los amigos siempre los leo con respeto. Esto para mí significa en estricto rigor, conocerlos, escucharlos, leerlos una vez y si me hacen clic, entonces acudo a ellos cuando los necesito.

Lo que percibí en común en las lecturas de los libros que me tocaron, fue a un grupo tremendamente jodido con el amor y la vida, en ciudades como Nueva York o Buenos Aires, pero que padecían del vicio de la escritura. Esto me pareció y me sigue pareciendo que es lo único que importa a la hora de conectarse con un autor, cómo trata y maneja esa especie de enfermedad, ese fracaso que es lo único que salva cuando se asume que nada permanece, y que no siempre seremos capaces de acceder a una determinada experiencia por más que la deseemos.

Voces ensimismadas como en una selfie donde la soledad y la neurosis se representan de una manera cool. Pose que puede ser absolutamente criticable, pero no ajena a los tiempos actuales de sociedades paradójicamente hipersúpercomunicadas como las nuestras.

Inferí vulnerabilidad y miseria humana llevadas a un punto civilizado mediante el uso del sarcasmo, de la ironía, de la reflexión rápida y del remate que escapaba con astucia de lo sesudo o de lo académico, usando un sentido del humor que correspondía quizás a ciudades más psicoterapeadas que la nuestra, algo que debiésemos importar eventualmente, pero sin que se nos pase tanto la mano.

El acento, el sonsonete presente desde la segunda persona argenta, me costó y me sigue costando no incorporarlo en la lectura de voz baja, es pegote, se cuela en una seca, en la combi olvidada, en la internet, en los números de los colectivos de las callecitas de Buenos Aires, en el mate, en el porro y en el paseo casual de agarrar una bici e irse a la cresta con onda, con el caché del pedaleo bajo los efectos del THC o alguna droga de moda. Ese estilo que parece tener de por sí el acento canchero de la gallada trasandina.

Encontré, en esas lecturas, esa ansiedad escrita que se alimenta de nuestra propia ansiedad para leer ansiosamente cada texto. O esa anécdota divertida, que se parece a la mía o a la tuya, y que nos hace seguir a la siguiente página, simplemente por una cuestión de simpatía y por supuesto de curiosidad, cuando la tensión narrativa está lograda.

Liviandad en el buen sentido de la palabra.

Celebración de nuestra decadencia mediante palabras e ideas asociadas ingeniosamente entre sí.

Leí un par de poemas de Marina Allesio, a una patota de amigos que fuimos a celebrar ese dieciocho en la parcela de una amiga cerca de la playa.

Se los leí con mi acento y luego imitando el sonsonete porteño:

“Estoy saliendo con un hombre
que acaba como una mujer
llora como un bebé
y se ríe como un lunático”.

La i griega y la doble ele, las pronuncié con /sh/, con ese /sh/ de las canciones de Charly, Cerati o Spinetta. Es, era, un poema hermoso y familiar ese otro, también de Marina, deseando ser poeta cuando sea grande mientras habla por teléfono con un amante, o tal vez no haya sido Marina, tal vez sean mis amigos o yo, o ese alguien que alguna vez quisimos ser y que ella nos lo recuerda en un texto del que se deducía algo transversal, para todos los que escribimos en el cono sur.

Jacob Steinberg y la rata comiendo un trozo de pizza en una escalera en Nueva York, Marina Alessio convirtiendo códigos de plataformas virtuales en material literario de manera soberbia, Cecilia Pavón y la arbitrariedad puesta con estilo en cada uno de sus 27 poemas, Mariano Blatt y su libro con pensamientos tentadoramente plagiables para estados de Facebook, y tantos otros que no leí porque no me los pasaron, pero que esperaba poder leer dentro de poco.

Siempre que pienso en Buenos Aires, imagino su cielo muy celeste sin saber por qué, y lo que aparece escrito en estos libros, parece haber sido engendrado bajo un cielo así, radiante y lleno de nubes moviéndose suavemente sobre edificios de grises más claros que los de Santiago.

Se le dio la bienvenida a esta invasión poética allende los Andes, con todas las letras que nos trajeron para reconocernos, querernos, ser indiferentes, o derechamente odiarnos bajo el alero de la literatura.

Este texto se leyó en Santiago de Chile, un 1 de octubre de 2015, han pasado dos años y con Alejandro hablamos de hacer en un futuro cercano, un libro que mezclara literatura, poesía, y astrología. Tras haber conversado por Messenger o vía e-mail, tengo la alegría de informarles, que ese proyecto que un día se pensó en algún bar del centro de Santiago, o me imagino en algún lugar de Buenos Aires, con otros escritores, se llevará a cabo y será un libro bilingüe, que, no me cabe la menor duda, será todo un acierto por parte de la editorial. El libro saldrá en enero de 2018, será presentado en Estados Unidos, Argentina, Chile y esperamos en otros países también. Son doce autores, cada uno representando a su signo solar. Quiero dejar el formato en suspenso. Lo que sí puedo adelantar es que los autores serán: C.A. Conrad, Francisco Garamona, Paula Ilabaca Núñez, Alejandro Jorge, Dorothea Lasky, Stuart Krimko, Gael Policano, Valeria Meiller, Tilsa Otta, Ariana Reines, Carlos Godoy y quién les habla. Para los que quieran encontrar los libros de la editorial Triana en Chile, pueden ir a la librería Metales Pesados o pueden contactar por Facebook a Ricardo Elias G.

 

 

Imagen destacada: La actriz Giulietta Masina, en una escena del filme «La Strada» (1954), del director italiano Federico Fellini