Los cuentos de «Interior con ceniza»: Un proyecto literario en torno al Santiago de 2018

Los textos del autor están inmersos en un recorrido realista siguiendo los trayectos de la mayor parte de la narrativa chilena contemporánea, pero desde un marco que se acerca más bien a un nuevo realismo, mas fragmentario y parco, con un protagonista joven, cerca de la treintena, que trabaja en una oficina, perdido en una burocracia de papeles, abocado a un informe que espera y a la amenaza de un jefe con despedirlo si no se apura. Siguiendo la línea de Raymond Carver, quien en su llamado “realismo sucio” trabajó las clases baja y media baja de los Estados Unidos de Norteamérica.

Por Eugenia Brito

Publicado el 14.9.2018

El volumen de cuentos de Francisco Marín-Naritelli da cuenta de un proyecto literario que se inserta en el Chile, mejor dicho, en el Santiago capitalino de 2018, invadido por el neoliberalismo y que ha logrado modificar el paisaje urbano desde un postmodernismo centrado en el supermercado y el mall.

Es en esta superficie asfixiada y pobre en la cual los poderes se han levantado conspirativamente para degradar el horizonte político y cultural de los chilenos dejando las grandes ideas de constitución del gobierno, el pensamiento y la cultura convertidas en mercancías que se usan para intercambiar dinero y otros bienes de consumo.

Es en ese lugar en que los cuerpos no son sino huellas que emergen en el territorio, que intentan sobrevivir en un lugar en el que casi no hay lugar, sólo ofertas escasas con habitaciones pobres para economías carentes y huérfanas, con historias que se recortan en la lucha por la diaria sobrevivencia, donde no hay tiempo ni deseo para articular un cuerpo simbólico más atento a una formulación de identidad más amplia capaz de subvertir o resistir los poco favorables pactos culturales, o de abrir un signo de disidencia política en el trabajo de vivir.

El proyecto de los textos de Marín-Naritelli está inmerso en un recorrido realista siguiendo los trayectos de la mayor parte de la narrativa chilena contemporánea, pero desde un marco que se acerca más bien a un nuevo realismo, mas fragmentario y parco, con un protagonista joven, cerca de la treintena, que trabaja en una oficina, perdido en una burocracia de papeles, abocado a un informe que espera y a la amenaza de un jefe con despedirlo si no se apura. Siguiendo la línea de Raymond Carver, quien en su llamado “realismo sucio” trabajó las clases baja y media baja de Estados Unidos, en sus famosos libros:

¿Quieres hacer el favor de callarte? o ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Marín coincide en este libro con Carver el proponer la desesperanza y el tedio, la alienación y la falta de utopía en una sociedad degradada  y pobre.

Es allí donde se insertan su sujeto y su tema: un hombre o una mujer joven que trabaja medio tiempo o tiempo completo, que tiene poco más de 30, que está solo y que habita en una pieza de pensión o en un departamento pequeño. Donde vive, en el desorden y la precariedad, acompañado de una gata y de música rock, donde fuma y bebe cerveza mientras lee y largamente medita sobre su situación sexual.

En este contexto surge Paulina, otra joven sumergida en el mismo ambiente, secretaria de oficina y así se enhebra una historia amorosa, que sirve de pretexto para dar estatuto y realce a la ficción con la sospecha del otro, que en este caso resulta ser el propio jefe cuya billetera y poder seducen a una chica humilde y madre soltera.

En «El arriendo», una pareja se siente encarcelada por la falta de dinero y opciones por lo que  sus vidas terminan siendo un transcurso monótono y aburrido de pequeños disgustos lo que culmina con el segundo embarazo de la mujer y el desencanto masculino.

Vidas mínimas orquestadas por la pulsión sexual y la necesidad de subsistencia, un publicista a medio tiempo y una maquilladora del Parque Arauco, que no son capaces de enfrentar su propia historia, y simplemente son arrasados por sus pulsiones y no son capaces de sobrellevar las órdenes somáticas de sus cuerpos.

El narrador es preciso en la geopolítica de los nombres, la notaría se ubica en Amunátegui, la oficina de publicidad en Providencia, la maquilladora en Parque Arauco, todos viviendo de la precariedad de la exigencia y el consumo santiaguino, sueños que terminan con caras y llantos de bebés y con el cobro de los arriendos. El ojo del narrador sigue por el Servipag, el Transantiago y su carrera furiosa por las arterias de Santiago, en los niños pequeños, agarrados de las madres en las filas de espera, en los guardias siempre dispuestos a tomar con dureza el brazo de los que hacen fila o esperan en Las farmacias, los supermercados o en los centros de pago.

“Todos desaparecemos un poco. Todos nos reventamos un poco acá, allá en la fila del supermercado, en el mall, esperando en las filas del supermercado para pagar y pagar cuentas” (Página 37).

