«La última locura de Claire Darling»: El recuerdo de las cosas

Este largometraje de ficción -recién estrenado esta semana- se encuentra basado en la novela aún no traducida de la escritora Lynda Rutledge, «Faith Bass Darling’s Last Garage Sale». Y para su adaptación fílmica, la realizadora francesa Julie Bertuccelli ha privilegiado el uso del plano detalle para que el espectador se fije en los distintos objetos que poblaron una casa y sienta como las protagonistas (entre ellas Catherine Deneuve) cierta nostalgia por ellos.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 19.7.2019

La última locura de Claire Darling expresa muy bien su premisa: la relación entre el pasado y el presente a partir de los objetos. Para eso, Julie Bertuccelli construye una película que es similar a la memoria desgastada de su anciana protagonista: un relato hecho a partir de retazos del pasado con el presente. Y lejos de hacerlo con un tono ligero y fácil como podría sugerir el título, la cinta elige un camino diferente. Quizá no más complejo, pero sí más adecuado: como una elegía hacia aquellos juguetes, adornos y fruslerías que poblaron la infancia, la adolescencia y la adultez.

Claire Darling (Catherine Deneuve) está convencida de que va a morir esa mañana de verano en la que llega a su pueblito una feria con luces de neón, fuegos artificiales y juegos mecánicos. Por lo mismo, siempre acompañada de un cigarro, se pasea entre las cosas que fue acumulando durante años y las saca de su caserón para venderlas a precios irrisorios. Martine (Laure Calamy), una amiga de la familia, al enterarse, llama a la hija de Claire, Marie (Chiara Mastroianni), quien acudirá luego de años de ausencia para ver qué ocurre, sabiendo que tendrá que hacer de tripas corazón para afrontar un espiral de recuerdos y de secretos dolorosos que inevitablemente aflorarán cuando encuentre a su madre.

La última locura de Claire Darling está basada en la novela aún no traducida de la escritora Lynda Rutledge, Faith Bass Darling’s Last Garage Sale. Y para su adaptación fílmica, Bertuccelli ha privilegiado el uso del plano detalle para que el espectador se fije en los distintos objetos que poblaron la casa de la anciana y, sienta como las protagonistas, cierta nostalgia por ellos. Muñecos mecánicos, relojes, pinturas y muebles reciben un tratamiento cinematográfico que les confiere gran sentimentalidad. Sin caer en excesos y con una precisa austeridad, la directora los registra según la óptica del pasado y el presente, flexionando la temporalidad para hacerla coexistir en un mismo plano y ordenándolas a un relato que cautiva, antes que por su originalidad, por un misterio familiar todavía no resuelto y por un tono melancólico que es consistente de principio a fin.

Gracias a esta naturaleza fílmica de los flashbacks, los personajes pueden ver sus acciones y reconstruir su vida a partir de los objetos. Claire puede ver, en medio de su amenazador alzhéimer, que estas fruslerías ya no le representan el mismo valor, pero también los claroscuros de una vida poco satisfactoria; y Marie, por su parte, atisba en la venta de garaje, un pasado que no ha logrado resolver y que clama por salir a la luz. El contrapunto dramático de ellas son los vecinos, quienes ven en los muebles no la carga sentimental de una vida de triste, sino la oportunidad de llevarse cosas valiosas al precio de una baratija. En medio de todo esto, corre una niña misteriosa que parece ver los juguetes, libros y adornos con el mismo prisma poético de las Darling.

Así, frente a los tesoros que se apiñan durante la vida, surgen varias inquietudes que, de algún modo, la película logra contestar con eficacia. Ninguna de ellas es novedosa, pero sí resultan valiosas en el flujo argumental: ¿el valor de las cosas reside en la memoria o en los objetos mismos? Frente a esto, La última locura de Claire Darling no busca responder la quintaesencia de la vida con la muerte ni tampoco el orden que tienen las cosas en la vida, sino nuestra relación con el pasado a través de los objetos con los que nos enternecemos. Cuando la película trata de ir más allá, se tropieza un poco y comprende que su área de operación es la exploración sencilla de la memoria.

Por motivos como estos, La última locura de Claire Darling privilegia un tono de observación que se traduce en una fotografía melancólica, muy cálida y que contrasta con la indiferencia de los compradores. Esa ventana al pasado que se llevan por unos cuantos francos, sin embargo, queda abierta para las mujeres Darling y les permite otear su propia historia, la cual se expresa muy bien por el trabajo musical de Olivier Daviaud, quien logra dar forma y sentido a la poesía visual que reserva Bertuccelli para el clímax de su película y que poco a poco se revela como una verdad inevitable y que el espectador atisba desde un comienzo: frente a la muerte, la porcelana se vuelve una baratija.

 

Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción.

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

La actriz Chiara Mastroianni en «La última locura de Claire Darling» (2018)

 

 

 

 

 

Felipe Stark Bittencourt

 

 

Tráiler:

 

 

 

Imagen destacada: Catherine Deneuve y Chiara Mastroianni en La última locura de Claire Darling (2018).