«Quién te cantará»: Cinco mujeres que buscan su propia voz

El seductor crédito del realizador español Carlos Vermut es una obra audiovisual que a causa de su calidad cinematográfica, entronca a su director con los tópicos dramáticos abordados por la filmografía de su compatriota Pedro Almodóvar.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 13.10.2020

«Who’s bad?».
Mickael Jackson

Vermut nos ofrece una película excepcional que evoca grandes obras de directores míticos como Masumura, Bergman, Hitchcock, o Almodóvar. Quien te cantará es un retrato de cinco mujeres perdidas —una de ellas sin ser vista— cuyas vidas se interrelacionan gracias a la música.

Mujeres madres o que actúan como tales y mujeres hijas. Mujeres enredadas que buscan deshacer ese cordón umbilical psicológico que las asfixia —en ambos sentidos— para expresar su propia individualidad, su propia voz.

Mujeres solas a pesar de tener compañía, mujeres sumidas en el dolor de la frustración ya sea de una vida recorrida que no las satisface o de una vida por delante que no se atreven a iniciar. Y entre ellas Lila y Violeta —interpretadas brillantemente por Najwa Nimri y Eva Llorach— mujeres de sentimientos confrontados que son el centro de esta historia y que eligen “liberarse” a través de la maldad reprimida.

Y la inmensidad del mar también como protagonista, la inmensidad del mar que tiene en su amplio horizonte la imagen de las infinitas posibilidades más allá del miedo a salir del propio encierro. Y el latido del mar como un ritmo musical eterno que atrae y recuerda el ambiente uterino: la ambivalente madre que protege y que limita. Y así mismo la ambivalencia del mar como generador y ahogador de vidas…

En la inmensidad marina mediterránea de la costa gaditana se desarrolla este excelente e inquietante filme que analizo a continuación, análisis que inevitablemente contiene spoilers.

 

Ellas

La famosa cantautora Lila Cassen intenta suicidarse en la orilla de su playa privada. Al despertar nada recuerda de sí misma y aunque es capaz de identificar en una fotografía a la diva Lila no puede reconocer que es ella misma la retratada. Carlos Vermut nos lo muestra elegantemente con el contraste de la fotografía en luz que ella observa frente al posterior reflejo del negro espejo de la tablet apagada en el que podemos ver su desconcierto.

Lila está totalmente perdida, la vemos regresando al hogar no reconocido con mirada de asombro. Es Blanca —la mujer que siempre ha estado a su lado y tanto ha contribuido a su exitosa carrera— la que con paciencia y cuidados casi maternales le ayuda en su día a día.

Y le explica que se “desmayó”(Blanca la salvó reanimándola y no quiere que sepa la verdad) tras saber que volvería a actuar en los escenarios. La diva ha estado inactiva desde que murió su madre al poco de editar su último álbum. Han sido diez años de solitario encierro y ahora tiene que actuar para poder seguir manteniendo su tren de vida.

Tiene que volver a ser ella y con ese fin ve vídeos suyos y busca información en internet. Y localiza a Violeta, una mujer que trabaja en un bar karaoke y que la imita a la perfección. Es significativo como Lila fija en el vídeo la imagen de la mirada de su imitadora y la observa, Vermut enfatiza su potente mirar enfrentado.

Y se nos muestra la vida gris de esa mujer en contraste con la aparente vida multicolor de Lila, la imagen de la imitadora en el balcón de su humilde vivienda mirando el mar en un día nublado versus las imágenes de la diva en su gran terraza sobre el mar en días soleados. Porque Violeta no es feliz, la vemos andar cabizbaja por las calles y sentarse sola ensimismada en un bar antes de volver a su casa.

Y se hace evidente lo que le cuesta entrar allí sabiendo que la espera su joven hija Marta. La chica no trabaja ni colabora en nada, malgasta su tiempo y el dinero que su madre gana con esfuerzo. Y es extremadamente violenta, en sus arrebatos lo rompe todo y la maltrata verbalmente.

Violeta se siente impotente ante esa violencia y cede siempre a sus deseos cuando cuchillo en mano amenaza con rajarse el cuello. Cede porque es madre y siente la angustia de madre ante la violencia hacia a su hija aunque sea auto-infligida.