«La fila del supermercado» es una alegoría que ilustra este burguesía pobre y eliminada de la toma de decisiones en todo el ámbito de la vida nacional. Apretujada, rabiosa,  sin demasiado dinero, sometida a las leyes del mercado y al pago de las cuentas con las que los poderosos llenan sus bolsillos y se apoderan de las mentes de los cuerpos cautivos militarmente dispuestos a obedecer.

El gran eje y significante de este texto es el poder biopolítico, cómo se organiza y posesiona de clases, signos, siquis y cuerpos y a ella corresponde esta narrativa que afinca en esta exposición de textos su poder narrativo.

Las mentes se nutren de los restos de una letra que alguna vez ocupó un espacio en el itinerario nacional y que ahora sucumbe como resto a la letra de las canciones, el hip hop o a algún mensaje publicitario que intenta entrar en los bolsillos de quienes lo escuchan.

La ciudad como espectáculo barato, rendido ante la farándula y su aparente liviandad, busca en el sueño erótico un respiro para carnes socavadas y diezmadas por este férreo sistema que evita el diálogo de las clases y así impide el traspaso de sus economías. La larga fila de los supermercados, su estudiada oferta asemeja un poco a la cárcel moderna, todo se oferta a condición de tener dinero.

Finalmente en «Interior de ceniza», una mujer joven, ex matrona, encuentra trabajo en un hospital pobre, en donde atiende a Elisa, una anciana con Alzheimer y  en Manuel, en cierto modo víctima de la Dictadura, su padre era un detenido desaparecido del ’73 a quien el hijo buscaba por calles y comisarías de Santiago. Hasta padecer un desequilibrio nervioso que lo lleva a la pieza blanca donde transcurre su existencia.

Todo eso hasta que Adela encuentra en él la forma de suplir su soledad y su abandono. Los dos se entregan a una erótica que tiene como motor la complicidad del dolor y la pérdida, hasta que un incendio acaba con ellos y con todo el lugar.

Este final incendiario, producto de la escasa mantención del edificio, la falla eléctrica, la falla psíquica, la falla como matriz del asilo, último reducto de aquellos que todo lo han perdido en la nación asilo, casa hospital, matriz desde la que se ve al triste Santiago. Es un final que recuerda el de Humo hacia el sur, de Marta Brunet, en que la protagonista, doña Batilde, incendia el pueblo antes de suicidarse y el de Sumar, de Diamela Eltit, en que los cinco protagonistas de la marcha, Aurora, la tocaya, Casimiro Rojas, Ángela Muñoz Arancibia y El Colombiano, observan cómo se quema La Moneda poco antes de llegar a ella.

Así pues, este incendio real, este incendio metafórico se compenetran, mezclando ficción e historia en la carne de la narrativa y en las articulaciones de la historia de Chile de manera sensible, pero ominosa. Hay una veta incendiaria, caótica  y criminal que subyace en ambas y que sale a la superficie con las llamas del incendio.

 

Eugenia Brito es poeta, ensayista y académica del Departamento de Teoría e Historia de las Artes de la Universidad de Chile. Asimismo, es doctora en literatura chilena e hispanoamericana por la misma Casa de Estudios, master of Arts por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), y licenciada en literatura de la Casa de Bello. Ha escrito Vía pública (Editorial Universitaria, 1984), Filiaciones (Editorial Van, 1986), Emplazamientos (Editorial Cuarto Propio, 1992, y Premio Municipal de Poesía en Santiago y Premio de la Crítica, este último, otorgado por la Universidad de Chile), Dónde vas (Editorial Cuarto Propio, 1998), Extraña permanencia (Editorial Cuarto Propio, 2004), Oficio de vivir (Editorial Cuarto Propio, 2008), y A contrapelo (Editorial Cuadro de Tiza, 2011). Es autora, igualmente, de los siguientes ensayos: Una milla de cruces sobre el pavimento (con Diamela Eltit, Santiago, 1978), Campos minados, literatura post golpe en Chile (Editorial Cuarto Propio, 1990), Sergio Castillo (análisis de sus esculturas) (Editorial Universitaria, 1998) y Ficciones de muro (lecturas de Brunet, Donoso, Eltit) (Editorial Cuarto Propio, 2013). Recibió la Beca Guggenheim en 1989.

 

 

El escritor, académico y periodista Francisco Marín-Naritelli, director del Diario «Cine y Literatura»

 

 

El volumen de cuentos que ya se encuentra disponible en las librerías del país (Ceibo Ediciones, Santiago de Chile, 2018)

 

 

 

Crédito de la imagen destacada: Óleo «Interior con armario», del artista plástico español Cristóbal Toral