Novelista Montserrat Martorell: «Cuando una escribe tiene que saltar ciertas barreras y quemar el moralismo»

Durante esta semana cuando se encuentra en la ciudad de Casablanca, el principal puerto de Marruecos –junto a otras narradoras chilenas– a fin de presentar la traducción al árabe de su obra «Antes del después», la también periodista dialogó con el Diario «Cine y Literatura» en torno a sus impresiones sobre el estallido social que vive el país, acerca de la esencia estética de sus creaciones, y de los pasos que continúan para ella, luego de la internacionalización de su incipiente carrera artística.

Por Ernesto González Barnert

Publicado el 11.2.2020

Montserrat Martorell Colón (Buenos Aires, 1988) es una figura relevante de la escena en este último tiempo, tanto como escritora, gestora cultural, académica y profesora de literatura creativa. Una comunicadora, asimismo, que ha logrado amplificar desde el PeriodistaTV, con el programa «Esta boca es mía», la recepción crítica y el pulso literario actual, además de ponerle el sayo a la contingencia política, con entrevistas atingentes al mundo creativo e intelectual del país, de personajes figuras que nos visitan a fin de entender la situación del país mientras los medios tradicionales callan y ocultan.

Martorell también es parte de «Auch!», colectivo que aboga por mejorar las practicas literarias hacia la mujer, y la no invisibilización de su trabajo, entre otras causas, recién consolidado en 2019. Por otra parte, sus novelas publicadas a la fecha —La última ceniza (2016) y Antes del después (2018)— han dado con un retrato sicológico de Chile a través de sus personajes femeninos y masculinos, brutal y doloroso, de heridas abiertas, no cerradas, que pasma en su crudeza y emocionalidad.

Próxima a publicar su tercera novela, aprovechamos este momento de tensa calma de un verano convulso, para conversar del status quo, su de escritura, lecturas y de la internacionalización de su carrera literaria.

En efecto, el viernes 7 de febrero, y durante la jornada de inauguración de la 26º versión de la Feria del Libro de Casablanca en Marruecos, se realizó un conversatorio en el cual se presentaron las novelas traducidas al árabe de cuatro escritoras chilenas, incluyendo a Montserrat: obras de June García, de Valentina Vlanco y de Patricia Cerda.

El panel incluyó a reconocidas académicas marroquíes, quienes estuvieron a cargo de presentar las obras de las chilenas y de revisar las temáticas de cada uno de los textos, Lulú quiere ser presidenta, de June García y de Josefa Araos; Antes del después, de Martorell (Lom Ediciones); Pieza amoblada, de Valentina Vlanco, y Mestiza, de Patricia Cerda, en una delegación de narradoras nacionales que además estuvo integrada por la escritora Lenka Carvallo.

 

–¿A propósito del estallido social chileno, cómo lo ves desde tu perspectiva de escritora, periodista y académica?

—Hay olas que terminan siendo un galope y ese galope puede ser muy violento. A veces la violencia te lleva a escribir (y sobrevivir) sobre heridas que son de mármol, sobre heridas heredadas de la dictadura, sobre heridas heredadas de la democracia y la transición; acerca de heridas que se bautizan sobre un modelo que nos modela la grieta, encima de un modelo que nos modela un laberinto dibujado arriba y abajo y arriba y abajo. Resistencia con mayúscula. Resistencia en las calles. Resistencia en las asambleas. Resistencia al miedo. Resistencia a la rabia. Resistencia a la injusticia.

Octubre nos hizo temblar. Octubre nos devolvió la esperanza, pero también la incertidumbre que parece tejida a través de capas de realidades que no vemos, que están a veces lejos, que están a veces cerca. El futuro está en blanco. Marzo y abril van a ser decisivos.

 

–¿Qué significa para ti en lo personal la poesía?, ¿cómo dialoga la poeta con la novelista?

—Siempre está ahí. Metiéndose, envolviéndose, mordiéndome la lengua. Yo empecé escribiendo poesía a los cinco años y nunca más dejé de hacerlo.

A mí me interesa que la poesía esté siempre rodeándome: cuando escribo, cuando leo, cuando sueño, cuando converso en voz alta y en voz baja, cuando me quedo en silencio.

 

–¿Qué poema, frase o verso llevas como un mantra?

—El poema “Pandémica y celeste” de Jaime Gil de Biedma. Me vuela la cabeza, me emociona. Es el deseo más puro, el amor más auténtico. Es la realidad encarnada en un cuerpo. Es la realidad puesta boca arriba.

Aquí un pedacito: «Sobre su piel borrosa, /cuando pasen más años y al final estemos, /quiero aplastar los labios invocando /la imagen de su cuerpo /y de todos los cuerpos que una vez amé /aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo. /Para pedir la fuerza de poder vivir /sin belleza, sin fuerza y sin deseo, /mientras seguimos juntos /hasta morir en paz, los dos, /como dicen que mueren los que han amado mucho».

 

–¿Qué poema tuyo te gustaría leer en una sala de clases?

