La próxima novela del escritor nacional Nicolás Poblete Pardo —a publicarse durante el venidero mes de junio por el sello editorial Cuarto Propio— corresponde a un texto de gran estética literaria y dramática, y el cual se encuentra inspirado en la red de tráfico de guaguas, robadas a madres solteras pobres, durante el régimen cívico y militar chileno (1973 – 1990).
Por Cherie Zalaquett Aquea
Publicado el 2.5.2025
La casa de las arañas, de Nicolás Poblete Pardo (1971), es una novela de factura literaria magistral sobre la red de tráfico de guaguas, robadas a madres solteras pobres, durante la dictadura.
La trama aborda el desencuentro entre Severina, la madre, despojada de su identidad materna y Felisa, una investigadora académica, determinada por la búsqueda de sus propios orígenes filiales para construir su identidad.
En órbitas paralelas, las protagonistas enuncian la cotidianeidad de sus vidas afectadas por una traumática separación y van creando un «plano detalle» (Arfuch), entre espacio, tiempo y afecto, que despliega la interioridad de los personajes como la materialidad misma de sus cuerpos con deseos y pulsiones.
Con todo, el riguroso método investigativo para reconstruir los años 70 y 90, aproxima esta obra a las disciplinas: historia del tiempo presente e historia del pasado reciente, pero también es una forma de justicia para las víctimas reales de este crimen horrendo.
Ese tipo de hombres cuya sexualidad es incluso evidente en su cuello (fragmento)
1974, San José de Maipo.
Eso es lo que tiene un hombre ahí, ¿sabes? Y eso ni siquiera depende de ellos, porque eso… los comanda a ellos. No es como nosotras, hija. Nosotras somos distintas, somos más buenas, de chicas lo somos, también de alma, después uno puede cambiar o la misma vida, quiero decir, los hombres, te cagan, te… degradan.
¿Sabes por qué? Porque solo hay un hombre, uno solo en este mundo, en realidad no está en este mundo y tampoco es un hombre-hombre, pero, curiosamente, es todo eso al mismo tiempo. Y solo Él, ese hombre, ese ser, es una… entidad, sí. Solo Él comanda su vida y no es comandado por esto, por ese órgano de destrucción.
Tu papá eligió lo que eligió. Claro que fue una elección, porque uno tiene que saber dónde está parado en este mundo, en el sentido de cuáles son tus convicciones, tus valores. A mí me echaron y por eso tú también caíste, pero no me arrepiento, quiero decir, no me quejo porque quién quiere estar rodeada de comunistas, eso nunca.
Y claro que él sabe en lo que anda, porque por algo persiguen a la gente que persiguen, y si tú sabes cómo son, ¿para qué te metes con ellos? Con ese tipo, anda a saber qué esconden ahí. Armas, es lo que escuché, pero de mi boca no ha salido nada de eso, nunca. Y esa vieja con sus vinos calientes, cómo se llaman, en esas peñas a las que tu papá le gustaba ir. Según él, es solo porque les reparte las bebidas y los panes, pero yo no soy tonta.
Oye, yo soy bonita, eso lo sé y todos lo saben, todos me lo dicen, pero aquí estoy, contigo, al lado tuyo, mientras que él, claro, el churro llegado del norte, con esa risa y ese modo galán. Claro que uno cae… con esos ojos. Pero también su olor a cigarro, a ropa pasada a humo viejo; cigarros y también de asados y hogueras. Esas peñas… y algo capilar, como una loción amarga, entonces no…
Una serpiente, hombre-serpiente, porque algo libidinoso también en esa garganta, mientras tragaba. Mario Celestino Bórquez. Mario Celestino. Mario. Celestino. Tu papá. Sé identificarlos; ese tipo de hombres cuya sexualidad es incluso evidente en su cuello.
Al final, me hicieron un favor, claro que el favor fue para todos. Imagínate ver, o sea, sentir que cuando te echan, es como un regalo. Ahora lo tengo claro. Para mí siempre ha sido así, porque mi intuición me acompaña. Yo no estaba contenta ahí… añoro otros tiempos, este tampoco me gusta…
Pero anda a saber tú, si ya la vida de uno es una prueba para uno, pequeña, porque es una sola vida, imagínate lo que es una prueba para un país entero, que Él decida poner a prueba a un país completo, como en otras ocasiones ha hecho con algunos pueblos.
Ahí nadie puede… no queda otra que aceptar la prueba, aunque la vida se nos vaya en ello. Uno no tiene la capacidad para comprender y ver tanto en el futuro, pero Él sí puede ver el horizonte, puede ver todo el futuro que le queda al planeta. O sea, el futuro es de Él, Él lo crea y lo diseña, entonces no es de extrañar que uno no sepa cómo va a venir la mano.
Pero mira que la Junta de Gobierno ya emitió su ‘Declaración de Principios’ y nosotros, que somos parte del mundo en vías de desarrollo, sabemos que ya no es posible seguir el ejemplo del marxismo-leninismo, porque anula a la persona humana, y, mal que mal, nuestra tradición es cristiana e hispánica.
Aquí hace falta un Opus Dei. ¿Sabes lo que significa? Obra de Dios, así te lo digo. Es parecido, porque quizá lo más importante de la declaración, y todos lo debemos saber, es que, en la familia, la mujer se realza en toda la grandeza de su misión, que la convierte en la roca espiritual de la Patria.
