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«Playlist»: La música de los tiempos astrales

Veo a este libro de Ernesto González Barnert -y el cual traduje hacia el inglés- escrito en clave sonora, al modo de un hermano de los textos que amo, como el «ABC» del poeta polaco Czeslaw Milosz o el «Léxico de afinidades» de la mexicana Ida Vitale, obras preocupadas por dar un orden a la experiencia personal utilizando formatos que son universales.

Por Jessica Sequeira

Publicado el 4.10.2019

Hoy tengo el honor de hablar como traductora de este libro, que ha salido en una hermosa edición bilingüe con un “Lado A” y un “Lado B” de Plazadeletras, una editorial dirigida por uno de los editores suicidas que Bolaño describe, los que ponen un cuidado y atención fuera de lo común en leer y releer el texto, hacer correcciones, seleccionar la tipografía, encontrar el papel y la tapa ideales, y diseñar la portada con meticulosidad y un amor por el libro, un proceso de muchas horas en nombre de la poesía y como extensión de lo mismo.

Ya que creo que soy uno de los lectores más cercanos a este texto, después de vivir dentro de él durante horas y días y semanas astrales, como diría Van Morrison, espero poder llamar la atención a algunos puntos. Playlist es un libro que se puede leer en varios niveles. Aparecen referencias musicales en cada poema como guiños al lector melómano. Uno puede leer disfrutando e identificando las canciones mencionadas, descubriendo nuevas canciones, recordando las antiguas que se escucharon en la radio una vez y ahora disparan un recuerdo. O uno puede leer las canciones como piedras de toque para acceder a emociones mucho más profundas, de uno mismo o de este poeta que traza una trayectoria íntima y generacional.

Memoria: estas canciones hablan de diferentes momentos anímicos, muchos de ellos en el contexto del espacio “entremedio” de la adolescencia y la edad adulta temprana. Ernesto pone mucho de sí mismo y de su propia voz, su “yo”, en el libro, y este también es un libro que habla de otros como él, a aquellos que conocen las canciones y recuerdan sus propios momentos con estas pistas. Los de su generación, de su Temuco y Santiago, tal vez compartirán las experiencias más cercanas con él, viéndose a sí mismos en el mundo de sus páginas, definido por referencias culturales.

Pero debido a la naturaleza muy pop del libro, Playlist también va más allá de sus referentes locales. De hecho, las canciones son principalmente inglesas o norteamericanas, y lo internacional de la selección da la bienvenida a un lector de habla inglesa en lugar de mantenerla fuera. A veces, de hecho, al leer estas páginas impresas durante el proceso de corrección, un poco mareada por leer los poemas tantas veces, experimentaba una especie de duplicación de visión y leía la versión en inglés como si fuera el original, y la traducción el español. Por supuesto que fue una ilusión, pero uno posible gracias a los atributos del texto.

Playlist trasciende fronteras, a pesar de sus referencias chilenas, y notable porque, tomando las referencias de canciones muy populares, algunas muy comerciales, otras no tanto pero aún conocidas por la radio o la discoteca, Ernesto forja lo sentimental en el mejor sentido, la creación de experiencias individuales pequeñas y lustrosas. Estas canciones populares ya no son productos comerciales que dan a la alienación, sino parte de nuestras vidas, formando un telón de fondo, una parte integral de nuestros recuerdos. Al mismo tiempo, el “yo” de Ernesto nunca es tan individual que el libro sea solo sobre él; hay cierta abstracción de lo personal. Creo que esto funciona porque el tono de Ernesto no es confesional, sino el de una especie de Quijote, solitario por inclinación, noble y escéptico, pero aún así un creyente en el amor, todavía ahí en la pista de baile.

Las canciones que aparecen en cada poema son para él no tanto las magdalenas proustianas que desencadenan recuerdos involuntarios del pasado, sino más bien una especie de atajo, un significante. Una canción pop expresa emociones abiertamente, habla sinceramente, sin pelos en la lengua. Y así, al mencionar una canción de Nick Cave o Pappo o Los Prisioneros o David Bowie, comenzamos inmediatamente desde las emociones de la canción, directamente a la vena. A partir de ahí, el breve poema puede ser juguetón, captando la misma emoción que la canción o subvirtiéndola de alguna manera.