—Hay uno que escribí hace poco y que me mola, como dicen mis amigos españoles: «Dijiste amén, pero no te hiciste cargo de los ríos. /Dijiste patria, pero no te hiciste cargo de mi útero. /Dijiste pausa, pero no te hiciste cargo de esos pies que a veces, tantas veces, fueron dos moluscos quemados. /Dijiste espacio. Dijiste tiempo. Dijiste fronteras y mi lengua se abrió como se abren las lenguas, sus lenguas, debajo de tu boca, sobre tu espalda. /Ayer eras una voz. Ayer eras encías. Ayer eras un árbol y un pájaro ardiendo y una roca pegada y una ceniza muerta que trepó sobre mi clítoris haciendo caparazones de hormiga».

 

–¿Cuál crees tú es el aporte de la literatura o de la poesía en la educación en estos días?

—Absoluto y necesario. En la literatura hay muchas preguntas y muchas respuestas. Yo lo vivo así. Como un viaje, una búsqueda incesante, fatigosa e infinita. Creo que uno se educa en las dudas y en los cuestionamientos. Aprender a leer es aprender a dudar.

 

—¿Qué le dice la académico a la escritora y viceversa?

—La académica le pone palabras a las cosas y se eleva y se baja según corresponda. La escritora vuela, ignora, se ahoga en los márgenes, la atraviesan las palabras.

 

–¿Un libro, álbum de música u obra de teatro o pictórica que te haya marcado este 2019-20?

Este año leí desquiciadamente. Incluso cuando ya no quería seguir leyendo. Partes mías se sintieron muy cómodas con El año del pensamiento mágico de Joan Didion y La belleza del marido de Anne Carson. Fue bonito descubrir a Jhumpa Lahiri y Ottessa Moshfegh. La música me acompaña siempre, todo el tiempo. Soy una adicta a mi lista de Spotify. Según los registros, las canciones que más escuché en 2019 fueron “Sol de invierno”, de Javiera Mena, “Entre dos aguas”, de Paco de Lucía, “Jealous Guy», de John Lennon y «Las Meninas», de Mecánica Popular.

Trato de ir mucho al teatro, de hecho, este año hice un taller de dramaturgia y escribí mi primera obra. Hace unos meses, en Madrid, vi El último viaje de Charlie Levi Leroy. Me acuerdo de que en un momento del monólogo el personaje confesaba: “tenía treinta años, edad en la que uno no sabe si viene o va”. ¡Clarividencia total!

 

–¿Cuáles son tus diez libros favoritos?

—¡Qué difícil! ¡Son tantos! Haremos el intento: La mujer rota, El segundo sexo y Memorias de una joven formal de Simone de Beauvoir, Madame Bovary de Flaubert, Papá Goriot de Balzac, Rojo y negro de Stendhal, Una habitación propia de Virginia Woolf, las obras completas de Alfonsina Storni, Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik. Bonus track: María Luisa Bombal. Igual me quedo corta. Podría seguir nombrando.

 

–¿Cuál es el peor error que puede cometer una escritora?

—Tener pudor. Yo soy de la idea de que cuando una escribe tiene que saltar ciertas barreras, tiene que quemar el moralismo, tiene que dejar de pensar en lo que pueden decir los demás sobre lo que una está narrando.

 

—¿Qué medida concreta –políticamente hablando– crees que ayudaría a destrabar la crisis que vive el país, y aliviaría el malestar de la gente?

—Estamos en una crisis donde intentamos poner nombres y cuando los ponemos, esos nombres se cambian por otros sucesos y relieves. Por ahora, lo más inmediato, es que votemos para que exista una nueva constitución que deje en el pasado a aquella que tiene el sello de una dictadura.

 

—¿Cómo ves el ejercicio del periodismo hoy en Chile?

—Como un trabajo que exige responsabilidad y excelencia. Creo que el estallido le mostró a la ciudadanía la importancia que tiene este oficio, esta profesión. Para mí eso siempre ha estado claro, pero estoy convencida de que en momentos de crisis su ejercicio se vuelve aún más protagónico. La libertad de expresión es la piedra angular de cualquier democracia. Y por eso es fundamental apoyar a los medios de comunicación independientes.

 

—¿Qué preparas literariamente para este 2020?

—Terminé hace un par de semanas mi tercera novela, una historia donde voy rozando la muerte, el alcoholismo, el abuso sexual, la infertilidad y el perdón. La trama gira en torno a un secreto del protagonista que no se revelará hasta el final.

 

También puedes leer:

Antes del después, de Montserrat Martorell: Replantar el árbol.

 

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Ernesto González Barnert (nació el 30 de agosto de 1978, en Temuco, Chile). Ha obtenido por su obra poética el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2018, el Premio Consejo Nacional del Libro a Mejor Obra Inédita 2014, el Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, entre otros, además de varias menciones y becas.

Entre sus últimos libros está Equipaje ligero (HD, Argentina, 2017), la reedición de Trabajos de luz sobre el agua (HD, Argentina, 2017), Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo (Mago, Chile, 2018), la reedición de Playlist en EE.UU. (Floricanto Press, 2019) y en Chile (Plazadeletras, bilingüe, 2019), además de la antología Ningún hombre es una isla (BuenosAiresPoetry, Argentina, 2019). Es cineasta y productor cultural del Espacio Estravagario de la Fundación Pablo Neruda. Actualmente reside en Santiago.

 

Ernesto González Barnert

 

«Antes del después» (Lom, 2018)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Montserrat Martorell.