Cómo no estar de acuerdo con este principio, cómo no aprendérselo de memoria, si es casi un poema que uno memoriza y luego te sirve en un momento de angustia, te sirve para recuperarte y hallar fuerzas. Es inspiración.
Por eso, si rompes este pacto, si decides, porque es una decisión; si eliges irte por el camino malo, tú mismo te estás cavando tu propia tumba, tú mismo estás llamando a la desgracia, ¿verdad? Sí, Felisa, hija mía, sí que me hicieron un favor…
¿Ves que no hay de qué preocuparse? Ya te dije que llorar es… no es lo que Él quiere de nosotras. Al contrario, lo que necesitamos es valentía, pero no arrogancia, sino sumisión. Es una tranquilidad, porque es lo único que podemos hacer y para lo que no se necesita hacer ningún esfuerzo, aunque no entendamos eso en toda nuestra vida.
Al final, uno deduce que todo el esfuerzo es en vano, pero no me malinterpretes. Cuesta realizarlo, pero no tendría que costar si supiéramos, si obedeciéramos desde un principio, como fue estipulado. Lo que pasa es que ahora debemos pagar por esa arrogancia que te digo. Todos estamos pagando, como país entero, porque nunca se debió intentar torcerle la mano a Él.
Yo vi, en ese mismo colegio, cómo querían sacarlo, y te lo digo, sacarlo hasta de las mallas de estudio: sacar el ramo de religión. ¿Cómo se puede aguantar algo así? Él no lo iba a tolerar, y si ese es el castigo, porque no me digas que quien siga esas órdenes no merece un castigo, pues así es no más.
¿Me entiendes cuando te digo que me hicieron un favor? Uno después lo comprende. Es verdad que en ese colegio te aguantaron, de chica, pero ¿qué madre quiere esa educación contaminada para un hijo, una mierda chica que está recién entrando al mundo y que no aceptan que aprenda de religión? El favor que te digo fue para muchos. Por algo cerraron ese colegio hereje que se creía superior al mensaje de Él. El castigo fue un golpe, así tal cual como la palabra lo indica.
Un golpe para toda la ciudadanía. No es novedad que pagan justos por pecadores, como el cordero, que no tiene ninguna culpa de su condición, de ser un cordero, pero, ojo, que también hay lobos con piel de oveja, entonces no es nada de fácil, nunca es fácil, si no, no estaríamos en esta tierra para aprender, nunca se sabe, así como así, y uno tiene que prepararse toda una vida para diferenciar entre los lobos solos, los lobos con piel de oveja, y los corderos inocentes que también caen.
Tú tienes suerte, hija, porque te salvaste de eso. Por algo cerraron el colegio y si no tenemos plata, pues mejor. ¿Quién quiere plata demoníaca? Tengo la tranquilidad de haber sido una profesional buena, una funcionaria eficiente, y así me las arreglé, sin tener que pedirle plata a esa serpiente, a ese miembro-serpiente que es cualquier hombre, pero que, en el caso de tu papá, es más que ninguna otra serpiente disfrazada.
Lo vi esa vez, en ese restorán, cuando se abrió la puerta y él se asomó: su cara. Me saludó, como tímido, pero era solo la máscara del tímido, porque vi la forma en que tragó saliva; vi su manzana de Adán subiendo y bajando en ese cuello del Mario Celestino. La nuez de hueso alerta, como anticipando… ¿qué? ¿Una prueba? ¿Sabes tú algo de esto, cabra? ¿Sabes lo que es un festín? Tengo miedo, pero eso no corresponde.
Te digo, ahí partió todo, con tu padre, ese enviado del… pecado. La guagua que te hace una serpiente: tú eres el resultado. Pero cómo no voy a quererte, hija linda. Por supuesto que te amo con toda mi alma, porque, aunque seas eso, un producto, igualmente, sin la autorización de Él, no estarías aquí.
Y ahora es Él quien me pide lo que corresponde. Imagínalo si puedes: si Él le pidió esto a Abraham, que sacrificara a su propio hijo, sí, creo que fue a él a quien le pidió la guagua, o a Sara, uno de esos dos fue. No importa, lo importante es que ellos fueron sometidos a la prueba más difícil, pero, ¿cómo negarse?
Claro que se siente miedo, pero eso es humano, mientras que el sacrificio es celestial. La prueba estaba en esa cara de tu padre; esas chuletas bajo sus orejas y cubriendo parte de su rostro.
Ese vello facial: impudicia, erotismo. Como si con esas camisas blancas pudiera blanquearse, o sea, limpiarse del pecado que todo hombre es, desde que el hombre es hombre. Nace así, mal.
Ahora duérmete hija, que me voy a preparar y te voy a despertar yo cuando sea el momento.
***
Cherie Zalaquett Aquea es periodista y escritora, autora, entre otros volúmenes de Sobrevivir a un fusilamiento. Ocho historias reales (2005).
Tiene una larga trayectoria profesional como redactora en Revista del Domingo de El Mercurio, diario La Segunda, revista Caras y revista Sábado de El Mercurio.
Ha sido profesora de la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

«La casa de las arañas», de Nicolás Poblete Pardo (Editorial Cuarto Propio, 2025)
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Cherie Zalaquett Aquea
Imagen destacada: Nicolás Poblete Pardo.