 

Eva Llorach en «Quién te cantará»

 

Vidas inversas

Violeta acepta enseñar a Lila a volver a ser ella, la imitadora va a compartir muchos momentos con esa mujer admirada. Y su admiración va a tornarse en una amistad de atracción mutua, Violeta descubrirá la humanidad de Lila y el valor propio en el sincero interés de la diva. Porque especialmente es Lila quien mira y busca el mirar de Violeta.

Es bella la escena en la cual las vemos juntas ensayando movimientos de baile mientras suena la canción que da título al filme: “Qué fácil olvidar, qué difícil será para los dos. ¿Quién te cantará con esta guitarra? ¿Quién te hará el amor?”.

En el conocimiento mutuo, Violeta explica que quería ser cantante pero lo dejó al ser madre. Y cuando fue madre empezó a ser fan de Lila, cambió su voz por la de ella. Afirma que el día que nació Marta fue el más feliz de su vida y queda claro que lo fue por proyectarse en una mujer con voz propia reconocida. «Única» es cómo define Blanca a la diva y Única es el simbólico nombre del karaoke en el que trabaja y canta Violeta.

Pero conforme se acerca el día de su vuelta a los escenarios, Lila siente el miedo escénico y confiesa a Violeta lo que a nadie —ni a Blanca— ha explicado. Lo hace tras prescindir de esa mujer que ha gobernado su vida durante tantos años. Lila se desnuda anímicamente ante Violeta, le explica que su madre era cantautora pero no tuvo suerte y se refugió en las drogas. Y que ella empezó a cantar siendo niña por su madre y vinieron los premios y la fama.

Todas sus canciones eran de la madre pero ella nunca lo hizo público por la rabia de la drogadicción materna que marcó su infancia. Por eso la diva lo dejó todo tras su muerte por sobredosis. Muerte que Lila facilitó cuando la mujer recayó en la adicción, la salvó en su día al ingresarla en un centro especializado y decidió esta vez regalarle mucha heroína por su aniversario. Un regalo envenenado el suyo.

Lila se confiesa a Violeta al poco de que esta haya permitido que Marta se raje el cuello tras una rabieta. Marta quería beneficiarse de la relación de ambas cantantes, quería vender la historia a los medios del corazón. Y eso ya era intolerable para la madre, así que llegado el momento cambió su habitual ceder por un “hazlo”.

Dos inductoras de asesinatos de vidas inversas. Lila se apodera de la voz de su madre mientras que Violeta entierra su voz al ser madre. Ambas ligadas de por vida, una a la madre y otra a la hija. Dos cordones umbilicales psicológicos que las asfixian y les impiden ser ellas mismas.

Y ambas resuelven la ecuación guillotinando sus respectivos cordones. Violeta —que se nos presenta como la más consciente de lo que ocurre— parece que intuía esa extraña conexión mucho antes de conocer a Lila, a la imitadora siempre le encantó su canción “El vuelo invertido”.

 

Muertas

Lila nunca perdonó a su madre, nunca pudo ni supo perdonar a la mujer perdida drogada que tantos vacíos y angustias crearon en ella. Lila ayudó a su madre a salir de la droga pero la castigó al anonimato y la mantuvo a distancia con el dinero que ganó —en gran parte— gracias a ella. Era la madre la única no Lisa. Y entiendo que ese no perdón, ese no abrazo de sangre la ha mantenido atada incluso tras su muerte.

En realidad Lila mató a su madre mucho antes y no fue consciente de que esa matar le afectaba a ella más que a nadie. Ese robo secreto, esa ocultación la convirtió en sombra de la madre en vez de luz propia. No era su voz, era la de la madre silenciada. Probablemente en el difícil abrazo ambas hubieran podido brillar con luz propia pero Lila llevada por su rabia abortó esa opción potencialmente redentora.

Y Violeta se traicionó a sí misma al abandonar su voz por ser madre. Y ese abandono entiendo que nubló su vida, por muy bueno que pudiera ser el entregarse a la maternidad nunca compensó lo perdido. Así puede entenderse que en algo o mucho ese hecho marcara su relación con la Marta niña que creció con una madre insatisfecha y algo “cobarde”.

Esa cobardía parece anidar en la impotente Violeta cuando se enfrenta a su violenta hija. Nunca es responsabilidad de uno solo o una sola los desencuentros humanos. Es injustificable la violencia de Marta pero también lo es —a mi entender— el abandono de Violeta. La madre murió un poco al dar vida a su hija, Violeta se convirtió en una mujer desganada y perdida.

