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“Pastizales del espejismo”, de Samir Nazal: Para nacer he muerto

La figura del poeta, profesor y librero chileno trasmite misterio, incompletitud. Es de aquellos autores que se revelan cuando mueren, y que, como muy pocos, son capaces de renunciar al ego. Para insistir: un escritor multifacético al margen de cualquier figuración pública, que nunca publicó libros ni apareció en antologías o revistas (salvo algunos prólogos, columnas y entrevistas por aquí y por allá, según los editores) pero que dejó sus textos, manuscritos y mecanografiados, a la posteridad.

Por Francisco Marín-Naritelli

Publicado el 29.6.2019

“Puedo mentir sobre muchas cosas, menos cuando se trata de literatura”.
Samir Nazal

Hay autores que publican y son reconocidos. Hay autores que publican y no lo son, o lo son muy tarde. Hay autores, en cambio, que no publican, que son publicados después de morir. Este último grupo merece una especial atención, porque constituyen rarezas dentro de la zoología literaria chilena. Es el caso de Samir Nazal (1930-2008), hijo de inmigrantes árabes, nacido en Limache.

Nazal dejó una extensa obra inédita y dispersa, guardada en tres grandes cajas de plástico, la cual gracias a un grupo de familiares, amigos y cercanos pudo ver la “luz” editorial. Así surgió Pastizales del espejismo (Editorial Cuarto Propio, 2019), editado por Cristián Basso y Daniel Pizarro. El libro no pretende ser una compilación completa, ni acaso, tal vez solo una primera aproximación de un universo que abarca también fragmentos de novelas, diarios, borradores. De la poesía se ocupan los editores. De una parte de su poesía, mejor dicho. “Poemas amontonados”, dirá Francisco Leal en el post prólogo. Porque hablar de Nazal y su obra es prácticamente inabarcable todavía; un autor que escribió en silencio, sin ningún alarde, rodeado de libros, en su pequeño departamento de calle Toesca.

Un Nazal, retratado por Daniel Pizarro, más interesado por los seres humanos que por las cosas. Seres humanos y libros, para precisar.

“También era un espejo. Con una admirable capacidad mimética invitaba tácitamente a mirarse. Y lo que uno encontraba dentro de sí no siempre olía muy bien. Y así uno podía aprender de los propios olores. Sufría con nuestros padecimientos: el amor, las heridas de infancia, los horrores políticos” (Página 18).

Un Nazal que, en palabras de Cristián Basso, tenía un total compromiso con el otro.

“Repetía en ocasiones que había que ‘asomarse al pozo de otro’, interesarse por su historia, regresar incluso a su infancia y acogerlo desde la afectividad y la comprensión (…) Para él, que siempre estuvo a favor del reconocimiento de las diferencias de género, las emociones de los demás le eran propias; le provocaban a menudo llanto, júbilo, compasión, preocupación, alarma a ratos, cuando vivir se hacía difícil, alcance que le oíamos justificar parafraseando a partir de la Oda a Walt Whitman de García Lorca: ‘porque la vida no es ni noble, ni sagrada ni sencilla’” (Página 22).

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Pastizales del espejismo tiene menos de doscientas páginas y está dividido en cinco secciones: Crónicas del desvivirse, Litografía del exilio, Mi gana es tu desgana, Nonato, Déjame ser como si yo existiera. El nombre de la presente edición corresponde al título que el propio autor dio a uno de sus libros aún inéditos.

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La poesía de Nazal exuda un lenguaje ampuloso, barroco, heterogéneo, muchas veces clásico, de rimas y estructuras, de compleja sintaxis, donde abundan las preguntas y faltan las respuestas. Vaivén espiritual y físico de quien escribe a medida que vive. Con completa dedicación. La soledad, el vino o el pisco. La alegría, la vida, la muerte. Algo de mitología, tal vez. Algo de fábula, quizá.

“¿A qué camina a la costanera? / Va al rompeolas, a desplomarse, / a estallar contra los roqueríos. / Se desprenden los ojos del oso (…) ¿Qué hay en tu caverna? / Un poco de basura arrinconada” (poema El de la nariz velluda, página 33-34).

“Esta escalera me sube a ninguna parte” (poema Tapiz, página 37).

“La gente que va sola, duerme sola; / el silencio se solaza con ella” (poema Gente sola, página 45).

“Tufillo, sudor, una cornisa -granos purulentos- / con el cielo atrás, azul donde las nubes / retozan y gozan haciendo formas incomprensibles, / y lo peor: la duda: cómo fechar la muerte” (poema Beneficio de inventario, página 69).

“Roídos huesos, casa: desconciertos, / invisibles niños, música rancia. / En su rincón, sin fin, hablan los muertos” (poema Así estoy, página 91).

“Mucho querer condena al desamparo. / La soledad contra mí cierra el juguete. / La soledad contra mí cierra las filas. / Batalla tras batalla va perdida” (poema Morada de lo inhabitable, página 122).