Corrigiendo la traducción con Iván, revisamos el texto minuciosamente, línea por línea, estandarizando las versiones en inglés y español. Nos centramos en todo, desde apóstrofes y comillas hasta la capitalización de títulos y el uso de comas. En el proceso, Iván comentó mi traducción y, gracias a sus consejos, modifiqué o adapté algunas de mis elecciones originales. Fue una de mis mejores experiencias de trabajar con un editor, literalmente sentado por mi lado en la mesa de un apartamento en Ñuñoa, con Ernesto acompañándonos para dilucidar lo que quería decir, y una botella de vino esperando a los tres en la mesa para el final de la sesión.

Durante este largo proceso de traducción y corrección posterior, noté el uso frecuente de Ernesto de la forma subjuntiva, el tiempo verbal que se usa para situaciones especulativas. Estos poemas pueden parecer realistas en la superficie, pero con frecuencia se separan de la mera descripción y entran en un territorio de fantasía, un paisaje de “qué pasaría si”. Las referencias a la música pop crean un maravilloso espacio de seguridad y un lugar para experimentar con la imaginación.

Otro lindo atributo de Playlist. Se encarga de resguardar las cosas que a menudo descartamos. Estos pueden ser materiales, anotaciones en trozos de papel, notas escritas a mano, títulos garabateados con un marcador, páginas de una libreta de liceo. O pueden ser lingüísticos, fragmentos de conversación, el tipo de comentario descartable que gira en la cabeza días o años después de que alguien te lo diga. Admiro esta tierna atención hacia este tipo de material, y creo que esta es uno de los rasgos que marca la poesía de Ernesto, en un entorno donde muchos se preocupan de escribir sobre las “grandes preguntas”.

Ernesto se dedica a salvaguardar esos pequeños momentos que quizás no sean trascendentes, pero que al final pican la memoria más que las abstracciones. Las palabras gigantes como “amor” o “angustia” o “tristeza” o “alegría” se usan en exceso, y solo comenzamos a creerlas cuando adquieren particularidad, como lo hacen en este libro, con la mención de pequeños paquetes de avellanas o ropa colgada en la línea o el pelo recogido en un pañuelo de una mujer o la leche en caldera doble que calienta una madre. Al igual que la mención de canciones, estas referencias nos transportan a un estado anímico específico, un amor por los ritmos tranquilos de lo cotidiano. Hay una especie de anhelo por el pasado en el libro, en su amor por los formatos retro como el cassette, en su preferencia por las canciones de la juventud de los años 80 y 90, en sus recuerdos de amigos y pololas, y en su arco narrativo hacia su madre al final.

Me gustaría concluir y decir que veo a este libro escrito en clave musical como una hermana de los libros que amo, como el libro ABC del poeta polaco Czeslaw Milosz o el Léxico de afinidades de la poeta mexicana Ida Vitale, libros preocupados por dar un orden a la experiencia personal utilizando formatos que son universales. De una manera parecida hay una luminosidad en estos poemas de Ernesto sin pirotecnia lingüística o estridencia de tono, poemas de aceptación y de celebración.

 

También puedes leer:

Playlist, de Ernesto González Barnert: Las canciones del silencio.

Poemario Playlist: Pájaros azules que danzan.

 

Jessica Sequeira (California, Estados Unidos, 1989). Actualmente vive en Santiago de Chile. Sus obras incluyen la colección de cuentos Rhombus and Oval y la colección de ensayos Other Paradises: Poetic Approaches to Thinking in a Technological Age. Ha traducido a Liliana Colanzi, Sara Gallardo, Hilda Mundy y Winétt de Rokha, entre otros.

 

«Playlist», de Ernesto González Barnert (Plazadeletras, 2019)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Plazadeletras.

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