En este sentido es significativa la potente escena en la que las vemos conversar en una noche de playa a la luz de los stops de los coches allí aparcados. Una escena onírica en la que hablan en plena fiesta juvenil de los amigos de Marta. La hija implora contundencia y límites a la abnegada madre que perdona en demasía su conflictiva actitud, pero Violeta no quiere ni puede cambiar su actitud condescendiente.

Las luces rojas del peligro que acecha. En una nueva inversión, así como Lila pudo cambiarlo todo en el necesario abrazo a su madre también entiendo que Vermut expresa que Violeta podría haberlo cambiado todo limitando su abrazo. Así Marta se entrega al desenfreno de la música máquina de esa fiesta playera y busca pelea con otros ya que la madre se la niega.

 

Natalia de Molina en «Quién te cantará»

 

A propósito del final

Lila no quiere volver a los escenarios pero Violeta —empoderada como está— asume el timón que dejó vacante Blanca y consigue que actúe ante su público. Y lo consigue al cederle una vieja canción suya sin nombre, la falta de nombre que entiendo como la falta de confianza histórica en Violeta (el tema en realidad es el mítico «Procuro olvidarte» de Hernaldo Zúñiga). La canción resulta ser un éxito en la vuelta a los escenarios de Lila que regresa como Violeta Cassen en un renacimiento simbiótico con su amiga.

Violeta asume el poder absoluto al final, permitiendo que muera su hija, substituyendo a Blanca y ofreciendo a Lila su creación musical que supone su exitoso relanzamiento. Violeta, una mujer tanto tiempo frustrada por tener que relegar su carrera como cantautora y que ahora que es reconocida no aprovecha esta oportunidad que le brinda la vida gracias a su famosa amiga íntima.

Violeta se siente agotada por tanto desgarro tal y como nos explica Vermut en la entrevista que concedió a 35 milímetros quien nos viene a decir que ese reconocimiento llega demasiado tarde. Así, opta por descansar en el suicidio —que ya le tentó antes de conocer a Lila— dejando un gran vacío en la diva; una mujer que se le entregó desnudando su verdad celosamente ocultada a todos.

Lila está muy presente en esta dura decisión, Violeta se pone el vestido que ella le regaló y deja sus zapatos de tacón —como hace siempre la diva—para caminar hacia su muerte elegida en la mar. A mi entender una lástima ese final para ambas después de tanto sufrido.

Who’s bad? nos cuestiona la mítica canción de Michael Jackson, sabemos que todas y todos lo somos en la ambivalencia humana. El problema —entiendo— surge cuando ese “bad” nos lleva a matar o a matarnos como ocurre en la película.

 

Apéndice: Simbologías

La película es rica en simbolismos. Tal y como se ha comentado el mar es el que más fuerza tiene pero hay otros, destacar:

Los nombres de colores. Vermut escoge colores para los nombres de sus protagonistas y de la mujer despedida. Tres colores interrelacionados, el potente Violeta —ella es en realidad la única, ella es la creadora frustrada— y el suave Lila —así se torna la diva junto a su nueva amiga— tonalidad esta que se genera al mezclar Violeta con el blanco o Blanca, es decir las dos mujeres que la han apoyado y ayudado a triunfar.

La gran casa de Lila, la casa de quien se aísla y protege de todos, de quien vive encerrada junto a ese oro que son sus trofeos. La gran casa que es como un gran mausoleo donde el tiempo se ha petrificado, la vida está fuera en ese mar omnipresente más que allí dentro.

Las uñas postizas doradas que luce Lila como imagen de su poderío. La uña caída que encuentra en el momento de playa compartida con Violeta como símbolo del poder perdido —ni que sea en parte— que ahora ostenta su antes imitadora.

Las camisetas. La de la calavera fantasma amable que lleva Marta como imagen de su constante flirteo con la muerte. Y la del escarabajo que primero viste Lila y luego luce Violeta, el escarabajo como símbolo de regeneración, un proceso que anida en ambas.

Los zapatos de talón de Lila en la orilla del mar y en la orilla de la cama, los zapatos de la altura de diva. Los zapatos que deja con cuidado para desnudar sus pies y estar sola en la inmensidad de la cama o de la mar. Los zapatos de talón que también deja en la orilla la empoderada Violeta al final del filme.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Quién te cantará (2018).