“Ya no puedo, no puedo ser feliz / aunque el frondoso día me obedezca. /aunque frutos del verano me ofrezca, / ya no quiero, no quiero ser feliz” (poema We shall overcome, página 128).

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En Nazal no hay espacio para beatos ni santos. Su poesía es profana, tectónica, furibunda, vital, lúdica. Especial relevancia cobra el cuerpo y el placer; el deseo y los fluidos.

“¿Destruiste el convento? / Lo desplomó el virgen mediodía” (poema El de la nariz velluda, página 34).

“Lava ardiente / desde el boquerón del cielo” (poema Tapiz, página 39).

“La bestia atrás, al acecho, taimada, recalcitrante. / El goce del homicida, del golpe / y la sangre consecuente, el sadismo, / el demonio del cuerpo de otro / y la confusión que retorna / a darme el calofrío” (poema Ganémonos (en) este rincón, página 41).

“El bautismo incluyó un baño, al parecer: lodo negro, curtido, me embebe” (poema Ventana: calle París, página 42).

“Cristo se extiende y crece con la turbia tarde (…) Caníbales comieron su carne, envejecieron /su mirada incendiaria. ¿Lo ahogará el tiempo?” (poema Cuasímodo!, página 53).

“Revindico tu pene, mi pene, el del mundo. / Te atraganto con mi semen, el semen del mundo” (poema Mi gana es tu desgana, página 101).

“A la avispa que duda en tu cadera / reverencio, y a la ágil y oscura / araña que entre piernas te entrevera /afán del Aleph, consiento vibradura” (poema Sosiego, página 112).

“¿Emperrado persistir; la misma /piedra, yacentes estatuas -virgen/ fornicación- simulan palomas/ jóvenes al alero del bosque. / Besan el cáliz de las ingles. /Purifico el deseo; mi escarcha” (poema Santidad, página 152).

“Cuando miro el rostro seco / de la muerte abierta y vana, / cuando al día abro la puerta / y el sol entra a mi casa, / cuando añoro tu figura / me acontece una desgana” (poema La mirada de Dios, página 167).

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No hay un antes, durante o después, los poemas de Nazal dialogan como un todo impreciso, como una “constelación”, en palabras de Benjamin, prescindiendo de una linealidad o una progresión que delate “juventud” o “madurez”. Escritura o reescritura, muchos estilos, tonos y formas. Para Francisco Leal: “diferentes lustros le tomaron al poeta para hacer todas las metamorfosis que componen Pastizales del espejismo (…) En la colección trascienden aromas de Garcilaso, del Siglo de Oro español, de Miguel Hernández, la sordidez de Rimbaud, los cuerpos de Cavafis, los transeúntes de Vallejo, la lengua meditativa de Mistral”.

Aunque sin un tiempo que designe al poeta; está el poeta, amigo, consejero, tallerista, lector, que designa su compromiso, la ética, la política.

“Pienso cómo el cómplice historiador futuro / adobará la rancia sopa de la dictadura, / a su cínico amaño. Serviles roedores, / idólatras que inventan actas, crónicas, hechos, / que conforman o ajustan la inercia ritual, / en que reyes, masones, bomberos o industriales / calcan un melodrama, bendecidos por Dios” (poema Leyendo a Mommsen, página 56).

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La figura de Nazal trasmite misterio, incompletitud. Es de aquellos autores que se revelan cuando mueren, y que, como muy pocos, son capaces de renunciar al ego. Al ego, muchas veces infausto, de ver la propia obra promocionada en un lanzamiento, en una librería, en un diario, en redes sociales. Para insistir: un escritor multifacético al margen de cualquier figuración pública, que nunca publicó libros ni apareció en antologías o revistas (salvo algunos prólogos, columnas y entrevistas por aquí y por allá, según los editores) pero que dejó sus textos, manuscritos y mecanografiados, a la posteridad.

Un escritor póstumo, “cadáver ufano”, recién nacido.

Confiemos que en los próximos años y en las próximas publicaciones podamos ir conociendo más de su escritura, de sus múltiples mundos.

 

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Pastizales del espejismo, de Samir Nazal: Ya era hora.

 

Francisco Marín-Naritelli (Talca, Chile, 1986), además de periodista y de magíster en comunicación política (titulado doblemente en la Universidad de Chile) las ejerce también como profesor en la Universidad Andrés Bello y como un prolífico escritor nacional, cuya última publicación es el libro de cuentos Interior con ceniza (Ceibo Ediciones, Santiago, 2018).

Igualmente es el director titular del Diario Cine y Literatura.

 

«Pastizales del espejismo», de Samir Nazal (Editorial Cuarto Propio, 2019)

 

 

Francisco Marín-Naritelli

 

 

Imagen destacada: Fotos de Samir Nazal tomadas por Marcel Gonnet.

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